Diversos eventos trágicos en el estado son testimonio de la importancia de construir ciudades resistentes ante las adversidades, que sean capaces de soportar y prevenir los riesgos naturales y antropogénicos que puedan ocurrir.
En teoría, el Atlas de Riesgo del Estado sirve como una herramienta para conocer los peligros que existen en cada municipio y, con base en ello, tomar precauciones al momento de urbanizar, sin embargo, la realidad es distinta.
Por ejemplo: las construcción de desarrollos en zonas con riesgo de deslave, la polémica práctica del fracking y su presunta repercusión en el aumento de temblores en el estado, las inundaciones por falta de drenaje pluvial y los socavones, han prendido focos rojos por sus consecuencias.
El historial de deslaves en San Pedro Garza García no son coincidencia, ya que el Atlas de Riesgo del estado señala que los riesgos geológicos en la zona son por desprendimientos de rocas.
Asimismo el Atlas de Riesgo sampetrino indica que se pueden presentar volteos (es decir, rocas expuestas con riesgo de desprendimiento) en 40 por ciento del área total de la sierra de Las Mitras, y 20 por ciento de deslizamientos en la Sierra Madre Oriental, así como deslaves en la Loma Larga.
Los registros hemerográficos dicen que en septiembre de 2016 el deslave de una pared de concreto de una obra sobre Vasconcelos causó la muerte de dos personas. Además, los deslaves en Chipinque son recurrentes.
Los riesgos hidrometeorológicos tampoco deben subestimarse, pues toda el área metropolitana de Monterrey se encuentra en su totalidad dentro de la región hidrológica de río Bravo y la cuenca del río San Juan, por la que desembocan diversos cauces y escurrimientos hacia la ciudad.
El documento establece que el nivel de absorción es muy bajo debido a que las áreas verdes son reemplazadas por concreto, el cual es impermeable y no permite la salida del agua, causando accidentes y daños a la carpeta asfáltica.
“Los encharcamientos afectan en diversos grados las vialidades urbanas, son una importante causa de accidentes automovilísticos con los obvios daños en la integridad física y a la economía de los involucrados. También afectan de manera relevante a la infraestructura de parques, paseos y áreas peatonales”, menciona.
Las lluvias de la semana pasada dejaron en evidencia la falta de preparación de los municipios ante los riesgos hidrometeorológicos, pues el agua abrió socavones en diversos puntos, y en uno de ellos una mujer perdió la vida.
Sobre el riesgo de derrumbes por sismos, los especialistas han advertido un aumento en las secuencias de temblores, pues, desde que comenzó a medirse la actividad sísmica en Nuevo León, a partir de 2006, se detectó un repunte de temblores que perduró por tres años, ya que de 2011 al 2012 aumentó de 2 a 87 eventos, después en el 2013 fueron 78, en el 2014 otros 79 y en el 2015 bajó a 28.
A partir del 2016 los sismos disminuyeron a 22 y en lo que va del 2017 se tiene registro de 14.
En total se han detectado 321 eventos de este tipo a la fecha, en donde el temblor de mayor magnitud fue de 4.5 y el menor de 1.9 en la escala de Richter, según información de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).
Juan Manuel Rodríguez, jefe del Departamento de Geohidrología y Geofísica del Instituto de Ingeniería Civil de la UANL, advierte que el fracking tiene una relación directa con los temblores.