Las más de 40 mil almas reunidas en el coloso futbolero no vivieron un simple concierto, se reunieron ante lo que fue una catarsis colectiva, una celebración de resiliencia y un recordatorio absoluto de por qué Shakira Isabel Mebarak Ripoll es una fuerza de la naturaleza.
Bajo el título de su más reciente y victorioso álbum, "Las Mujeres No Lloran Tour", la artista colombiana entregó dos horas de pura energía, emoción cruda y baile incansable, dejando a sus fanáticos rendidos a sus pies.
Electrizante desde el primer minuto
La noche comenzó con una tensión eléctrica. A las 21:15 horas, el escenario, monumental y con pantallas que funcionaban como extensiones del arte de su último disco, se mantuvo en penumbra mientras una cuenta regresiva hipnotizaba al público. El rugido fue ensordecedor cuando las primeras notas resonaron.
La colombiana comenzó el espectáculo caminando en medio de la cancha por una pasarela para llegar al escenario, junto a sus lobas de la noche, las miradas la buscaban y la encontraron con lentes metálicos que ocultaban sus ojos, pero no su poder.
Su silueta impecable con un outfit que desbordó poderío y que la colombiana se quitó de un golpe para iniciar el ritual de seducción y ritmo, confirmando que, efectivamente, su puntería para conectar con la audiencia es infalible. Ella es “La Fuerte”.
Sin dar tregua, disparó temas como Girl like me, Las de la intuición y Estoy aquí.
“Buenas noches Guadalajara, este es nuestro tercer concierto, aquí, de esta gira en Guadalajara: Gracias por estar aquí esta noche… a pesar de la lluvia, el tráfico, los esfuerzos, por venir aquí hoy a acompañarme quiero darles el mejor show del que soy capaz”, sentenció la cantante que fue ovacionada.
Los clásicos se hicieron presentes
La transición fue directa a los clásicos que hicieron temblar las bases del estadio: She Wolf y Te Felicito encendieron la mecha. Fue aquí donde quedó claro que este show no era solo sobre el nuevo álbum, sino un viaje por sus más de dos décadas de reinado. La coreografía, precisa y potente, era ejecutada por ella y sus bailarines con una sincronía hipnótica. Cada Shake, cada movimiento de cadera, era aclamado como un evento en sí mismo.
Ya no había asomo de lluvia, hasta el cielo se despejó, pero la intensidad subió al tope. Shakira, se mostraba segura, confiada y como en casa.
Entre ritmos distintos y movimientos de cadera sensuales y bien estudiados, el show fue apegado al libreto. Ni una falla, ni un traspié, solo perfeccción.
Los temas fueron sucediendo de reggeaton a movimientos robóticos, Shakira es una estrella en el mundo y en el escenario que hace suyo, que impacta y que revela el nivel de su compromiso con la música y su gente.
Llegó Acróstico y la multitud se transformó en un coro masivo, cantando cada palabra con un sentimiento que erizaba la piel. Fue uno de los picos emocionales de la noche, un himno de amor filial que resonó con fuerza.
La colombiana sabe entregarse al 100 a sus fanáticos
Pero la montaña rusa emocional continuó. Monotonía y Session #53 profundizaron en la narrativa de desamor y descubrimiento, con arreglos musicales que permitieron apreciar la versatilidad de su voz, capaz de pasar de un susurro vulnerables a un grito cargado de rock.
La fiesta estaba de vuelta. El estadio entero saltó al unísono. TQG y la cancha se convirtió en una gigantesca pista de baile al aire libre, con las pantallas proyectando fuego y llamas digitales.
Fue en este segmento donde Shakira desató toda su herencia latina. La Loba, Que Me Quedes Tú y un tributo explosivo a la mexicanidad. Sombras acariciaron su cara y su voz, ella enfundada en un traje rojo sacó su sombrero y su mariachi para dejar claro su amor por México, y luego ese sabor del corrido tumbado , su fuerza regida y El Jefe fueron un recordatorio de sus raíces y las nuestras que se mezclan en un sabor latino único que pone a bailar al mundo con sonidos autóctonos reinventados.
El climax llegó. Hips Don't Lie fue un carnaval, una explosión de percusión que hizo imposible quedarse quieto.
En el escenario bailó, cantó, sedujo y enamoró a todos por igual.
Al tocar las primeras notas de Women No Longer Cry, la versión en inglés que da título al álbum y a la gira. Fue un momento poderoso, íntimo y declarativo. La crónica convertida en canción.
Pero Shakira sabe terminar en alto. Para el adiós final, eligió el himno universal de la fiesta, quizá también como un guiño a la próxima fiesta mundialista que vivirá el país y la ciudad: Waka Waka —This Time for Africa—. El Estadio Akron se unió en una sola voz, un mensaje de unidad, fuerza y alegría pura.
OV