La escuela telesecundaria José María Morelos, de la comunidad de el Nuevo Caracol, lució vacía este lunes. No hubo feliz regreso a clases, sólo los residuos de un enfrentamiento a balazos que comenzó el sábado y concluyó la mañana del domingo.
En esta localidad del municipio Heliodoro Castillo,en Guerrero, los libros de texto y las lapiceras fueron sustituidos por casquillos de balas y residuos de bombas que fueron lanzadas desde drones.
El jardín de niños se convirtió en dormitorio de guardias comunitarios que llegaron desde Tlacotepec, y la primaria, en una bodega para almacenar despensas del DIF estatal, la única ayuda que ha recibido está comunidad desde que comenzaron a ser atacados en mayo pasado por la organización criminal 'La Familia Michoacana.'
Se abrieron las escuelas que habían sido cerradas desde el confinamiento y la pandemia de Covid-19 y desde temprano hubo comités de padres de familia, pizarrones y pupitres listos para ser utilizados. Pero no hubo nadie quien pudiera enseñar a leer y escribir.
En los altavoces públicos sólo se escuchó una y otra vez el mensaje enviado desde la capital: "Los maestros no harán acto de presencia", que se acompañó con la molestia de las madres y padres.
"Iban a venir hoy, pero no se presentaron; nada más mandaron decir que Dios los bendiga y ya. Y nosotros queremos que nuestros hijos tengan clases", confía a MILENIO la señora Carolina, madre de cuatro menores en edad escolar.
En los pizarrones de las aulas aún se puede leer la fecha 13 de marzo 2023, último día que fueron utilizados para enseñar las vocales. Aquel día subieron, dejaron tarea y se volvieron a marchar, aunque es prácticamente imposible tomar clases a distancia, pues son pocos los que tienen internet.
"Quieren que les estemos mandando por línea y habemos unos que no tenemos dinero para estar comprando fichas de celular... tienen que presentarse sino que digan para mandar por otros", reclama la señora Carolina.
La otra alternativa es un viaje de tres horas hasta la cabecera municipal en Heliodoro Castillo.
"De por sí no tenemos dinero para estar moviéndonos, necesitamos salir de aquí... ida y vuelta nos cobran $300, imagínese.. diario", acusa.
Aurelio Catalán, Comisario Ejidal de El Nuevo Caracol detalla que precisamente este lunes desde el gobierno de Guerrero, les prometieron un maestro que finalmente no llegó;
"¿Qué pasó con eso? Él prometió que iban a venir", es el reclamo.
Este fin de semana se repitieron los ataques a balazos, ahora golpeando el sistema eléctrico y dejando a una buena parte de la comunidad sin luz y sin internet.
"Esta vez que nos atacaron nos quitaron la luz y por donde yo vivo no tenemos bomba para el agua, tampoco para tomar, y al río tenemos miedo de ir porque para allá están tirando. No somos libres ni de salir al patio", advierte Patricia, madre de cuatro menores, dos de secundaria y dos de primaria.
Los agujeros de bala calibre 50 decoran puertas, paredes y techos. No hay casa que no tenga un daño registrado. La desconfianza en los extraños es cada vez más latente.
Los menores juegan a levantar casquillos percutidos o contar los agujeros en las paredes. Y una vez que llegan a la adolescencia, la única vocación está en portar un 'erre' o un 'cuerno' para defender su tierra.
"Ellos sí me han preguntado 'mamá ¿por qué pasa esto, por qué nos están tirando? si nosotros no peleamos con nadie'.. y pues es lo que nos tocó... hay que asumir la responsabilidad si es pleito de ellos... pero nuestros hijos van creciendo en su mente y con eso se van.
"Ahorita no hablan de otra cosa que vamos a jugar que un cincuentazo... una ráfaga... una bomba", lamenta Patricia.
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