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La inteligencia artificial y sus vínculos con la fe

La reacción de los votantes religiosos ante los cambios tecnológicos puede tener repercusiones en las elecciones en EU

Como habrán notado los lectores en mi artículo del FT Weekend sobre el ascenso de la nueva derecha católica, estoy reflexionando sobre cuestiones de fe en relación con el panorama político estadunidense.

En las últimas décadas, Estados Unidos ha sido un país mucho más religioso que Europa. Toda nuestra historia se basa en la libertad de culto. Y si bien el número de feligreses en muchos credos tradicionales, como la Iglesia católica, ha disminuido, existe una tendencia contraria: el aumento de fieles evangélicos en EU. Pero, como explico en mi artículo de fin de semana, los evangélicos suelen seguir la misma línea intelectual que los católicos. Es más, dado que los católicos representan el mayor bloque de votantes religiosos (más de 20 por ciento de los adultos estadunidenses), su influencia política es considerable.

En el artículo de hoy en Swamp Notes, quiero analizar cómo los líderes católicos, junto con los de otras tradiciones religiosas, empiezan a dedicar más tiempo a reflexionar sobre la inteligencia artificial y hacia dónde nos llevará. Antes de su fallecimiento, el difunto papa Francisco reflexionó de manera crucial sobre la necesidad de poner la IA al servicio de la humanidad, y no al revés. Hay rumores de que el nuevo Papa, León XIV, planea escribir su primera encíclica sobre el tema. Líderes religiosos de muchas comunidades ven la revolución de la IA como algo muy similar a la Revolución industrial: un periodo de volatilidad en el que podríamos presenciar importantes disrupciones en los mercados laborales, el trabajo y las estructuras familiares, y el rumbo de la propia religión. La reacción de los votantes religiosos ante estos cambios puede tener grandes repercusiones en las elecciones de mitad de mandato y en las presidenciales.

Me complace contar hoy con la colaboración de Michael Toscano, director de política tecnológica del Instituto de Estudios Familiares (IFS, por su sigla en inglés). Es católico y ha trabajado en exitosas campañas políticas para imponer restricciones de edad al uso de las redes sociales. El IFS también ayudó a elaborar las nuevas propuestas del senador republicano Josh Hawley para establecer restricciones de edad para los compañeros virtuales con IA (que son vistas con bastante escepticismo por muchos votantes religiosos, por no mencionar a muchos otros). Michael preside una mesa redonda semanal donde economistas, filósofos, legisladores y académicos de diversos ámbitos se reúnen para debatir la intersección entre los problemas actuales y las creencias y tradiciones religiosas.

Últimamente me pregunto qué partido en EU tiene la sartén por el mango en lo que respecta a controlar a las grandes tecnológicas. Me entusiasmó el enfoque de la administración Biden, el llamado “Nuevo Brandeis”, en materia de derecho antimonopolio, que buscaba recuperar el debate sobre el poder en la economía política, en un ámbito que —al menos durante las últimas décadas— había sido más bien aislado y tecnocrático, centrado en cómo abordar los monopolios empresariales. Hasta que la administración Biden asumió el poder y nombró a figuras como Lina Khan en la Comisión Federal de Comercio (FTC, por su sigla en inglés) y Jonathan Kanter en el Departamento de Justicia (sin mencionar a Tim Wu como asesor en la Casa Blanca), la ley partía de la premisa de que si los precios de los bienes y servicios de consumo bajaban, no existía ningún problema de monopolio en el sector tecnológico ni en ningún otro.

La administración Trump ha estado en ambos lados del debate sobre las grandes compañías de tecnología. J. D. Vance, cercano a titanes del sector de tecnología, como Peter Thiel, ha elogiado a Khan. En ocasiones, el actual gobierno estadunidense ha criticado el poder monopólico de Silicon Valley. Sin embargo, el propio Donald Trump llenó la primera fila de su ceremonia de toma de protesta con los líderes de las mayores corporaciones tecnológicas de Estados Unidos. La Casa Blanca también amenazó a Europa con mayores aranceles si Bruselas intenta controlar a las grandes compañías estadunidenses de tecnología, y en el conflicto de grandes potencias con China, considera a las compañías de tecnología de EU como “campeonas nacionales”.

