Internet se está inundando de basura genérica. Desde conejitos saltando en trampolines hasta “Jesús camarón” —un género extraño que fusiona imágenes religiosas con cuerpos de crustáceos—; en las redes sociales abundan textos, videos e imágenes mecánicas generados por inteligencia artificial (IA), pero tápense los oídos, porque pronto puede ocurrir lo mismo con las listas de reproducción de música.
Spotify, que afirma tener alrededor de 700 millones de usuarios activos mensuales, anunció que se vio obligado a eliminar de su plataforma 75 millones de canciones tipo spam generadas por IA debido a un aumento repentino en los últimos 12 meses. En el servicio de streaming francés Deezer, más de 28 por ciento de las canciones que se suben a su plataforma cada día son generadas por inteligencia artificial, frente a 10 por ciento en enero.
Esto marca una evolución en la forma en que la tecnología afecta a la industria musical. En el pasado se utilizaba para engañar a los algoritmos de streaming. Los estafadores subían una pequeña cantidad de pistas a las plataformas musicales y hacían que bots automatizados reprodujeran el contenido repetidamente para generar pagos de regalías, pero esto era fácil de detectar.
Sin embargo, ahora la IA empieza a generar contenido difícil de distinguir del de artistas humanos. La banda de rock indie The Velvet Sundown acumuló millones de reproducciones en Spotify hasta que se reveló que no es real y que su música está generada por inteligencia artificial.
Esto plantea varias preocupaciones para la industria de la música, que tiene un valor de 105 mil millones de dólares. Una de ellas es el fraude descarado: presentar pistas como creaciones auténticas de un artista cuando no lo son. Las herramientas de generación de canciones con IA, similares a ChatGPT, como Suno y Udio, permiten a cualquiera crear una canción al estilo de Taylor Swift con solo pulsar unas teclas. En este caso, al menos, las leyes de infracción de derechos de autor pueden ofrecer una protección verosímil.
Un problema más complejo es qué sucede cuando las herramientas de generación musical con IA, entrenadas con millones de pistas humanas, producen en masa música similar a la que hacen los seres humanos. Esto no es tan malo para las plataformas de streaming: se les incentiva a maximizar el tiempo de reproducción y les preocupa menos a quién se escucha. Sin embargo, puede marginar a las compañías musicales existentes y a los artistas humanos, sobre todo donde el contenido no es original o donde la comunidad de fans está menos comprometida.
La industria deberá ser proactiva. Las discográficas pueden intentar crear sus propios artistas de IA. Mientras, para sus recursos humanos, los eventos en vivo y los conciertos cobrarán aún más importancia; estos ya representaron alrededor de un tercio de los ingresos de la industria musical mundial el año pasado, según un análisis de Goldman Sachs.
Deberán llegar a un acuerdo con las compañías de inteligencia artificial, por ejemplo, permitiéndoles acceder a la música con fines de entrenamiento a cambio de una tarifa de licencia, o de alguna manera generando pagos cuando el contenido generado por IA se base en sus catálogos anteriores.
Según informes, Universal Music y Warner Music ya evalúan este tipo de acuerdos. La cuestión no es si llegan a un trato sobre el trabajo de sus artistas, sino si pueden evitar venderlo por una canción.