Cultura

Buscar en la oscuridad (LXIII)

  • Pa'no molestar
  • Buscar en la oscuridad (LXIII)
  • Alejandro Evaristo

...policías y voluntarios se sumaron al llamado de alerta y en menos de una hora había al menos tres decenas de vehículos en las afueras del hospital...


Fernando y Miguel Ángel recibieron algunas suturas. Las heridas no eran de consideración, aunque aparentaban lo contrario.

Los paramédicos de guardia en el hospital se movilizaron para atenderles en cuanto los vieron entrar por la puerta de urgencias, incluso uno de ellos se apresuró a arrebatarles las llaves de la camioneta para estacionarla en un sitio seguro en el aparcadero, acción por la que se arrepintió más tarde porque su uniforme terminó manchado con la sangre impregnada en la tela del asiento.

El personal médico informó a las autoridades sobre el hecho, por supuesto, y al menos dos patrullas con sus respectivos elementos llegaron al sitio apenas unos minutos después de la llamada.

Los policías escucharon con atención el relato de los hechos y luego uno de ellos pidió refuerzos y apoyo para localizar a una mujer que había sido secuestrada en el bosque. También dio cuenta de un posible homicidio en el mismo punto.

La respuesta no tardó en llegar, una gran cantidad de policías y voluntarios se sumaron al llamado de alerta y en menos de una hora había al menos tres decenas de vehículos en las afueras del hospital con personas atentas a los detalles de la actividad a desarrollar.

Hubo quien sugirió esperar unas horas, hasta el amanecer, para aprovechar la luz del día sin perder detalle de la zona e incluso la posibilidad de hallar algún rastro sobre el paradero de la chica, la mayoría rechazó la iniciativa porque, coincidieron, las primeras horas en un caso así son cruciales.

El jefe policial viajaba como copiloto en la patrulla al frente de la caravana rumbo al bosque, no podía creer la versión de los dos personajes involucrados, quienes ocupaban el asiento trasero y detallaban lo sucedido.

El hombre reportado como desaparecido hacía semanas fue el responsable, no entendían bien a bien la razón por la que su guía le había disparado y solo alcanzaron a recoger la mochila del cazador. Cuando se dieron cuenta, este trataba de repeler el ataque físico del otrora compañero del periodista, a quien por cierto no reconoció.

Ambos trataron de neutralizarle, pero se deshizo de ellos sin mayor esfuerzo, solo bastó un golpe para que aterrizaran sobre las piedras a la vera del río.

Siguieron el salvaje ataque a la distancia y empezaron a correr en dirección contraria hacia Diana, quien huyó del lugar y corría delante de ellos. En algún momento tropezó y, cuando estaban a punto de alcanzarle y ayudarle a levantarse, el atacante “aterrizó” entre ellos.

Otra vez intentaron hacerle frente pero ahora, por un momento, este se detuvo. Era claro que correrían la misma suerte de aquel cuyo cuerpo se desangraba 30 o 40 metros atrás, si es que aún estaba con vida.

El sujeto solo los tomó al mismo tiempo con sus brazos y los arrojó nuevamente hacia los árboles, sí, ¡al mismo tiempo!

Fueron quizá segundos, suficientes para ver cómo levantaba a Diana y avanzaba hacia lo alto de la montaña.

Por fin lograron llegar a la camioneta propiedad de la ahora víctima cuyas llaves hallaron entre sus pertenencias y se enfilaron hacia el hospital directamente.

La parte inverosímil de la historia estaba conformada por los detalles: insistieron en que el atacante tenía fuerza sobrehumana; según Miguel Ángel, quien supuestamente sí vio cuando el guía accionó su arma, el proyectil impactó directamente al pecho del sujeto pero, en lugar de penetrar la piel y provocar daño, solo rebotó.

¿La más absurda de las coincidencias?, ambos aseguraban haber visto algo surgiendo de la boca del hombre.

Formaron grupos de seis a siete personas entre las que por lo menos dos llevaban consigo una escopeta, solo los policías portaban pistolas; además, usaban lámparas en la cabeza y, la mayoría, linternas en sus manos.

Empezaron a avanzar al mismo tiempo. Llegaron al río, encontraron rastros de sangre, seguramente de los denunciantes, lo cual corroboraba parte de la historia. Avanzaron.

Más allá estaba parte de la ropa y calzado de mujer, ellos dijeron que pertenecía a Diana y el temor empezaba a aumentar entre el grupo. Llegaron al claro en el bosque, algunos carroñeros ya se habían ocupado de parte del rostro y el torso, incluso las piernas.

Por el estado en que estaba, era evidente que el hombre no había quedado con un solo hueso sano…


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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