México no debe callarse por lo que sucede en Nicaragua.
Han sido detenidos por el dictador Daniel Ortega 15 ciudadanos tanto progresistas como conservadores y México calla:
La ex comandante guerrillera sandinista, Dora María Téllez; la precandidata presidencial, Cristiana Chamorro; el integrante de Alianza Cívica, José Pallais; el ex miembro del Frente Sandinista de Liberación Nacional, Víctor Hugo Tinoco; la ex primera dama de Nicaragua, María Fernanda Flores de Alemán; la integrante del partido Unamos, Ana Margarita Vijil; el dirigente del partido Unamos, Suyen Barahona; el profesor Arturo Cruz; la directora del Movimiento de Oposición por Nicaragua, Violeta Granera; el precandidato presidencial por la Unidad Nacional Azul y Blanco, Félix Maradiaga; el presidente de las empresas (COSEP), José Adán Aguerri; el periodista Miguel Mora; el integrante del partido Unamos, Hugo Torres; el del partido Alianza Cívica Nicaragüense, Juan Sebastián Chamorro; y la activista feminista Tamara Dávila.
Y México se queda callado.
En una reunión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, 59 países firmaron antier una declaración conjunta en la que condenaron la violación a los derechos humanos en Nicaragua e instaron a la celebración de elecciones libres y a la liberación inmediata de los 15 opositores detenidos, entre ellos cinco aspirantes presidenciales.
Y México se queda callado.
Primero México se abstuvo de condenar a Ortega en la OEA, después dio un giro, llamó a su embajador en Managua para consultas, y al día siguiente nuevamente se abstuvo en la ONU.
Sin brújula, la SRE da bandazos sin ton ni son. Y el Senado mexicano está pasmado.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador pretende justificar su postura en nombre del principio de no intervención.
Pero se le olvida que también existe también el otro principio constitucional, el de promover los derechos humanos, que son universales y están sujetos al escrutinio internacional, por lo que la ONU y la OEA de ninguna manera son intervencionistas.
El gobierno mexicano no podrá facilitar el diálogo si no cuenta con la confianza de ambas partes, y desde luego difícilmente obtendrá la confianza de la oposición nicaragüense, cuando se inclina por una de las partes.
México condenó el genocidio de Hitler, la dictadura de Franco, el golpe contra Allende, y no solo se opuso a la dictadura de Somoza, sino que apoyó a los sandinistas, incluyendo al comandante Ortega, a derrocarlo. Entonces México no se escondió en la postura de la no intervención, se pronunció inequívocamente por la libertad.
Ahora México está callado ante el nuevo sátrapa de Nicaragua por presuntas simpatías ideológicas de funcionarios sin experiencia de la SRE, incluido el improvisado subsecretario para América Latina, Maximiliano Reyes, ex perredista y morenista, que tanto daño ha hecho al prestigio de la diplomacia mexicana.
El gobierno democrático de AMLO debe distanciarse de la dictadura izquierdista de Ortega. Si no lo hace, México pasará a la historia como encubridor de fanatismos ideológicos y contrario al derecho universal de elegir libremente a sus gobernantes.
Puesto que la libertad no tiene fronteras, ni ideologías, México debe unirse ya a la comunidad internacional en repudio a la dictadura en Nicaragua, antes de que se hunda más en la vergüenza.
Agustín Gutiérrez Canet
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@AGutierrezCanet