Hacer composta en casa es una práctica sencilla y útil para reducir residuos y cuidar el medio ambiente. Se trata de aprovechar los desperdicios y sobras de alimentos diarios para convertirlos en abono natural, una composta de buena calidad sin complicaciones ni malos olores.
El método más accesible para quienes comienzan a utilizar un recipiente con buena ventilación, como un balde o caja con perforaciones, ubicado en un lugar aireado y con sombra parcial. La idea es crear un espacio donde los microorganismos puedan trabajar descomponiendo los restos orgánicos sin que se acumule humedad excesiva ni se genere mal olor. Para ello, es fundamental alternar capas de materiales secos y húmedos.
Los materiales secos incluyen hojas secas, paja, cartón sin tinta y aserrín, mientras que los húmedos son los restos de frutas, verduras, posos de café y hierbas. Esta combinación ayuda a mantener el equilibrio necesario para que la revisión sea rápida y eficiente. Es importante evitar agregar restos de carne, lácteos, grasas o grandes cantidades de cítricos, cebolla y ajo, ya que estos pueden atraer plagas y generar olores desagradables.
Mantener la humedad adecuada es otro punto clave. La mezcla debe estar húmeda, como una esponja exprimida, para que los microorganismos puedan prosperar sin que el exceso de agua provoque fermentación y malos olores. Si notas que la composta está demasiado seca, basta con rociar un poco de agua; si está demasiado mojada, agregue más materiales secos para equilibrar.
Para acelerar el proceso, es recomendable remover o voltear la mezcla cada una o dos semanas. Esto oxigena la pila y permite que el análisis se realice de manera uniforme. Con estos cuidados, la composta puede estar lista en un plazo que va de uno a cuatro meses, dependiendo de la temperatura y las condiciones ambientales.