Para hacerse una idea de lo difícil que es para Estados Unidos pasar de un mundo de neoliberalismo laissez-faire a uno donde el control estatal de los mercados es de mucha mayor importancia, basta con analizar la competencia entre grandes potencias que se está desarrollando actualmente en Argentina.
Con el peso en caída libre luego de un escándalo de corrupción en el gobierno de Javier Milei (que ideológicamente está alineado con la administración de Donald Trump), Estados Unidos trata de orquestar un rescate financiero de 20 mil millones de dólares para este país, que espera que siga siendo un aliado regional clave. El jueves de la semana pasada, el Tesoro de EU anunció la compra de pesos argentinos para impulsar la moneda.
Pero China —que tiene su propia línea de swaps de 18 mil millones de dólares con Argentina— entrará para ayudar y comprar la soya barata del país, utilizando dinero que antes habría ido a parar a los agricultores estadunidenses, luego de la guerra comercial entre Washington y Pekín.
Estas son, políticamente, malas noticias para la Casa Blanca. Los estados agrícolas suelen estar gobernados por republicanos, y los granjeros constituyen un grupo político pequeño, pero con gran influencia en Estados Unidos, al igual que en Europa.
Las guerras comerciales de Trump significan no solo que China —el mayor comprador mundial de productos agrícolas estadunidenses— reduzca de forma drástica sus compras, sino que también el costo de productos como fertilizantes y equipos está aumentando. Esto llevó a los agricultores a quejarse de que Trump apoya a sus competidores.
Como resultado, la administración probablemente anunciará en los próximos días nuevas ayudas para los agricultores estadunidenses. Los republicanos creen que los subsidios pueden alcanzar 50 mil millones de dólares, después de los más de 20 mil millones que el gobierno estadunidense tuvo que pagar a los granjeros por el dolor de la primera guerra comercial de Trump con China en 2018.
Mientras, el rescate argentino puede no concretarse, a menos que el gobierno de Milei devuelva primero el dinero que debe de su línea de swaps con China. Si bien eso puede ser una política estadunidense inteligente, haciendo que el Congreso se vea como que no está despilfarrando dinero, “reducirá el tamaño efectivo del apoyo estadunidense en 5 mil millones de dólares y, de facto, será un rescate del Banco Popular de China”, como lo expresó el economista Brad Setser en X.
Bienvenidos al complejo y costoso mundo de la geoeconomía.
EU parece que ahora sigue la “doctrina Donroe”, una versión al estilo de Donald Trump de la creencia del presidente del siglo XIX, James Monroe, de que Estados Unidos debe mantenerse al margen de los asuntos internacionales y limitarse a vigilar su propio territorio.
Esta postura fue reafirmada por Theodore Roosevelt y después por John F. Kennedy durante la crisis de los misiles de Cuba, antes de ser suplantada en la era del neoliberalismo.
Ahora, la versión de Trump de la Doctrina Monroe está muy presente, ya que la administración pone fin a un “giro hacia Asia” de varios años con un nuevo mandato para enfocarse en los hemisferios occidental y norte.
China lleva más de dos décadas practicando su propia geoeconomía. Utiliza una perspectiva a largo plazo y un enfoque estratégico que, por ejemplo, ya dio como resultado la exitosa compartimentación de minerales de tierras raras. Las exportaciones de estos minerales se vieron reforzadas en medio de las negociaciones comerciales con EU. El dominio de las industrias de construcción naval y marítima es otro golpe geoeconómico (las medidas de la administración Trump al respecto, amparadas por la sección 301 de la Ley de Comercio, así como la nueva estrategia marítima, pueden caer en las próximas semanas).
El poder chino no se limita a Asia ni a las regiones circundantes. Es muy evidente en el patio trasero de EU. Pekín aumentó su inversión en América Latina en los últimos años, construyendo, por ejemplo, el mayor puerto de aguas profundas de la costa del Pacífico de la región en Perú, además de invertir en la refinación de minerales crudos en toda la región.
El hecho de que China pueda trasladar la compra de soya de EU a Argentina es, como escribió Matt Stoller, experto en política de competencia, en su Substack, “una impresionante demostración de poder y disciplina, algo que a los estadunidenses les cuesta ver como tal”.
Sospecho que la administración estadunidense sí lo comprende, y por esa razón está tan enfocada en el rescate, así como en otros aspectos como nuevas alianzas en el sector marítimo. La semana pasada, EU firmó un memorando de entendimiento con Finlandia para construir la friolera de 11 nuevos buques rompehielos, de los cuales, cuatro se van a construir en Finlandia y siete en Estados Unidos, como parte de un esfuerzo por aumentar su presencia marítima en el Ártico.
“Esto fue impulsado en gran medida por el propio Trump”, dijo el presidente de Finlandia, Alexander Stubb, con quien hablé justo después de la firma del memorando. “El Ártico es clave (para Trump), tanto económica como estratégicamente”, señaló.
Nuevos buques, el primero de los que se construirán para 2028, ayudarán a consolidar la presencia estadunidense en medio de una nueva competencia geoestratégica en el Alto Norte. A finales de septiembre, Norad (el comando canadiense-estadunidense responsable de la vigilancia del espacio aéreo norteamericano) interceptó aeronaves rusas en el espacio aéreo de Alaska. Esto subraya la creciente presencia rusa y china en el Ártico, a medida que se intensifican el comercio marítimo, las operaciones de seguridad y la competencia por los recursos naturales en la zona.
Adiós a la doctrina Donroe preventiva. China y sus aliados ya están en el patio trasero de Estados Unidos y, para mantenerlo seguro, EU tendrá que colaborar con sus aliados y apoyarlos. Como nos demuestra todo, desde la construcción naval hasta las guerras de la soya, no se puede actuar solo, ni siquiera en la era mercantilista.