Internacional

Niños cubanos y la añoranza de volver a la normalidad tras el coronavirus

Miles de niños en la isla no alcanzan a comprender la dimensión de la crisis sanitaria por la pandemia, lo único que tienen claro es que deben de cumplir con el encierro, esperando que pronto regrese la normalidad a sus vidas.

Los niños, con su candidez congénita, han devenido héroes en la lucha contra el coronavirus en Cuba, sin que nadie aún se atreva a pronosticar cuánto los marcarán 80 días de encierro.

“Suman 242 los menores de edad cubanos que han enfermado desde que comenzó la epidemia, aunque no ha fallecido ninguno. Los que se mantienen ingresados evolucionan satisfactoriamente y 212 han sido curados”, de acuerdo con el más reciente parte oficial.

No puedo salir por el coronavirus”, dijo a MILENIO Juan Karlos S. Rodríguez, de 7 años, quien junto con su perro Lucas, 2 años, mira a la calle desierta desde el portal de su casa.

El, como sus amigos, no alcanza a saber la dimensión exacta de lo que dice y sucede en el barrio y en su escuela, pero cumple el encierro añorando desde muy adentro la vuelta a la normalidad.

En la isla está prohibido que los niños salgan a las calles, incluso de las manos de los mayores. “No hay otra manera de prevenir el contagio y son los padres quienes deben evitar los contactos con otras personas aunque sean parientes”, asegura el doctor Francisco Durán, principal especialista en epidemiología del país.

El curso escolar está suspendido y Juan Karlos, como los demás muchachos, trata de mantenerse al día mediante las clases que por la tv pública transmite el ministerio de Educación para todos los niveles de enseñanza.

A veces juega desde el patio o el portal, distancia y cercas de por medio, con un par de amigos, y hasta ha soñado que “el coronavirus está en mi cuarto”, según gritó a sus padres cierta noche. Otros niños en apartamentos pequeños o cuartuchos, quizá la mayoría, pasan peor la cuarentena obligatoria.

Juan Karlos dice que está aprendiendo de un tirón las tablas de multiplicación (se encuentra enredado en el 6 x 9), y embullado por su padre ha aprendido a sembrar tomates y calabaza en el patio, y también a freír papas.

Desde antes de comenzar la epidemia, el 11 de marzo, la isla registraba una aguda escasez de alimentos que ha ido profundizándose a la par de la epidemia y nadie, ni los adivinos de lujo, se arriesga a pronosticar el futuro.

Pero él tampoco sabe de eso, son sus progenitores los que corren para mantenerlo alimentado y feliz; son ellos transformados en maestros y hasta en payasos quienes lo entretienen. Por estos días buscan mascarillas sanitarias en abundancia con vista al reinicio del curso escolar en septiembre.

Este es otro de los dramas de la pandemia. Padres e hijos son héroes anónimos, en tanto los sicólogos no se ponen de acuerdo en pronosticar cómo será el futuro.

La crisis económica de los años 90 del siglo pasado en Cuba, cuando los apagones oscilaron entre ocho y 16 horas diarias y se soñaba con comida, hizo de los niños de entonces una generación pragmática, más interesada en el consumo que en la espiritualidad de la vida. Está por ver lo que sobrevivirá al encierro actual.


jamj

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Manuel Somoza
  • Manuel Somoza
  • Presidente de CI Estrategias por Somoza Musi. Ejecutivo con más de cuatro décadas de experiencia en el sector financiero. Es economista de la Universidad Anáhuac y tiene una maestría en Finanzas del Tec de Monterrey.
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