Hidalgo, especialmente durante la época colonial y la Revolución Mexicana, fue un lugar de gran actividad económica y social. Las minas de plata, como las de Pachuca y Real del Monte, hicieron de esta región una de las más ricas del país. Sin embargo, también llegaron conflictos, tanto internos como externos, por lo que muchas de estas riquezas fueron ocultadas para protegerlas de saqueos y confiscaciones.
Muchas veces, las historias sobre tesoros ocultos sirven como metáforas de la lucha por la libertad y la justicia social, como sucedió en la Revolución Mexicana, movimiento que provocó un gran caos en el estado, con numerosos ejércitos luchando por el control del territorio, por lo que se dice que personajes locales escondieron sus riquezas para protegerlas, aunque ahora también se han convertido en símbolos de resistencia y esperanza.
La minería en Hidalgo se intensificó a partir del siglo XVI, cuando los españoles descubrieron grandes depósitos de plata, fue un centro neurálgico de la actividad minera. La búsqueda de riquezas llevó a la creación de numerosas haciendas y a la construcción de caminos, lo que facilitó el tráfico de metales preciosos.
Los hacendados y mineros acumulaban fortunas, y en tiempos de crisis, como la guerra de Independencia o la Revolución, escondían sus tesoros. Se dice incluso que los mineros ocultaban el oro y la plata en cuevas o bajo árboles antiguos, creando mapas en forma de símbolos que solo ellos podían entender.
Por ejemplo, tenemos el caso del Tesoro de los Mineros de Pachuca quienes, durante la guerra de independencia y ante el temor de perder su riqueza, decidieron esconder grandes cantidades de plata en una cueva secreta. Los relatos difieren, aunque la mayoría coincide en que la entrada a la cueva está oculta detrás de una cascada en la Sierra de Pachuca. Han habido numerosas búsquedas, pero nunca ha sido encontrado, lo que alimenta aún más la leyenda.
Huasca de Ocampo también tiene lo suyo. Es un sitio reconocido por sus paisajes naturales y su arquitectura colonial. La leyenda dice que un grupo de indígenas de la región escondió su oro y joyas en un cerro cercano para protegerlas de los conquistadores; a lo largo de los años han intentado encontrarlo, pero han fracasado debido a la naturaleza cambiante del terreno y a las trampas supuestamente habilitadas para proteger tal riqueza.
Por otro lado, en la región de Tulancingo, hay una leyenda que habla sobre un tesoro escondido en el Cerro de la Luz donde se cuenta que un viejo guerrero, al final de su vida, escondió una gran cantidad de oro y objetos valiosos en el cerro. Evidentemente, se cuenta que quien logre encontrarlo será bendecido con buena fortuna, pero hay que tener presente la otra parte de la misma, la que detalla que el cerro está maldito y quienes intentan encontrarlo enfrentan toda clase de infortunios.
En Real del Monte, cuentan, algunos mineros escondieron lingotes de plata antes de escapar, dicen que están escondidos en las entrañas de las montañas o incluso dentro de antiguas edificaciones coloniales, mientras que en Apan hay historias sobre un tesoro escondido por los tlaxcaltecas durante las guerras de independencia: joyas y oro acumulados a lo largo de los años esperan a ser descubiertos aunque los mismos relatos mencionan que está protegido por espíritus.
Leyendas o no, han habido casos reales. Por ejemplo, en 2014 se descubrió un tesoro en un pozo en la comunidad de La Presa, en el municipio de Tepeapulco; se trataba de monedas de plata y oro, así como piezas arqueológicas, que fueron rescatadas y llevadas al Museo Nacional de Antropología para su análisis y conservación pues fue tasado en la época virreinal.
Otra de las historias más comunes es la de la Cueva de la Garza, un sitio ubicado en algún punto de Huejutla de Reyes cuya leyenda detalla que a la medianoche, se abre para revelar un tesoro de joyas y objetos de oro, pero quienes intentan tomarlo enfrentan un espíritu que les advierte sobre las consecuencias de su codicia.