Sin esperar más, apenas se conocieron los primeros sondeos de salida de las urnas a primeras horas de la noche del pasado domingo, Vladímir Putin y su primer ministro, Dimitri Medvedev, se hicieron presentes en la sede de Rusia Unida para anunciar a dúo la victoria de su partido en las elecciones legislativas. "El resultado es bueno", se congratuló el jefe de Estado, felicitándose por el resultado obtenido, "a pesar de los problemas en el país". "Podemos decir claramente que nuestro partido ganó", agregó a su lado Medvedev, presidente de Rusia Unida. El partido que domina de forma continua la vida política rusa desde el arribo al poder de Putin, hace 16 años, obtuvo la mayoría absoluta con más de 53% de los votos.
Según las primeras proyecciones, Rusia Unida obtendría 76% de los 450 asientos de diputados en la Duma, la cámara baja del parlamento, mejorando así su marca respecto del escrutinio de 2011, en el cual el partido obtuvo 49.3% de votos. Muy lejos, las demás formaciones leales al Kremlin, ellas mismas instaladas en el paisaje desde los años de 1990, comparten el resto de los sufragios. El partido LDPR del ultranacionalista Vladímir Jirinovski superaría por poco al Partido Comunista de Guennadi Ziugánov. El partido más reciente, Rusia Justa, logro poco más de 6 por ciento. La votación, anticipada tres meses, no dio ningún chance a los demás partidos.
Sobre los 14 partidos en liza, ninguno ha salido de la oposición llamada "fuera del sistema", desunida y vilipendiada por los medios pro-Kremlin, no sobrepasaron la barra del 5% necesario para esperar entrar en la Duma. En una circunscripción de Moscú, Piotr Tolstoi, periodista de la primera cadena de tv y descendiente del ilustre escritor León Tolstoi, que busca encarnar el nuevo rostro de Rusia Unida, fue en cambio elegido con más de 51% de votos por delante de su competidor comunista.
Estas elecciones constituyen el primer test electoral desde la anexión de Crimea por Rusia en 2014. Son sobre todo las últimas antes de las presidenciales de 2018, que abren además el camino a Vladímir Putin para volver a presentarse y dirigir si lo logra el país hasta 2024.
Una mayoría de los 110 millones de ciudadanos llamados a las urnas desdeñaron los comicios. Según la Comisión Central Electoral (CCE), la tasa de participación fue de 47.9% contra 60% en 2011. Desde 1993, fecha de las primeras elecciones legislativas organizadas después de la desintegración de la entonces Unión Soviética (URSS, 1991), es la más débil participación jamás registrada. Tanto en Moscú como en San Petersburgo, las dos principales ciudades del país, la abstención fue más marcada que en el resto del país, señal de un descontento real en Rusia tras 18 meses de recesión. Persuadidos de que su voto no pesaría demasiado, numerosos electores prefirieron abstenerse.
Ante las críticas por el relleno de urnas, la presidenta de la CCE, Ella Pamfilova, dijo: "Tenemos la absoluta certeza de que las elecciones se desarrollaron de manera totalmente legítima".
"El partido en el poder ha destruido la estabilidad elemental y dividido a la sociedad", reaccionó por la noche y de muy mal humor Guennadi Ziugánov, el líder de los comunistas.