En el Muelle de las Delicias, en el río Guadalquivir, atracó el Jueves Santo el yate Lady Moura, uno de los más lujosos de la Tierra (El Mundo, 17 de abril, “Los millonarios mexicanos que llegaron a Sevilla en su yate de 125 millones para ver las procesiones”, por Ana García Romero).
El propietario del barco recién adquirido, Ricardo Salinas Pliego, dueño del Grupo Salinas, publicitó su llegada por medio de un tuit en su característico estilo, entre provocador y divertido: “Saludos… ¿a ver, donde es (sic) la foto?” en la que aparece al lado de su esposa, y se ve al fondo un campanario de iglesia, antiguo Pabellón de Argentina para la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929.
Las respuestas abarcaron desde el insulto hasta la admiración, algunas procaces, otras graciosas. Salinas Pliego tiene sentido del humor, a veces es agudo y directo, aunque le gusta dar lecciones de éxito a sus seguidores, poniéndose él como ejemplo, sin pudor alguno.
“Recuerden que no hay crisis que aguante una vida llena de trabajo, educación y buenas inversiones… si no te toca a ti, hazlo por tu descendencia, a eso se le llama ser un buen ancestro”, escribió.
Claro, como buenos ancestros fueron su abuelo, el fundador de las mueblerías Salinas y Rocha, y su padre, el creador de las tiendas Elektra, de quienes Salinas Pliego se benefició al nacer rico, si bien hay que reconocer que es una persona inteligente, educada y trabajadora.
Salinas Pliego supo acrecentar la fortuna familiar no porque solo sea un genio de las finanzas, sino porque compró la televisora estatal Imevisión, en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, con un préstamo de 29 millones de dólares que le otorgó nada menos que el hermano del presidente, Raúl Salinas de Gortari, en una operación tan oscura como una cueva…
Tampoco se necesita ser muy hábil negociante para lograr que los gobiernos le otorguen concesiones mineras o de radio o televisión, pues con la influencia mediática que ejerce TV Azteca en las campañas electorales, los agradecidos presidentes retribuyen favores recibidos perdonando contribuciones por miles de millones de pesos.
No se requiere ser sobresaliente para aumentar la riqueza heredada si se acrecienta la práctica familiar de prestar dinero a los pobres con altísimas tasas de interés, justificada por el alto riesgo de ser insolventes, a lo que eufemísticamente llaman prosperidad incluyente, o sea, que nos vaya bien a todos.
No es necesario obtener el doctorado en finanzas por Harvard si tienes el respaldo presidencial para que el Banco Azteca entregue apoyos sociales por miles de millones de pesos del gasto público.
Está muy bien que tenga mucho dinero, don Ricardo. Ya lo decía el líder comunista Deng Xiaoping, cuando abrió la economía china al mundo: es glorioso ser rico.
Pero para qué ostentar la riqueza, sentirse intocable por el SAT, cuando don Dinero debe 40 mil millones al fisco, y se exhibe con desparpajo en su yate con letras de oro, el noveno más grande del mundo y el primero en elegancia y lujo.
“Es un capricho exquisito solo al alcance de unos pocos”, decía la publicidad comercial para atraer a un comprador elitista de México, de uno de los países más inequitativos del mundo.
Por supuesto, todos tienen derecho a disfrutar de sus bienes y de su riqueza, pero si eres asesor empresarial del presidente Andrés Manuel López Obrador, cuyo lema es “primero los pobres”, ten un poco de tacto y discreción. ¿O no?
gutierrez.canet@milenio.com
@AGutierrezCanet