Como es de sobra conocido, el otrora Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, decidió renunciar a su cargo como integrante del más alto Tribunal del país para incorporarse a las huestes de la candidata del presidente ya sin el peso y la responsabilidad de la toga.
Por desgracia para él, la lisonja no le dará los frutos que ambicionó, y el presidente no tarda en llamarlo por el mote que ha venido empleando a lo largo de su gobierno con quien no se acopla perfectamente al ritmo que se marca desde Palacio Nacional, y seguramente le llamará “traidorzuelo”.
Esto, porque no obstante que durante su presidencia Zaldívar no pudo ocultar su simpatía por su vecino de al lado, ya libre de la responsabilidad de impartir justicia, era más que evidente esperar la obediencia ciega a los mandatos de arriba.
Pero Zaldívar se salió del huacal. El presidente López Obrador ha insistido una y otra vez en la necesidad de que los integrantes del Poder Judicial de la Federación, Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Magistrados de los Tribunales Colegiados y Unitarios de Circuito y Jueces de Distrito sean elegidos directamente por el pueblo, exactamente como se elige a los integrantes del poder Ejecutivo y del poder Legislativo.
El paquete de reformas a la Constitución que ha anunciado López Obrador que mandará al Congreso este 5 de febrero, incluye la propuesta de la elección de los integrantes del Poder Judicial, a quienes de manera machacona el presidente les ha llamado sinvergüenzas.
Lo que era de esperarse es que Zaldívar le diera una cierta formalidad legal a la propuesta, un respaldo de opinión que hiciera que al menos pareciese tener sustento la peregrina idea del presidente López Obrador, pero resultó con que le enmendó la plana a su jefe ulterior, diciendo que no veía factible la elección popular directa de los integrantes del poder judicial de la federación, lo cual además de obvio, es de ortodoxia político-jurídico, al menos en nuestro sistema constitucional y administrativo imposible pensar que pudiéramos elegir los ciudadanos con toda libertad a los jueces, magistrados, ministros y consejeros del poder judicial.
Pero Zaldívar temerariamente emitió su opinión jurídica con base a su experiencia en esos menesteres, lo que causará un desencuentro en el interior del Movimiento de Regeneración Nacional que pretende permanecer otros seis años en Palacio Nacional, porque lo menos que pudiera pensarse es que Zaldívar se convirtiera de un aliado incondicional en un traidorzuelo que no respalda las ocurrencias del presidente.
Más allá de ironías, ojalá y que el Congreso federal no apruebe semejante reforma que implicaría un gravísimo daño a la estabilidad sociopolítica del país, un cambio completo en el sistema judicial y un peligrosísimo control del Poder Judicial por parte del Ejecutivo, lo que nos llevaría a un sistema sin equilibrio de poderes, y al ser ejercido por una sola persona, no gozaríamos de las libertades, como esta, en la que aún -gracias a Dios- podemos manifestar libremente nuestras ideas sin ningún tipo de censura.
Ambiciosa idea u ocurrencia según se quiera aplicar la entelequia a la propuesta presidencial, pero la verdad muy difícil de llevarla a la práctica, como con acierto sostuvo el señor.