El color de la sangre humana es hermoso por sí mismo, pero se embellece más al derramarse sobre máscaras fosforescentes, o maquillajes variopintos, encima de un ring que sirve como lienzo para esta pintura épica digna del renacimiento que llamamos lucha libre (la cual narra historias trágicas o cómicas, actuadas por héroes y demonios); eso vivió el público de la Arena de Penta, pieza clave para esta obra de violencia artística.
El responsable fue la leyenda viva L.A. Park, una enciclopedia andante de frases crudas que describen con ironía el vaivén diario de la vida; en este sentido, ‘Linkin Park’ es mejor poeta que luchador (y miren que prácticamente todos en el negocio lo reconocen como una mano pesada).



Para muestra un botón: “tres en el hoyo”. Esta frase pasó de ser un simple albur al grito de guerra para cientos de fanáticos del pancracio; al ser una deformación del "Zero Miedo" que pronuncia Penta a nivel mundial, también representa la relación entre ambos deportistas incluso fuera del cuadrilátero.
Contexto: los luchadores profesionales deben tener una frase que los identifique, una idea corta que represente su filosofía de vida, la cual se ve reflejada en su forma de maltratar al oponente. En el caso del oriundo de Ecatepec, "Zero Miedo" engloba toda su historia de éxito: disciplina y valor para afrontar la vida.



“Para mí eso es tres en el hoyo”, sentenció ‘don Jurassic Park’ a Penta después de un combate, y el clip se volvió viral entre los entendidos de las luchitas. La gracia del momento le ganó un lugar en el corazón de los aficionados a ambos personajes. El propio autor lo tomó a bien, pues cuando el ecatepequense firmó contrato con WWE le prometió cuidar su legado en México… pero en su versión de albur. Imagínense, lucha estelar de la Real Familia en la Arena del Valle. No podía faltar esa frase.
La máscara de calavera que tiene décadas en el negocio se vio multiplicada entre los aficionados que se dieron cita en el evento, algunos con pancartas de "tres en el hoyo". Porque más que un insulto es un timbre de orgullo para quienes viven en el municipio que forjó al hoy superestrella de WWE.



Pero 'don Parkinson' y sus hijos, L.A. Park Jr e Hijo de L.A. Park, no lucharon solos. Tuvieron de frente al virus del encordado: Gran Pandemonium, Pandemonium Jr e Hijo de Pandemonium. Seis deportistas de alto rendimiento enfrentados para deleite del público.
"¿Ustedes creen que yo viaje desde tan lejos (Monclova) a hacerme pendejo? Nadie vino a hacerse pendejo, y al escuchar todos los gritos de este bonito público me lleno de energía. Les voy a sacar hasta la última gota de sudor, para que esta gente se vaya contenta", sentenció 'don Central Park' antes de comenzar la golpiza.



El ambiente no pudo ser mejor, con cada asiento ocupado por un fanático y el aire inundado por las trompetas que mentaban madres o daban color a las porras. El esqueleto vibraba con los tamborazos del público, que recordaban a las ceremonias tribales de la antigüedad. El clamor del ser humano es atemporal.
La preferencia era clara: el 90 por ciento de los corazones estaba con el originario de Querétaro y sus herederos, pero los Pandemonium igual llevaban a sus seguidores. Eso sí, el aplausómetro no dejó lugar a dudas, pues hasta los campeones de tercias trataron de salir cuando vieron el apabullante estruendo a favor de sus oponentes.



"¿A dónde van? En estos casos en cuando más tienen que aferrarse, y demostrar por qué se merecen el apoyo de la gente", los regañó La Autentica Parka.
De vuelta al ring, el encargado de hacer cumplir las reglas era el réferi recién debutado en la Arena del Valle (pero ya con lona recorrida): Chostin. Un güero oxigenado que tan pronto como puso un pie entre las 12 cuerdas inclinó la balanza hacia la esquina ruda. Él era el menos indicado para hacer una lucha justa, porque repartió patadas y raquetazos entre las parkas, cobijado por La Pandemia.



Tamaña falta de respeto no se podía quedar impune, por lo que entró El Zucaritas, réferi oficial del recinto, para asestarle unas patadas voladoras al agravioso. Ambos salieron del ring y se midieron con machetazos, hasta que el nuevo terminó derrotado (pero siguió rondando por ahí).
Una vez que todo estuvo en orden, volvimos a la acción. La Pandemia aprovechó la distracción para dominar a los contrarios. Patadas, manotazos y llaves redujeron a los favoritos del público. Incluso le quitaron el cinturón a L.A Park, para usarlo como un arma muy ruidosa.



Cualquier objeto de la arena era una herramienta en potencia para someter al contrincante. Uno de los espectadores ofreció sus muletas para prender el ambiente, y terminaron rotas sobre la espalda de los gladiadores.
La violencia siguió hasta que las parkas retomaron el control (todo lo que sube tiene que bajar, supongo). Los presentes celebraron, especialmente cuando llegó la seña de tres en el hoyo. Acto seguido, el profesor 'Spark' recuperó su cinto para educar a sus retadores. Nadie querría estar en su lugar, porque los golpes tronaron sabroso.



