Lucía Humarán, desde muy niña, se conmovió profundamente con lo que el flamenco le hizo sentir, adentrándose así en un mundo artístico que hoy la ha llevado a debutar como actriz en una película mexicana.
Es por eso que la también creadora de contenido platica con MILENIO sobre sus pasos en la danza, su primera oportunidad en la actuación y la importancia de estar siempre preparada para cualquier escenario.

Lucía Humarán, feliz en la incertidumbre
La ahora actriz será parte de la tercera entrega de Mirreyes vs Godínez, pero asegura estar atravesando un momento de incertidumbre creativa.
“En este momento te puedo decir que me siento entregada a la incertidumbre. En otras etapas de mi vida ha estado claro lo que estoy viviendo, en lo que estoy enfocada, y este año mi creatividad me ha hecho la invitación de abrirme a lo incierto”.
Pese a ello, afirma sentirse en paz y entusiasmada: “Creo que en otros momentos esto me hubiera causado mucha ansiedad, pero ahora me emociona el vacío, la pieza en blanco, para ver de qué se pinta esta nueva etapa”.

Siempre preparada para la oportunidad
Este primer trabajo actoral le trajo muchas sorpresas. Después de un tiempo de preparación, decidió hacer castings, y obtuvo un papel que la hizo interrumpir su luna de miel. Dudó al principio, pues era un rol pequeño.
“Tuve esas conversaciones internas hasta que mi esposo me dijo: ‘Ya agarraste la oportunidad, abrázala como viene’. Cuando llegué al set, recordé lo que me ha enseñado la danza: no importa si estás al frente o atrás, debes calentar tu cuerpo y estar lista para el escenario. Y como soy muy de símbolos, pensé: ‘Este es mi primer trabajo como actriz remunerado, ¿cómo quiero que sean los demás? Así como trate el primero, llegarán los demás’”.
Fue así como descubrió que las oportunidades a veces llegan de forma inesperada. Su personaje cobró más relevancia de la que decía el guion:
“Me levanté como si fuera la protagonista: medité, respiré, preparé mi voz aunque ni la iba a usar, pero lo hice. Ya en el set, Chava Cartas dijo: ‘Se me ocurre una idea para que Anasof tenga una side story y sea la ex de uno de los protagonistas. Lucía, párate e improvisen’. Y así fue: me paré, jugué, le encantó… y terminé grabando cuatro o cinco escenas”.
La experiencia le dejó una lección clara: “La pasé padrísimo, me sentí muy cómoda, y entendí que la lección está en cómo tú tratas a tu trabajo, sin importar qué tan pequeño parezca… porque el arte así es”.

La danza: la llave del compromiso
Fue el flamenco lo que introdujo a Lucía al mundo de las artes, como ella misma relata:
“Le echo la responsabilidad al flamenco. De niña probé de todo: me llevaban a clases diversas, lo que me ayudó a ser multidisciplinaria. Pero todo eran hobbies... hasta que una amiga me invitó a su clase de flamenco. Me conmovió. Sentí, por primera vez, esa emoción y esa pasión que nunca había experimentado. Ahí nació la curiosidad”.
Más allá de la emoción, la danza le enseñó disciplina con sentido: hacer las cosas con compromiso, incluso cuando nadie está mirando.
“Definitivamente, en la disciplina. Noto que cuando voy a otras áreas, a muchas personas les cuesta tomarse en serio. Nos autosaboteamos, y hasta que llegan las oportunidades grandes nos comprometemos. La danza te invita todos los días a lo contrario: si no te tomas en serio el giro, no va a salir”.
Y agrega: “No necesito la oportunidad grande, ni el set, ni a alguien que me diga lo buena que soy para tomarme en serio. Sé que lo que estoy haciendo importa, y eso me lo ha enseñado: la disciplina con propósito. Lo hago porque es lo que toca, y me tomo en serio”.
¿Por qué ser actriz?
Lucía afirma que fue un deseo que tuvo durante mucho tiempo, aunque le acompañaban las dudas. Pero cuando decidió lanzarse, descubrió que su experiencia como bailarina fue clave.
“Como persona me siento muy orgullosa de mí misma. Hace menos de un mes tomé un taller y ya siento una fluidez en la actuación. Me estoy entendiendo como actriz. Las cosas están aterrizando, y me sentí muy orgullosa por esa naturalidad”.
Concluye con una frase contundente: “Ahora la respuesta es: porque así tenía que ser. Las etapas que pasé en la danza fueron los papeles que me llevaron a la actuación. Llegué con una conexión con mi cuerpo ya establecida, y eso me hizo avanzar mucho. Sin la bailarina, no existiría la actriz”.
Para Lucía, esta película es solo el comienzo:
“Espero que esta oportunidad me abra las puertas. Estoy emocionada, nerviosa… pero también segura de que será el parteaguas para algo futuro”.