“Aquí —dice la señora Olivia, de 64 años, señalando las paredes vacías de su pequeña casa— faltan los diplomas de mis nietas que están estudiando ahorita su carrera. Ya no tengo nada. Es lo que me duele, porque un ropero, si Dios me da vida, lo puedo volver a comprar, una cama también, pero los recuerdos no se compran con nada”.
Esta mujer vive a pocos metros del río Pantepec, en Álamo, Veracruz, que hace un mes se desbordó por las intensas lluvias, pero salió a tiempo para salvar la vida, porque en esta zona baja del municipio, el agua sobrepasó los tres metros.
La lluvia se llevó todo… hasta sus recuerdos
Su esposo alcanzó a treparse a un árbol junto con su perro y pasó ahí dos días y algunas horas antes bajar.
Aunque la pequeña casa de la señora Oliva García, con patio de tierra, se mantuvo en pie, perdió todos sus muebles, sus trastes y muchos objetos personales.
Perdió también sus medicinas para las enfermedades que tiene: la de taquicardia, la de cirrosis hepática que extrañamente le diagnosticaron pese a que no bebe alcohol.
Además, los techos de lámina de sus habitaciones quedaron doblados e inservibles y no se puede dormir en los cuartos porque se mete el agua cuando llueve.
Pero lo que más le duele es la pérdida de todos sus recuerdos y sobre todo, las pertenencias de uno de sus hijos, que murió este año, el 10 de mayo, el día de las madres.
Él vivía en un cuarto junto a ella y allí, su mamá, conservaba fotos y objetos personales.
“Mis sentimientos están encontrados… porque no tengo recuerdos. Tan solo de mi hijo que falleció, no tengo nada. Aquí estaba su casa, tenía todo: perfumes, ropa, zapatos, fotos. Ahorita no tengo nada. Los recuerdos, eso es lo que me duele más a mí”, dice la mujer.
Álamo, entre tristeza e incertidumbre
En Álamo, las calles ya no tienen lodo fresco. Ya no hay colonias con el fango o el agua a las rodillas, como duraron varios días. Hay una capa de tierra café que cubre toda la ciudad. Pero lo que más hay, que no se ve, pero se siente, es una tristeza que se refleja en los rostros de la gente.
El panorama no ayuda, es lúgubre, es color sepia.
Todo tiene residuos de ese lodo que los invadió por semanas enteras. La población intenta reponerse, volver a trabajar, pero les faltan muchas cosas.
“Lo que más urge es medicamento, porque hay farmacias que todavía no están al cien por ciento instaladas; unas fueron afectadas y otras fueron saqueadas”, explica Víctor Vargas, comerciante que lamenta que no haya apoyo gubernamental para los vendedores ambulante como él, que perdieron mercancía pero también clientes, pues la gente no tiene dinero.
“En lo particular, medicamento para gente diabética, para niños; ha habido ahorita casos de dengue, las lluvias trajeron mucho criadero de mosquitos, han estado fumigando, pero fumigan y como a la hora otra vez hay mosquitos”, añade mientras ayuda a su amigo Pánfilo Fernando a arreglar el rin de su triciclo con el que vende elotes y otros alimentos, pero que el agua de la inundación arrastró y dañó.
Su motocicleta quedó bajo el agua y también se descompuso.
Pero las cosas no han estado del todo bien, pues a la gente le falta dinero por lo que perdió y por lo que debe reponer y no compra antojitos como antes y por eso, el hombre opina que debería haber un apoyo gubernamental para los vendedores informales.
“Sí nos han ayudado con despensas u otras cosas, pero en este caso, el comerciante ¿dónde queda? Yo trabajo con la moto, son gastos que vienen, tan solo en la moto, ya ahogada, ya no quedó igual y hay que meterle dinero”, lamenta.
A un mes, en Álamo celebran que ya no haya lodo y puedan caminar y vivir, pero no están completos.
“Estuvimos casi como veinte días entre lodo, que caminabas y no sabías ni para dónde pisar, porque todo era lodo; gracias a Dios hubo apoyo de mucha de mucha gente de fuera, municipios foráneos, porque, desafortunadamente, la Presidenta de aquí no sé si no se enteró que su municipio se inundó, pero la verdad no tuvimos apoyo del municipio”, dice Víctor Vargas, quien también lamenta que para trabajadores informales como él no hay apoyo para reactivarse.
En Álamo, el lodo se fue, pero se quedó la tristeza y la incertidumbre.
IOGE