En menos de seis meses, la pandemia de covid-19 transformó el mundo. Pero, ¿al final cuál puede ser el impacto? Nuestra ignorancia sobre esto es casi total. Pero está lejos de ser absoluta. Así que hagamos un balance.
El mundo estaba, debemos recordar, en problemas incluso antes de la pandemia. Hace apenas 12 años, la mayor crisis financiera desde la década de 1930 sacudió la economía mundial. Afectado por la forma como se manejó esto, el posterior malestar económico y la percepción de que el capitalismo estaba en su contra, el público en un conjunto de países de altos ingresos se enojó.
Esta ira se reveló en el referéndum del brexit en Reino Unido y en la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos en 2016. Este último, a su vez, dio un giro en EU a favor del proteccionismo. Este cambio en la percepción que tienen los estadunidenses del mundo se aceleró por la transformación de China en una superpotencia asertiva. Comenzó lo que muchos han llamado “una nueva guerra fría”.
Entonces, surgió covid-19. ¿Qué tanto sabemos de eso ahora?
Sabemos que estamos en medio de la recesión más profunda de la historia en tiempos de paz en los últimos 150 años. Como lo demuestra el Banco Mundial y lo último de la OCDE, el impacto es devastador en todo el mundo.
Sin embargo, el efecto no ha sido igual. Algunos países fueron golpeados con mucho más fuerza por covid-19 que otros, ya sea por su incompetencia, su indiferencia o por su mala suerte. Algunas empresas y personas también fueron golpeadas mucho más fuerte que otras, debido a que sus actividades dependen de un contacto físico cercano o debido a su edad o habilidades. Esto está lejos de ser la misma crisis para todos.
Ahora sabemos que las pandemias de hecho pueden ocurrir. Sabemos que los estados al menos tratan de hacerse cargo cuando esto ocurre. Algo no menos importante, es que sabemos que reunir una respuesta mundial concertada y efectiva es casi imposible en un mundo lleno de demagogos fanfarrones y autócratas seguros de sí mismos.
También sabemos que habrá cicatrices económicas, en la forma de empresas quebradas, capital que no está a la altura de los tiempos y la pérdida de capacidades, y por lo tanto pérdidas a largo plazo en la producción y la productividad. No menos importante, sabemos que muchos países surgirán de la pandemia con déficit y deudas mucho mayores de las que se esperaban anteriormente y que los bancos centrales serán propietarios de una gran proporción de esas deudas.
Sin embargo, también hay muchas cosas que no sabemos.
No sabemos cuándo, cómo o ni siquiera si se logrará tener una vacuna o alguna otra solución para tener un control total de la pandemia. No sabemos cómo va a ser el camino de la recuperación económica. No sabemos qué tan grave será al final el impacto de la pandemia sobre el comercio, las políticas comerciales y las relaciones internacionales.
¿Cómo podría verse el mundo después de la pandemia? Sobre esto sabemos menos. Pero algunas cosas parecen posibles.
Un primer desarrollo probable es un cambio para alejarse de la globalización de las cosas, en favor de una globalización más virtual (aunque también algo que se discute). La integración de las cadenas de suministro estaba disminuyendo antes de la pandemia. Ahora la política se mueve con más fuerza hacia esa dirección.
Un segundo es la adopción acelerada de las tecnologías que prometen una mayor seguridad junto con oportunidades para mayor control social. China está tomando la iniciativa. Pero es probable que otros estados que se sienten con derecho sigan el ejemplo.
Un tercero desarrollo es la política más polarizada. El conflicto ya establecido entre una derecha más nacionalista y proteccionista y una izquierda más socialista y “progresista” parece que probablemente se va a exacerbar, al menos en las democracias de altos ingresos. Estos lados lucharán por lo que debería estar haciendo un estado más asertivo.
Una cuarta realidad es que la deuda pública y los déficit serán mucho más grandes. También habrá poca tolerancia para otra ronda de “austeridad” o reducciones en el nivel o crecimiento del gasto público. Una mayor probabilidad son los impuestos más altos, especialmente sobre los déficit más prósperos y persistentes, financiados, ya sea de forma explícita o de forma implícita, por los bancos centrales.
La realidad final, y la más importante, son las terribles relaciones internacionales. China ha tenido una crisis sorprendentemente buena, al tener en cuenta que en ese país es donde surgió el virus. Pero China también es abiertamente autocrática e internacionalmente asertiva. La fricción con EU, un país dividido y debilitado, parece empeorar, por un futuro indefinido.
Sin embargo, en otros ámbitos somos relativamente ignorantes. ¿Las personas volverán a las vidas que llevaban antes, una vez que se haya controlado la enfermedad por completo? Supongo que regresarán a los restaurantes, las tiendas, las oficinas y los viajes internacionales, pero no del todo. Experimentamos trabajar desde casa y para algunos de ellos funcionó.
Otra pregunta que queda en el aire es qué se hará sobre el papel y la influencia de los gigantes de tecnología. Mi conjetura es que Facebook, Google, Amazon y empresas similares serán puestos bajo control político: a los estados no les gustan ese nivel de concentración de poder privado.
¿Hasta dónde llegará la ruptura de las relaciones internacionales? ¿Habrá hostilidad generalizada y sistemática o, en ocasiones relaciones de cooperación entre China y EU? ¿Dónde encajará Europa?
Por último, ¿qué parte de la economía mundial integrada sobrevivirá? ¿Y la crisis se acelerará, se va a retardar o abandonará gran parte del inadecuado progreso del mundo en la gestión del clima y otros retos ambientales mundiales?
La pandemia está creando una enorme agitación económica y política. A menos que haya una cura temprana, el mundo que surgirá probablemente sea diferente, de una manera importante, y sea aún menos cooperativo y eficaz que el que entró en ella. Sin embargo, este no tiene por qué ser el caso. Tenemos opciones. Siempre podemos elegir las correctas.
Primer desarrollo
Después de la pandemia parece ser posible un cambio para alejarse de la globalización de las cosas en favor de una más virtual.
Segunda realidad
Una adopción acelerada de las tecnologías que prometen una mayor seguridad junto con oportunidades para mayor control social.
Tercer desarrollo
Una política más polarizada. El conflicto entre una derecha más nacionalista y proteccionista y una izquierda más socialista y progresista, quizás se exacerbe en las democracias de altos ingresos.
Cuarto horizonte
La deuda pública y los déficit serán mucho más grandes. También habrá poca tolerancia para otra ronda de austeridad o reducciones en el nivel o crecimiento del gasto público.
Al final
Las terribles relaciones internacionales. La fricción de China con EU, un país dividido y debilitado, parece empeorar por un futuro indefinido.
