México desplegó una honrosa política exterior, activa e independiente, durante la primera mitad de los ochenta, con la defensa de la Revolución Cubana, el Diálogo Norte-Sur, el Pacto de San José, la Declaración Franco-Mexicana sobre El Salvador y el Grupo Contadora.
Fue una época brillante de la diplomacia mexicana que contribuyó a la paz en Centroamérica y le dio prestigio internacional a nuestro país, gracias a la visión de estadista tanto de José López Portillo como de Miguel de la Madrid, bajo la conducción de los secretarios de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa y Bernardo Sepúlveda Amor, respectivamente.
Cuarenta y dos años después del triunfo de la Revolución Sandinista, en Nicaragua el gobierno de Daniel Ortega acusó a periodistas del diario La Prensa y a la Fundación Violeta Barrios de Chamorro de lavado de dinero por recibir fondos de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid, por sus siglas en inglés), mientras que en México, AMLO señaló a la misma agencia estadunidense de intervencionismo al financiar a las organizaciones Artículo 19 y Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, consideradas opositoras del gobierno.
Con esta decisión, Nicaragua y México recurrieron a la misma argucia de una supuesta amenaza a la soberanía nacional para amedrentar a organizaciones de la sociedad civil y medios de comunicación que exigen al gobierno rendir cuentas... con la ayuda del gobierno estadunidense.
Efectivamente, Usaid brinda asistencia a Nicaragua desde 1962 para apoyar al gobierno nicaragüense en proyectos de infraestructura, salud, educación, derechos humanos y democracia, apoyo que Ortega no había cuestionado.
Con México, la Usaid apoya desde antes de 1961 al gobierno mexicano para abordar desafíos estructurales de desarrollo, seguridad, conservación de la naturaleza, becas, salud, población, libertad, entre otros. Y en ambos países dicha agencia apoya a organismos de derechos humanos y de prensa.
Si bien es cierto que Estados Unidos apoyó la dictadura de Somoza y a los Contras para tratar de derrocar a los sandinistas de tendencia comunista, hoy la cooperación estadunidense está dirigida a contrarrestar los efectos de los desastres naturales y a mejorar las condiciones de educación, salud y empleo de la población.
En el marco del clima electoral por la elección presidencial del 7 de noviembre, Ortega utiliza el apoyo de Usaid como arma política para golpear a su principal rival, Cristiana Chamorro, presidenta de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro, y tratar de gobernar por quinta vez.
Cristiana Chamorro, periodista de La Prensa, hija de la ex presidenta de Nicaragua, Violeta Barros, quien derrotó a Ortega en las elecciones de 1990, es la candidata de la oposición con mayores posibilidades de vencer a Ortega, según encuestas. De ahí el temor del actual presidente de ser derrotado por segunda vez por otra Barros.
Tantos años de sacrificio del pueblo nicaragüense que costó la vida a cientos de miles, entre ellos al dueño de La Prensa, Pedro Joaquín Chamorro, en contra de la dictadura de Somoza, hoy otro dictador, Daniel Ortega, quiere silenciar a ese mismo periódico 42 años después.
Cuarenta y dos años después de luchar contra el dictador de derecha Anastasio Somoza, el pueblo de Nicaragua merece un mejor gobierno, electo libre y pacíficamente, sin perpetuar en el poder a un dictador de izquierda.
gutierrez.canet@milenio.com
@AGutierrezCanet