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  • Renuevan devoción con mural de la Virgen de Guadalupe en La Laguna

En La Laguna, renuevan devoción con mural de la Virgen de Guadalupe. (Verónica Rivera)

El artista urbano Snick Montes plasmó su interpretación de la Morenita del Tepeyac.

En Torreón, basta caminar unas cuantas cuadras por los barrios más viejos para comprender que la Virgen de Guadalupe no sólo es un símbolo religioso: es un rostro íntimo de la ciudad. 

MILENIO fue testigo de que no importa si el muro pertenece a una vivienda antigua, a un negocio improvisado o a la barda de un lote baldío: la Guadalupana se asoma entre capas de pintura, entre grafitis que resisten la intemperie y entre esa textura polvosa que deja el viento del lecho seco del río Nazas.

Su presencia es un recordatorio cotidiano de que la fe popular no sólo se profesa: se mantiene viva en los muros, en las calles y en los colores del barrio.

En colonias como Valle del Nazas, esa presencia se vuelve una especie de calendario emocional. Año tras año, un nuevo mural guadalupano aparece en alguna esquina del sector. No se trata sólo de renovar una imagen: cada artista que se acerca deja un trazo distinto, una sensibilidad nueva, un diálogo entre tradición y modernidad que permite que la fe se reinvente sin perder su raíz. 

En ese barrio, donde los vecinos se reconocen por apodos y la identidad colectiva se defiende entre fiestas patronales, solidaridad y resistencia urbana, la Virgen es un faro espiritual que se actualiza con cada generación.

Este diciembre, el relevo artístico fue asumido por el muralista y tatuador Marcos David Gurrola Montes, mejor conocido como Snick Montes, quien aceptó el encargo de darle un nuevo rostro a la Morena del Tepeyac. Y lo hizo con un giro inesperado: una Virgen de Guadalupe en blanco, negro y gris, joven, con trazos que remiten al tatuaje y una estética cercana al estilo chicano.

La obra, instalada en el territorio de los llamados Vallelocos, sorprendió a los vecinos no por la audacia gráfica, sino por la manera en que la imagen captura la devoción del barrio sin renunciar a la personalidad del artista. Una reinterpretación que, lejos de romper con la tradición, la actualiza y la expande.

Un mural urbano de la Virgen de Guadalupe, realizado por el artista Snick Montes en Valle del Nazas, renueva la devoción guadalupana y la identidad comunitaria
Marcos David Gurrola Montes, mejor conocido como Snick Montes. (Verónica Rivera)

Un encargo nacido del barrio

“Me invitó un amigo, mi compadre Ariel. Sabía que yo pinto caracteres, rostros, y me dijo que tenían una chamba”, declaró a MILENIO Snick, sentado frente al muro donde comenzó todo. Para él, la propuesta fue un reto emocional y artístico: debía respetar la esencia de la Guadalupana, pero también dejar un sello propio, una identidad que no se disolviera ante el peso simbólico de la imagen religiosa.

Pintar a la Virgen no es cualquier cosa, mucho menos en un barrio donde la devoción se vive en comunidad y donde cada detalle de un mural puede convertirse en tema de conversación durante semanas.

Por eso, Snick decidió romper con los colores tradicionales del verde, el rojo y el dorado, y apostar por la escala de grises que domina su trabajo como tatuador. Esa paleta limitada, más íntima y más cruda, le permitió construir una figura juvenil, de mirada suave, pero firme, que conecta con las nuevas generaciones sin traicionar el respeto que inspira la imagen original.

“Me gusta mucho trabajar negro y gris, siento que le da una imagen diferente. Quería que se viera joven, con un aire chicano, de barrio… pero que siguiera siendo la Virgen de Guadalupe”.

La propuesta no fue un capricho estético, pues en Valle del Nazas existe una tradición comunitaria: cada diciembre, los vecinos renuevan el mural guadalupano del barrio. Cambia la mano que pinta, cambia el estilo, cambia el discurso visual, pero nunca cambia la intención: honrar a la Virgen de Guadalupe desde la identidad propia del sector. Esa libertad creativa fue, para Snick, una puerta abierta para experimentar sin dejar de pertenecer.

