Sentado en un sofá, Andrés Palacios escucha atento las indicaciones del director Sebastián Sánchez Amunategui; sus compañeros de actuación también reciben instrucciones. Todos se preparan para ofrecer una función más de la obra La omisión de la familia Coleman, que los reta con una engañosa simpleza cotidiana, que al final tiene una profundidad que conmueve.
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La familia está unida por el "pegamento" del amor a una abuela que mantiene, con gran esfuerzo, lo más normal posible la convivencia entre dos hermanos desilusionados, uno más problemático por su condición, otra ausente siempre y una madre preocupada por rehacer su vida lejos de todos ellos. Un guión sencillo se transforma en intenso, gracias a las actuaciones.
Andrés Palacios no es parte de la familia, su rol es el de Eduardo, un médico que aparece en escena cuando el pilar de unión no aguanta más. Su función es sencilla: desenmascarar en cada personaje su egoísmo, hartazgo o necesidad de abandonar la prisión en la que están, por el miedo a seguir sus propios caminos o no abandonarse a su suerte.
"Mi máximo es estar (en el escenario), quisiera estar más. Es el mejor lugar. El hecho de que (la obra) es en tiempo real, que cada función y público son distintos, es una adrenalina especial. Estoy enamorado de todos (mis compañeros), se me cae la baba, porque veo gente de mucha trayectoria, nueva o con la que estudié en la escuela y encajo con unas más que otras", dice Palacios a ¡hey!
Los "amores" de Andrés son Concepción Márquez, Sandra Burgos, Inés de Tavira, Cayetano Arámburo, Maite Urrutia, Guillermo Collard y el bien logrado en las tablas Daniel Bretón. Con un final doloroso y polémico La omisión de la familia Coleman se presenta en el Teatro Milán, de viernes a domingo, hasta el 12 de noviembre.
ES