El reparto de madrazos fue generoso, pues le tocaron hasta al réferi güero que se sentía 'bien león'. Los hijos de la leyenda lo sujetaron para que no escapara, mientras L.A. Park preguntaba al público qué instrumento de tortura preferían. Las opciones: el cinturón y una silla; la segunda fue la elegida. No puedo describir el sonido de la justicia, pero se lo pueden imaginar como un atropellamiento.
Nadie se guardó nada, y golpe a golpe el cansancio de todos era evidente, pero el orgullo podía más así que nadie dio su brazo a torcer. Finalmente, Pandemonium tomó uno de los virus de peluche que usaron durante su entrada, y le escupió un polvo verde venenoso al rostro del oponente.
Intentó hacerle el conteo de tres (no en el hoyo), pero la resiliencia de 'Linkin Park' lo detuvo apenas en el dos. Amor con amor se paga, y cuando se levantó le asestó un faul a las partes blandas, del que ya no pudo levantarse. ¡Uno, dos y tres! Las parkas se llevaron la noche y a todo el público en el bolsillo.
Para ese punto ya eran casi las 11 de la noche (en una función que comenzó a las 4 pm), pero las ganas de una fotografía con la Real Familia, esa misma que se presentó en la inauguración de la arena hace menos de un año, eran más que cualquier cansancio.
Traumatismo para los rancheros

La lucha estelar fue el cierre perfecto para una noche que tuvo otros seis combates; el semifinal fue un gran preámbulo. Los hermanos Trauma se presentaron por primera vez en este escenario, muy bien acompañados, debo decir: Ikaro, profesor e ídolo, les dio la bienvenida en su casa.
Del otro lado estaban Los Del Rancho, tres colosos de casi dos metros que seguramente pesaban el doble, pero que ni así intimidaron a los científicos. En medio, Suavecito fue la autoridad sobre la lona.



Pese a su tamaño, los rancheros huyeron al principio del enfrentamiento. Evitaban enredarse en el llaveo, especialidad de los Traumas e Ikaro. Cuando finalmente le entraron al quite, fue en montón: los tres se fueron contra un solo rival, pese a los esfuerzos del réferi para evitarlo.
El profesor de la arena, quien regresó a luchar apenas 15 días antes de este combate, fue la primera víctima. Tuvo que soportar castigos al codo (todavía en recuperación por una luxación). El científico lució un atuendo azul, del mismo tono que el cielo por donde suele volar, y salió de aprietos con unas tijeras al cuello.



Los hijos del Negro Navarro volvieron al cuadrilátero para hacer alarde de las llaves clásicas de su repertorio, combinadas con acrobacias más contemporáneas.
En honor a la verdad, el ritmo de esta lucha fue más lento que el resto. Veníamos de dos luchas extremas, así que el estilo a ras de lona tardó en prender a la gente... pero cuando ocurrió, los ánimos subieron hasta el cielo. La mayor parte del tiempo Los Del Rancho atacaron de tres contra uno.



Finalmente, los hermanos Trauma asestaron un castigo doble que terminó la batalla a su favor. Así terminó una lucha entre caballeros, quienes se reconocieron plenamente entre sí al terminar, con una revancha sin reglas ya pactada.
Revancha sangrienta... con traición incluida

Reitero: la lucha libre es el arte de contar historias con tinta de sangre, sudor y lágrimas. Prueba de esto fue la revancha entre los Payasos Pura Santa (quienes buscan escribir su nombre en la enciclopedia de las leyendas) contra la dinastía de Los Camaleones (ganadores de los dos últimos encuentros).
No había reglas, pero sí ganas de romperse la máscara.
Los payasos whasaaa no llegaron solos, sino con un inesperado compañero de equipo: Skayde Jr, quien hace días era otro de sus enemigos jurados. ¿Durmiendo con el enemigo? No hace mucho tiempo, el rudo se había empeñado en hacerle la vida de cuadritos a los Pura Santa. Parece que la rudeza de Camaleón, Baby Camaleón y Camaleón Jr fue suficiente para convertirlos en amigos.



En una palabra, esta batalla fue una carnicería. En lugar de cuchillos se usaron sillas, tablas de madera, tachuelas e incluso lámparas para cortar la carne de los involucrados. Los castigos fueron bruscos, sin elegancia, macizos. Cada golpe fue directo y con coraje. Los que tomaron la iniciativa fueron los reptiles multicolor, que dominaron el arranque del combate.
La adrenalina invadió todos los cuerpos presentes. Cada movimiento estuvo acompañado de una lluvia de gritos mezclados con chiflidos, al ritmo de tamborazos. Los aficionados se insultaron entre sí: "chinguen a su madre los Pura Santa y los que los apoyan"; "camaleones hijos de su puta madre". Ni qué decir.



Ninguno dio su brazo a torcer. Resistieron dolores inenarrables que solo podíamos imaginar por sus expresiones, cubiertas por completo de líquido rojo. Pero el final de este capítulo llegó cortesía de unos metidos: el resto de la dinastía Skayde (el Nueva Generación, y Black). Ellos golpearon a los payasos, por lo que vino la cuenta de tres.
Una vez que terminó todo, los intrusos sujetaron a uno de los Pura Santa, para que Skayde Jr lo golpeara... pero éste decidió ayudarlo a liberarse. Así se rompió una familia, que se había enfrentado con uñas y dientes contra el que ahora llamaba amigos. Dos funciones bastaron para este cambio de bandera. ¿Quién fue el traidor, y quiénes los traicionados? Pregunta sincera.



Una cosa sí quedó clara: el público detestó a los entrometidos, pues les arrojaron de todo. Botellas, latas, basura, líquidos... todo cayó sobre los rudos mientras dominaban a los favoritos de la arena.

SNGZ