Un mural urbano de la Virgen de Guadalupe, realizado por el artista Snick Montes en Valle del Nazas, renueva la devoción guadalupana y la identidad comunitaria
“Me invitó un amigo, mi compadre Ariel. Sabía que yo pinto caracteres, rostros, y me dijo que tenían una chamba”. (Verónica Rivera)

Pintar bajo la mirada de todos

A diferencia de otros trabajos murales, donde el artista puede avanzar en silencio y soledad, en Valle del Nazas el proceso es compartido. Las personas pasan, observan, opinan, preguntan, ofrecen agua, refrescos, comida. El muralista deja de ser un invitado y se convierte, por unos días, en parte de la vida cotidiana del barrio.

“Sí se acerca la gente del barrio. Te preguntan, te dan agua, te hacen sentir parte de ellos”, cuenta Snick, quien explica que ese acompañamiento transforma el acto de pintar en un ritual comunitario.

La imagen que queda en la pared no es sólo del artista, sino de todos los que la vieron nacer, crecer y completarse bajo el sol.

“Fue muy chido… se hace ameno el proceso. Lo disfrutas”, comenta todavía sorprendido por la calidez barrial. En una obra de gran escala, el disfrute se convierte en motor: horas de trabajo se hacen llevaderas cuando el entorno dialoga contigo.

A sus 33 años, Snick acumula un camino donde se mezclan el grafiti, los murales y el tatuaje. Aunque admite que no es un devoto habitual, ha tatuado varias imágenes de la Morenita del Tepeyac y otras referencias religiosas en pieles que buscan llevar su fe a flor de tinta. Sin embargo, nunca había pintado una Guadalupana con pintura en aerosol y a gran formato.

“Con aerosol es otra cosa. Me divierto mucho pintando”, dice con una sonrisa que revela la satisfacción del trabajo cumplido.
Un mural urbano de la Virgen de Guadalupe, realizado por el artista Snick Montes en Valle del Nazas, renueva la devoción guadalupana y la identidad comunitaria
“Me gusta mucho trabajar negro y gris, siento que le da una imagen diferente".(Verónica Rivera)

La Virgen según el barrio

La imagen monocromática que ahora acompaña a los Vallelocos no pretende reemplazar a la Guadalupana tradicional: la prolonga. Es una continuación natural de una fe que se adapta al tiempo en que vive sin romper sus raíces. En una ciudad como Torreón, donde lo urbano convive con lo sagrado y donde los muros son archivos de memoria colectiva, estas reinterpretaciones funcionan como espejos del propio barrio: cambiantes, resistentes, rebeldes y profundamente afectivos.

La fuerza cultural de estos murales radica en que no se imponen: nacen desde adentro. No son obras pagadas por instituciones ni montajes decorativos; son gestos comunitarios que consolidan la identidad de una colonia. Una Guadalupana pintada en la esquina puede ser, al mismo tiempo, devoción, pertenencia, intervención urbana y consuelo ante las dificultades cotidianas. Es un ancla emocional que sostiene al barrio en tiempos de incertidumbre.

Cada diciembre, cada trazo, cada artista invitado reafirma que en La Laguna la fe no se limita a los templos: también se pinta, se camina, se mira y se hereda.

Un mural urbano de la Virgen de Guadalupe, realizado por el artista Snick Montes en Valle del Nazas, renueva la devoción guadalupana y la identidad comunitaria
La Guadalupana muralista es un recordatorio de que la colonia tiene corazón, historia y devoción propia. (Verónica Rivera)

En Valle del Nazas, la Guadalupana muralista es un recordatorio de que la colonia tiene corazón, historia y devoción propia. Y en esa larga conversación entre muros y creencias, la versión de Snick Montes ya forma parte del paisaje emocional del barrio. Una Virgen de comunidad, nacida entre risas, sombras y aerosoles, bajo la mirada curiosa de quienes, al verla, confirman que su fe también evoluciona, respira y pertenece al lugar donde viven: una pintura sacra de barrio, en blanco y gris, pero profundamente viva.

e&d

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Alejandro Castañeda Alvarado
  • Alejandro Castañeda Alvarado
  • Reportero de a pie; egresado de Ciencias de la Comunicación de la FCPyS -UAdeC. Criado entre La Laguna y Zacatecas; hincha de Santos, músico frustrado y contador de historias desde la trinchera del periodismo.
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