Cultura

La experiencia hace la diferencia (XLIX)

  • Pa'no molestar
  • La experiencia hace la diferencia (XLIX)
  • Alejandro Evaristo

El comandante, dos de sus agentes y Fernando no daban crédito a lo que estaban viendo en la pantalla.

El reportero sacó la agenda usada como cuadernillo de anotaciones y se fue directamente a las últimas hojas. Horas antes, con Miguel Ángel, había hablado con uno de los muchachos del primer encuentro, los que estuvieron involucrados de alguna forma con los primeros cuerpos hallados.

Mientras releía lo escrito recordaba lo dicho horas antes, cuando frente a una torta de huevo con chorizo y un refresco de cola helado empezaron a plantear al joven preguntas sobre lo sucedido.

Aunque empezaba a mostrarse fastidiado, respondió: ya le dije, era de noche y habíamos tomado una o dos chelas. Íbamos a robarles y nos acercamos cuando estaban así bien juntitos besándose. Entonces algo enorme saltó de los árboles y cayó a un lado de nosotros, quisimos golpearlo pero se movía en chinga y estaba bien potente, al menos vi que dos de mis compas le dieron dos-tres putazos pero ni se movió. Neta, esa cosa estaba bien densa…

- ¿Cómo era?

Pues medía más de dos metros, parecía una persona pero -se detuvo para dar un buen trago al líquido directamente de la botella plástica y enseguida sobarse la parte frontal de la cabeza a consecuencia de la rapidez en la ingesta-, no se veía tan fuerte –siguió- pero cuando intenté darle un golpe por la espalda sentí que le pegaba a puño pelón a una piedra, la neta me dio harto frío y mejor pegué la carrera junto con mis otros compas, pero, neta, ¿sabes qué fue lo que más miedo me dio? Cuando volteé para ver quién más se había pelado conmigo, pude ver que el wey ese tenía como otros dos brazos que le salían de las costillas, pero cuando estuve cerca y quise pegarle no los vi.

Fernando consideró que estaba inventándose ese cuento. Jóvenes como él, sin oficio ni beneficio, harían lo que fuese por tener algo que llevarse a la panza cada día, pensaba mientras empezaba a cerrar la vieja agenda y guardar sus cosas.

Neta, ¡por esta!, -dijo mientras hacía aquel conocido ademán con el pulgar y el índice de la mano derecha formando una cruz y llevándola a su boca para darle un tronado beso-.

Aprendiz y reportero le dieron las gracias. Fernando le adelantó un billete de 50 pesos y lo dejó junto al refresco. Como bromeando, le sugirió volver a la escuela o buscarse un trabajo o hacer algo más productivo. El joven no tomó a mal el comentario y hasta le festejó con una sonora carcajada, igual le haría caso para no volver a tener que enfrentarse a sorpresas como la de esa noche. De repente calló y, antes de que Fernando y su acompañante se fueran en sentido contrario a la circulación de los autos en la avenida donde estaba el puesto callejero, dijo algo más: ¿sabes qué?, ahorita que me acuerdo, no le pude ver la cara, tenía una como neblina de color y no podía verle nada.

Luego de leer las anotaciones hechas en el cuadernillo observó la imagen en pantalla, el muchacho no había mentido.

Se podía apreciar a algo o alguien que había saltado desde la copa de alguno de los árboles del parque y había caído junto al grupo. Se podían percibir los movimientos de una especie de pelea cuya ventaja no estaba del lado de los muchachos porque, al parecer, el sujeto era más fuerte, alto y ágil. Sin mayor problema aventó a dos de ellos y no se inmutó cuando otro se acercó por la espalda y le propinó un golpe para luego recoger la mano agresora con la funcional y escapar de ahí.

Solo quedaba uno, el mayor de todos. Quiso colgarse del cuello del oponente pero en un rápido movimiento aquello lo envió al piso. Lo intentó una vez más sin conseguirlo y dejó de ser agresor para convertirse en víctima luego de haber volado varios metros a consecuencia del ataque. Se podía ver cómo se desprendía de la chamarra, que colgaba de uno de los brazos del sujeto y cómo salía corriendo en la misma dirección que sus compinches habían tomado antes.

El video continuaba.

Se podía ver a la pareja, aún con vida, más allá de la fuente, al otro costado del parque huyendo hacia la avenida. El sujeto rompió la chamarra sin mayor esfuerzo y brincó nuevamente hacia los árboles.

El ángulo de visión de la cámara de vigilancia no era el mejor pero sí captó cuando cayó frente a ellos impidiendo que siguieran, se podía notar como si los abrazara, primero a ella, a pesar de la resistencia del varón, y el posterior desvanecimiento justo en el lugar donde sus cuerpos fueron hallados por el personal de limpia la mañana siguiente.

Luego avanzó hacia la fuente. Ahí se detuvo y regresó al sitió de donde había surgido, a las alturas...


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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