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'Tashiro' Fierro, en medio de la pelea más grande de su carrea: contra él mismo

El peleador perdió el control durante una pelea en Tijuana, donde en el tercer round le propinó una patada a su rival

Ángel “Tashiro” Fierro no solo pelea contra sus rivales; pelea contra sí mismo. Su más reciente incidente en Tijuana, donde perdió el control y propinó una patada a Abraham “Bombi” Cordero, no fue simplemente una infracción reglamentaria: fue la manifestación visible de un conflicto interno que muchos boxeadores cargan en silencio.

La Comisión de Box y Artes Marciales Mixtas lo suspendió de manera indefinida, y Mauricio Sulaimán, presidente del CMB, fue claro:

Algo está sucediendo con él; después de la pelea con el Pitbull Cruz todo iba bien, luego no da el peso en la revancha y ahora esto. No puede subir al ring hasta que sea dado de alta de este proceso. Hablé el domingo con Tashiro, le ofrecí ayudarlo para el tema emocional. No lo vamos a dejar solo, esperemos tenga una buena recuperación para verlo de nuevo en el ring. Vamos a atenderlo, la salud mental es importante”.
'Tashiro' Fierro se retira de la pelea contra el 'Pitbull' Cruz y Omar Salcido tomaría su lugar
'Tashiro' Fierro se retiró de la pelea contra el 'Pitbull' Cruz y Omar Salcido tomó su lugar (Instagram @isaacpitbullcruz)

La escena fue brutal y conmocionó a aficionados y colegas. Pero, si miramos más allá de la patada, lo que surge es un patrón conocido en la historia del boxeo: hombres que pierden la cabeza y, con ella, la línea entre la violencia permitida y la irracionalidad.

Mike Tyson mordiendo la oreja de Evander Holyfield. Andrew Golota lanzando golpes bajos contra Riddick Bowe cuando ya dominaba la pelea. Oliver McCall derrumbándose en llanto en pleno combate. Zab Judah atacando al réferi después de un nocaut. Víctor Ortiz desconectando mentalmente mientras pedía disculpas y recibía un nocaut. Y Jorge Travieso Arce enfrentando el ring con pensamientos suicidas. Todos compartieron algo: la presión insoportable, la ansiedad, la sensación de estar atrapados en un espacio donde deben ser invencibles, siempre controlados, siempre violentos… pero nunca vulnerables.

Tashiro Fierro entra en esa línea. No fue un hombre que buscó hacer daño más allá de la competencia: fue un hombre que perdió el control en un instante donde la mente y el cuerpo no respondieron como él esperaba.

Esa pérdida de la guardia es más profunda que un error técnico; es la evidencia de un golpe invisible: la salud mental de un peleador que carga con demasiadas expectativas y pocas redes de contención.

En el boxeo, como en la vida, no siempre se puede medir el éxito por nocauts o títulos. A veces, el verdadero combate es interno. Y cuando el ring se convierte en espejo de la mente, la caída puede ser tan violenta como cualquier puñetazo.

Lo que ocurrió con Tashiro no es solo noticia: es advertencia y llamado de atención. Porque la fuerza que se mide con guantes puede ser inútil si no se entrena la mente.

Fierro tendrá tiempo para recomponerse. La pregunta que queda flotando en el aire es si él y quienes lo rodean entenderán que, para volver al ring, primero debe pelear —y ganar— contra su sombra.

CIG


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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