Daniela Delgado sabe cómo importar mercancía de k-pop desde Corea del Sur: conoce el funcionamiento de las aduanas, sabe cómo hacer que los impuestos no se eleven hasta los cielos y tiene los contactos necesarios para conseguir el álbum, peluche o producto más cotizado del momento.
Pero esos conocimientos no los adquirió en un aula de universidad ni de un curso de negocios. Es más, nadie se los enseñó. Sino que los aprendió a pura prueba y error a lo largo de sus más de dos años como administradora de ventas de mercancía oficial. O como mejor se les conoce dentro del círculo k-poper, GOMs (acrónimo en inglés para Moderadoras de Órdenes Grupales).
¿Qué es un GO en el k-pop?
Su principal nicho es Facebook: una red social que, pese a sufrir un éxodo de usuarios jóvenes, congrega a decenas de k-poperas que ofrecen sus servicios para conseguir, adquirir y traer a México productos de grupos como BTS, Seventeen, Twice, Black Pink o Stray Kids, o incluso de novelas coreanas (k-dramas).
Sin embargo, no son importadoras ni comerciantes profesionales. Algunas aún son estudiantes y otras más son egresadas de carreras totalmente ajenas a ese giro.
De hecho, muchas de ellas inicialmente eran sólo clientas de GO (Órdenes Grupales por su traducción del inglés). O sea que entendían el calvario para conseguir el álbum de un artista poco conocido o la photocard que sólo se imprimió en Corea del Sur, sin que ello implicara ser estafadas o pagar precios exorbitantes.
En palabras de Daniela: “Los GOs son justamente para las personas que buscan obtener merch (mercancía) de forma segura con ‘la bendición de Dios’ a ver si te llega”.

Una característica de estos grupos es que las transacciones se basan únicamente en la confianza. Es decir, no hay contrato ni garantía escrita de compra y, por ende, tampoco devoluciones ni posibilidad de reclamar un reembolso.
Esta seguridad de que no habrá estafas ni robos surge porque la mayoría de los GOs nacieron como un servicio de 'fan a fan'. En otras palabras, chicas que voluntariamente tomaron la batuta para organizar pedidos grandes (y hasta masivos), con el objetivo de dividir los gastos de envío y aduanas entre todas las participantes. De esa manera, el precio final resulta mucho más económico.
En la experiencia de Brisia, quien conversó con MILENIO, el costo de un álbum de cualquier grupo de Hybe— empresa detrás de BTS— se dispara hasta 600 pesos más por el envío.
“Es otra manera de cómo conseguirlo y a veces lo único asequible es un GO; en un grupo de Facebook. (...) Por ejemplo, un álbum me cuesta 200 o 300 pesos y voy a Mixup y a veces está en 500”, contó la joven.

Un ejercicio realizado por este medio comprobó que el álbum “Golden” del artista Jungkook cuesta 735 pesos en Weverse, la página oficial de venta: del precio total, 196 corresponden al producto y los 540 restantes al envío (el cual puede tardar de cinco a ocho días en llegar a la dirección especificada). Sin embargo, en grupos de compra y venta de Facebook se puede encontrar desde 280 hasta 500 pesos.
Sin embargo, la historia no es tan simple en el otro lado de la moneda.
Detrás de cada álbum, peluche, photocard o cualquier producto del entretenimiento surcoreano— aunque también se hace con el tailandés, chino y japonés— hay horas de sueño, estrés y hasta gastos imprevistos que las vendedoras deben afrontar, mientras aprenden por cuenta propia de cobros aduaneros, transacciones y envíos internacionales.
Entonces… ¿Hasta qué punto el trabajo de una GOM puede hacerse sólo por amor al arte?

¿Pagar por un “servicio a la comunidad”?
Si comparamos la dinámica de compra de los GO con una obra de teatro, las compradoras serían los personajes terciarios al tener como únicos actos: estar al pendiente de las actualizaciones, hacer los pagos en las fechas requeridas y, si es el caso, solicitar el envío o entrega personal del producto.
Pero mientras esperan tras bambalinas, las vendedoras salen al escenario como las protagonistas de la historia: desde que abren los pedidos de un producto y registran los pagos de las participantes, hasta estar al pendiente del reporte de las personal shoppers, de la disponibilidad de proveedores o de la declaración de impuestos— pues, dijo Brisia, algunas GOMs llegan a hacer pedidos que superan los 60 mil o 100 mil pesos: “Es una economía que no está tan visibilizada”.
“Al inicio pensaba que era una cuestión de ayuda fan-fan. Pero empecé a notar que trabajaba más de 12 horas. Llegaba a trabajar más de 16 horas en estar tomando pedidos, organizando la lista de las clientas, hacer el embalaje, hablar a paquetería, hablar a aduanas y el banco”, compartió Elizabeth, quien prefirió mantenerse en anonimato y con un nombre ficticio, en entrevista con MILENIO.