Todos sabemos que los algoritmos influyen en la mayor parte de lo que vemos y leemos, así como en cómo compramos, realizamos transacciones bancarias, buscamos pareja e incluso votamos. También sabemos que ambos partidos reciben mucho dinero de las grandes compañías de tecnología de sus actividades de cabildeo, e incluso los esfuerzos bipartidistas para regularlas siguen sin lograr frenar su poder. La administración Trump cuenta con dos grupos de interés divergentes: los libertarios de las grandes compañías de tecnología, que apoyan las reducciones de impuestos y el enfoque de baja regulación del presidente, y el lado de los MAGA, preocupado por el control algorítmico. Mientras tanto, los líderes religiosos comienzan a presionar para que se establezca un marco regulatorio que distinga entre el trabajo humano y el de la inteligencia artificial, y que controle cómo interactúan los niños con la IA.

Michael, mi pregunta es: ¿qué preocupaciones escuchas de los participantes en tu mesa redonda sobre las grandes compañías de tecnología y la IA? ¿Qué implicaciones prácticas crees que puede tener en las elecciones de mitad de mandato y en las presidenciales? En tu opinión, ¿qué partido tiene la ventaja en el control de los que dominan la tecnología?

Lecturas recomendadas

-Un extenso artículo de The New York Times sobre las raíces libertarias de las criptomonedas te cuenta todo lo que necesitas saber al respecto.

-¿Ross Douthat habla sobre Taylor Swift en The New York Times? ¡Por supuesto! No estoy de acuerdo con todo lo que dice (para ser honesta, este es el primer álbum suyo que realmente me ha enganchado), pero me encanta la combinación de columnista y tema.

-Peggy Noonan, siempre sensata, con su opinión en The Wall Street Journal.

-En Financial Times, me sumo totalmente a la oda de Elif Shafak a Estambul, mi ciudad favorita.

Michael Toscano responde

Hola, Rana, gracias por invitarme a reflexionar sobre algunas de las cuestiones más importantes de nuestro tiempo. En mi opinión, el partido político que desarrolle una respuesta coherente a las amenazas de la inteligencia artificial sin control —para nuestros hijos, nuestro trabajo, nuestra vida cotidiana y nuestro lugar en el orden político e incluso cósmico— se alzará como la fuerza electoral dominante en este país. Más aún, la gente en general —izquierda y derecha, religiosa y laica, élite y marginada— recurrirá cada vez más a las tradiciones religiosas en busca de un lenguaje público común para comprender la naturaleza de la IA y cómo debemos responder a ella, tanto espiritual como políticamente.

No llego a estas conclusiones a la ligera, ni pretendo minimizar los riesgos inherentes a ese tipo de desarrollos. Pero al compararla con la alternativa (es decir, una IA sin gobierno político ni límites espirituales), una gran parte de la población, superando las divisiones arraigadas, verá en la religión con vocación de servicio público y en una política vigorosa que los proteja de la inteligencia artificial la opción que tiene menor riesgo y, de hecho, más unificadora. La intensa curiosidad que despierta la encíclica del papa León XIV sobre el tema, creo, de la que hay tantos rumores, será una manifestación temprana de este cambio.

Esto no solo es un retroceso en el compromiso histórico con la política secular, sino más bien una señal del fracaso de las categorías seculares ante la propia inteligencia artificial. Este fracaso es inevitable, porque el secularismo socavó fundamentalmente nuestra capacidad de articular de manera colectiva por qué no se debe permitir que las grandes compañías de tecnología obliguen a nuestros hijos a —como dijo Sam Altman— “fusionarse” con la “inteligencia digital” o solo “desvanecerse” de la historia como una rama marchita y superada de un “árbol evolutivo”. En el fondo, sabemos que ambas opciones son bárbaras y equivocadas, pero nos cuesta expresar con más detalle su error.

