Estados Unidos es admirado en el mundo por los valores de libertad con respeto a la ley y por las oportunidades de progreso para sus habitantes.
Desde su fundación, este país sustentó ideales universales que siguen siendo válidos.
Thomas Jefferson escribió en la Declaración de Independencia de 1776 que “todos los hombres son creados iguales”, reafirmando que “estas verdades son evidentes por sí mismas”.
Sin embargo, ni el ilustre Jefferson ni el libertador George Washington fueron coherentes con lo que predicaban.
Jefferson y Washington fueron esclavistas. Así empezó el pecado original de Estados Unidos: un bello ideal que sigue siendo desmentido por la realidad, a lo largo de la historia.
La Unión Americana sobrevivió en 1860 una guerra civil a causa de la esclavitud, tan arraigada que estuvo a punto de escindirse.
Hoy la única verdad evidente por sí misma es que el racismo sigue vivo después de dos siglos y medio, lacra que no es privativa de Estados Unidos, pues también la padecemos en México y en muchos países.
La llegada al poder del presidente Donald Trump se puede entender como el reflejo de una sociedad blanca que se siente desplazada por la creciente población de las minorías raciales.
Estados Unidos está cambiando su estructura racial muy rápidamente por el crecimiento de la población no blanca. La mayoría blanca pronto desaparecerá para siempre. Para 2050, Estados Unidos será un país 'mayoritario-minoritario', y los blancos no hispanos constituirán menos de la mitad de la población total, según proyecciones de la oficina del Censo, reproducidas por el periódico The Chicago Reporter.
El cambio demográfico explica la tensión entre los que se aferran al pasado y los que serán el futuro, pero para ser justos, existe una mayoría blanca que lucha junto a los negros por una igualdad racial sin violencia.
Es una lucha pacífica de la mayoría estadunidense, impactada por la imagen de un celular mostrando la asfixia del negro George Floyd por la rodilla opresora de un policía blanco.
Sucesor de Barack Obama, Trump ha borrado cualquier rastro de la herencia del primer presidente negro de Estados Unidos: el Obamacare, cancelado; los dreamers, impugnado; y así, fueron anulados cientos de programas de Obama en materia ambiental, laboral, salud, derechos civiles, migración, etc.
Mientras que la sociedad civil persigue una política de igualdad de oportunidades, en la Casa Blanca no hay un solo alto funcionario de raza negra. Todos son blancos.
El influyente asesor de Trump, Stephen Miller, es el custodio de la pureza blanca. Miller es el que alimenta la mexicanofobia de Trump. Miller es el autor de la idea de construir el muro. Miller controla el Departamento de Seguridad Interior, del cual depende la patrulla fronteriza. Miller escribe los discursos vejatorios de su jefe contra los mexicanos como criminales, narcotraficantes y violadores.
El presidente Trump entró en un declive sinuoso hacia el 3 de noviembre. Hasta ahora había superado los obstáculos gracias a su retórica supremacista, afín a su base blanca de 30%, pero la ola del cambio contra la desigualdad racial ya no es favorable para su reelección.
Estados Unidos ya cambió con el asesinato de George Floyd.
@AGutierrezCanet, gutierrez.canet@milenio.com