Ella accedió y alrededor de 50 personas se unieron a la orden grupal, sin imaginar lo que estaba a punto de enfrentarse: “No era consciente de las regulaciones aduanales. Entonces cuando los pedí y llegaron a México, me cayó una aduana carísima. Más cara que el envío y que el producto. A parte que en aduana rompieron productos”.
Así como esa situación, varias más ponen a prueba el servicio de Elizabeth día con día. Al final, su capacidad para tomar decisiones, resolver problemas y buscar las mejores alternativas tienen un único objetivo: que los productos lleguen a las manos de cada una de sus clientas. Un propósito que sí cumple, pero a costa de la salud mental y hasta financiera.
“Ese es el mayor miedo: La gente confía en mí. Tengo su dinero y no quiero fallarles, porque sé el esfuerzo que conlleva gastar dinero y ganarlo, no es cualquier cosa. Eso me generaba mucho estrés y ansiedad. (...) Toda la responsabilidad cae sobre mí. Estar cargando con todo eso es muy pesado”, narró entre risas.
Elizabeth entendió que esa esencia de “fans para fans” no era equiparable al tiempo, dinero y esfuerzo invertido en cada pedido. Tampoco lo era si pensaba que, por esta buena acción, tuvo que cambiar drásticamente de rutina.
Así, comprendió que todo el proceso para traer la mercancía a México es un trabajo y, como tal, merecía ser remunerado.
“Aprendí a darme mi lugar. Y si bien no puedo pedir mucha ganancia, sí (puedo) subir algo (del precio) a los álbumes porque estoy administrando un pedido. Les estoy dando un seguimiento. (...) Mi horario de trabajo real, con los proveedores asiáticos, es de seis de la tarde a tres de la mañana”, contó a MILENIO.

Pocas son las GOMs que avisan explícitamente a sus clientas sobre el cobro de sus comisiones. Pero también son pocas las que no incluyen su sueldo en los precios finales.
“Es un servicio que otorgamos y obviamente necesitamos nuestra ganancia”, afirmó Daniela.
Antes de abrir su propio GO, Daniela ya tenía noción de cómo funcionaban las importaciones de mercancía desde Corea del Sur. Asimismo, la gestión de clientes y pedidos tampoco le eran ajenas, pues durante la pandemia ella y su hermana fundaron "Pulpa", un negocio de mercancía fanmade (hecha por fans) de varios grupos de k-pop.
Así fue que tomaron la decisión de agregar a su catálogo de servicios la importación de mercancía oficial. Sin embargo, y a pesar del acercamiento previo que tuvieron, convertirse en GOM representó un reto y un camino lleno de aprendizajes.
“Viendo que sí es una ‘chambita’, nosotras cobramos entre el 15% y el 20% del total del producto, dependiendo de varias cosas”, cuenta a MILENIO.
Ante un trabajo casi nocturno y realizado desde casa, fijar tiempos y respetar horarios es clave para evitar el estrés y el burnout. Daniela y su hermana lo tienen muy claro, tanto que cada una también tiene su rol designado.

Sin embargo, el trabajo de GOM es poco compatible con las rutinas. Así lo confiesa Daniela, quien empieza su día a las nueve de la mañana, desayuna y se alista para comenzar a atender a sus clientes a las diez de la mañana. A partir de entonces, todo o nada puede pasar.
Si tiene tiempo, hace nuevos diseños para su tienda. Si tiene trabajo de su freelance, lo atiende. Si sacan una nueva colección, ella y su hermana viajan al metro Chabacano para surtirse e imprimirla. Si abren un pedido de mercancía, revisan y dan seguimiento de los pagos pendientes.
“(La rutina) depende de muchas cosas que no están en nuestras manos. (...) Y todo lo demás es cuando caigan. Estamos a lo que digan las tiendas. Entonces sí es un poquito caótico”.
ASG