Política

Mis recuerdos sobre Fidel

En 1961 llegó a Acapulco el hermano Roque, para asumir el cargo de director del Colegio La Salle, procedente de Cuba. El profesor me enseñó que el optimismo y la voluntad son factores del éxito en la vida.

Había triunfado la Revolución cubana y fueron cerradas las escuelas católicas, incluyendo el mismo Colegio La Salle en Santiago, donde estudió Fidel Castro.

Los hermanos lasallistas salieron al exilio y algunos se fueron a Acapulco para no extrañar el sol del trópico, allá cerca de la avenida Farallón, que desemboca en la fuente de la Diana.

Yo tenía 10 años y cursaba el cuarto año de primaria. Fue ahí cuando escuché por primera vez el nombre de Fidel Castro y de sus amigos barbones comunistas.

Como niño, Fidel me provocó miedo, pues trató con crueldad a algunos de mis profesores cubanos, acusados de ser contrarrevolucionarios.

En los 60 escuché fragmentos de discursos de Fidel Castro a través de Radio Habana con un receptor de onda corta. Recuerdo la voz grave del locutor: "Esta es Radio Habana Cuba (pausa), transmitiendo desde Cuba (pausa), territorio libre en América".

Cuando era joven, Fidel se convirtió en mi héroe. Admiré su férrea lucha por la independencia de Cuba, un pequeño país, contra el gigante del norte. Admiré su convicción por crear una nueva sociedad igualitaria. Admiré la mejoría en educación y en salud del pueblo cubano.

Me fascinaba leer sobre el exilio de Fidel y del Che en México. Identifiqué las mismas calles que ellos transitaron entre el Monumento a la Revolución y Bucareli, en la calle de Emparán, donde estaba la casa en que se conocieron, y comí varias veces en el Café de La Habana, donde se reunían los revolucionarios.

Gracias al periodista Manuel Arvizu, querido amigo desde Excélsior, conocí Tuxpan, de donde zarpó el yate Granma un día que el destino marcó, 60 años después, como la fecha de su muerte.

Como joven diplomático, me sentía orgulloso de que México fue el único país que se opuso a la expulsión de Cuba de la OEA y que no rompió relaciones diplomáticas con Fidel.

La Revolución cubana marcó profundamente a los intelectuales de izquierda de México y de América Latina. Avanzado el proceso revolucionario, se dividieron entre la admiración y la decepción.

Por un lado, Carlos Fuentes y, sobre todo, Gabriel García Márquez apoyaron a Fidel hasta el final de su vida.

Por el otro, Octavio Paz denunció el peligro de las ideologías que en nombre de los principios revolucionarios suprimen la libertad de expresión. Criticó a la izquierda por callarse sobre represión a los escritores en la isla.

En el año 2000, en un viaje que hice a Cuba, me topé con Gabo en el avión a La Habana. Me invitó a tomar un café al día siguiente. "Te espero a las 5 en la casa 6 del Protocolo", me dijo. Llegué puntual y el portero me hizo pasar a la sala. Me senté en una mecedora y esperé al escritor observando el enorme jardín del fondo.

Sin previo saludo, García Márquez entró a la sala y me dijo con una sonrisa: "Estás sentado en la mecedora del comandante". Como resorte me paré y me cambié a un sofá. Y así, por horas, hablamos sobre asuntos de diplomacia mexicana.

El legendario Fidel padeció invasiones, embargos, conspiraciones de la CIA y todavía vivió 90 años a pesar de más de 600 intentos de asesinato tramados por Estados Unidos.

Mi constante lectora, Lizbeth Pérez, me recordó hace poco que Fidel Castro sobrevivió 11 presidentes de Estados Unidos: Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush, Clinton, G. W. Bush y Obama. ¡Pero no soportó 15 días a Trump!, dijo ella después de morir Castro. Bueno, le repliqué, Trump ya agarró cansado Fidel, a su avanzada edad.

Fidel, con sus virtudes y vicios, es un personaje difícil de valorar. La complejidad del personaje es inescrutable en los tiempos en que el pragmatismo predomina sobre el idealismo.

Fidel podrá ser juzgado como un héroe o un villano, dependiendo del cristal con que se mira, pero su obra siempre debe encuadrase en un contexto de la guerra fría y el acoso de Estados Unidos.

Por eso exalto las virtudes del héroe que nos hizo vibrar y creer en la utopía, y por eso critico también los vicios del gobernante intolerante y represor.

Lo que no puede negarse es que Fidel fue un estadista siempre fiel a sus convicciones hasta la muerte. Defensor de la dignidad nacional y de la soberanía cubana, Fidel fue un líder popular en Cuba. Fidel será siempre un gigante de la historia.

Finalmente, anhelo que la enseñanza de mi profesor cubano, el hermano Roque, de que el optimismo y la voluntad sean también factores del éxito para una reconciliación de los cubanos en Cuba y en Miami.

Posdata

Mi solidaridad con Carmen Aristegui. En la revista Siempre! escribió Humberto Musacchio un artículo intitulado "La libertad de expresión en conflicto", que empieza así:

"Todo periodista debe responsabilizarse por lo que escribe, por lo que dice en público. Si insulta, difama e incurre en delito, debe hacerle frente a las consecuencias. Eso lo tenemos muy claro, sobre todo quienes consideramos un deber el ejercicio de la crítica del poder y los poderosos. No ocurre lo mismo con los gacetilleros de a tanto la línea, que ofenden y mienten a sabiendas, pues suelen estar pagados precisamente por los poderosos para combatir a sus críticos".

@AGutierrezCanet
gutierrez.canet@milenio.com

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Agustín Gutiérrez Canet
  • Agustín Gutiérrez Canet
  • gutierrez.canet@milenio.com
  • Periodista y Embajador de México en retiro. Licenciado en comunicación (U. Iberoamericana). Diplomático de carrera, representó a México como embajador en Rumania (2013-2016), en Finlandia, concurrente en Estonia (2008-2013) y en Irlanda (1995-1996). Fue cónsul general en Hong Kong y en Macao (1991-1995), ministro y jefe de cancillería en España (1989-1991), consejero en Italia (1985-1986) y representante alterno ante la FAO en Roma (1986-1987). En la Secretaría de Relaciones Exteriores fue director general de Comunicación Social (1982- 1985) y subdirector general de Prensa Extranjera (1980-1982). De 2003 a 2005 fue coordinador de Información Internacional en la Presidencia de la República y director del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Iberoamericana (1998-2002). / Escribe todos los jueves su columna Sin ataduras
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