También sabemos que otorgarles a los directores ejecutivos de las grandes compañías de tecnología ese tipo de poder sobre nosotros equivale a convertirlos en dioses, y es evidente que estos dioses no nos ofrecen un futuro. Por eso muchos se encuentran de repente perplejos ante su apertura a un conjunto de creencias antiguas que creían haber superado de manera definitiva. Ahora, después de tanto tiempo, estos sistemas de creencias ancestrales parecen ofrecer la posibilidad de algo más esperanzador y, a la vez, intrínsecamente divino.

Pero estos directores ejecutivos no son dioses, a pesar de sus mejores esfuerzos. Como tú y como yo, son simples mortales. Y así, aunque nuestra mesa redonda interreligiosa aborda temas como los anteriores, también recurrimos a la política, uno de los principales medios por los que se decidirá esta lucha. Sin duda, muchos grupos ofrecieron asesoría de expertos sobre la nueva Ley Guard de Hawley, un proyecto de ley bipartidista que exige la verificación de edad para acceder a asistentes virtuales con inteligencia artificial, pero el mérito le pertenece ciento por ciento a él y a sus valientes colegas, los senadores Richard Blumenthal, Katie Britt y Chris Murphy, quienes copatrocinaron el proyecto.

Nuestras encuestas en el Instituto de Estudios Familiares muestran la abrumadora popularidad de esta legislación. En una encuesta reciente con YouGov, le preguntamos a 2 mil estadunidenses en edad de votar si el Congreso debía dar prioridad a “impedir que los estados aprueben sus propias leyes de IA que podían… frenar el crecimiento de la industria” o aprobar legislación para proteger a los niños de los chatbots con inteligencia artificial. Por un margen de 9 a 1, tanto los votantes de Trump como los de Kamala Harris quieren que el Congreso dé prioridad a la protección de los niños sobre el crecimiento de la industria.

Me preguntas qué implicaciones tendrá la inteligencia artificial en las elecciones de mitad de mandato y en las presidenciales. La verdad es que no lo sé. Como muestran las encuestas anteriores, el pueblo estadunidense está unido en su deseo de que los legisladores regulen a las compañías de IA. Pero a corto plazo, mucho depende de cuándo y si estalla la burbuja de la inteligencia artificial, si caemos en recesión y si el presidente Donald Trump logra desvincularse de las grandes compañías de tecnología por haber defraudado al pueblo estadunidense con falsas promesas de prosperidad generalizada. En otras palabras, ¿el Partido Republicano podrá reactivar su faceta populista antes de que los demócratas tomen el relevo? Ya veremos. La fragmentación dentro del Partido Demócrata es tan profunda que su victoria en este tema no está garantizada en absoluto, incluso si la nueva alianza de la administración Trump con las grandes compañías de tecnología es demasiado arraigada como para rechazarla.

Sin embargo, soy conservador, y siempre lo he sido, así que espero que el presidente recuerde a los que lo llevaron a la Casa Blanca. Lo alentaría a que se fijara en Hawley para encontrar una hoja de ruta coherente a seguir, para responder a la crisis de la inteligencia artificial forjando un consenso bipartidista que reconozca que el futuro pertenece a todos los estadunidenses —de hecho, a toda la humanidad— y no solo a los falsos dioses de Silicon Valley.

Existe el potencial para una visión unificadora sobre la regulación de las empresas de inteligencia artificial. Ojalá que alguien la adopte.


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@The Financial Times Limited 2025. Todos los derechos reservados . La traducción de este texto es responsabilidad de Milenio Diario.

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