Nico Castillo está ya en esos terrenos donde ya no compite con nadie, sino consigo mismo. Privilegio de cracks, pues.
Con su actuación ante Monterrey, es el propio atacante del América quien se coloca alta la vara, la barda a saltar. Y es que esa fue la lección que el chileno nos brindó la temporada pasada, su primera con las Águilas.
Solo fue él, con sus actuaciones, quien algunos partidos quiso que creyéramos que era el mismo matón que vistió en el pasado la casaca de Pumas. Y él mismo se puso la soga la cuello con exhibiciones de lágrima que le generaron oleadas de críticas y ataques ácidos.
¿Hoy hay alguien que pueda asegurar que Nico será el mismo que el de esta noche en la cancha del Azteca durante toda la temporada? No, ni el más bohemio.
Pero aguas, que si el andino quiere, Gignac tendrá, al fin, competencia para designar al mejor delantero de la Liga MX.