En el corazón de Tamaulipas, donde todo comenzó, el boxeo y la memoria se abrazaron de nuevo. Ahí, en la tierra donde José Sulaimán Chagnón nació un 30 de mayo de 1931, el hijo volvió para abrir un portal al pasado. La exposición "Reencuentro con mis raíces: José Sulaimán" no es un simple recorrido histórico, sino un regreso emocional al origen de una dinastía que marcó al boxeo mundial.
En esas mismas calles, Don José conoció al amor de su vida, Martha Saldívar. En Tamaulipas se casaron y ahí nació su primogénito, José —el primer brote de lo que más tarde sería un árbol frondoso: la familia Sulaimán—. Desde entonces, la historia de ese apellido se escribió entre amor, sacrificio y guantes de boxeo.
Entre reliquias, fotografías y piezas que podrían contar mil combates sin pronunciar una palabra, Mauricio Sulaimán caminó despacio, como quien no quiere despertar a los recuerdos. Frente a él, la bata del Ratón Macías, los shorts de Erik Morales, los guantes de Barrera y Salvador Sánchez, los rastros de Fondora, de Floyd Mayweather… objetos que ya no pertenecen al tiempo, sino al mito.

"Estoy muy emocionado, ha sido un par de días de mucha emotividad aquí en Reynosa. El espíritu de mi papá y de Doña Marta están aquí, se siente, flotan felices. Es un apapacho enorme estar con nuestros campeones", dijo el presidente del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), visiblemente conmovido.
El legado no pesa, inspira
A más de una década de la partida de Don José, la pregunta es inevitable: ¿cómo se sostiene un legado así sin quebrarse? Mauricio lo responde sin dudar:
"No, no es difícil. Es motivante. Nunca ha sido una competencia, al contrario, me motiva. Me compromete a mantener los principios y valores que él me inculcó. Sé que mi papá y mi mamá me impulsan y me guían. Lo complicado viene de los demás, de los obstáculos, pero con el equipo del Consejo Mundial, nadie nos para".
Detrás del dirigente hay un hijo que sigue hablándole al padre. Uno que, incluso desde el poder y los reflectores, no ha dejado de buscar su voz entre los ecos del ring.
Fe, señales y el peso del alma
Cuando la charla se vuelve íntima, Sulaimán baja el tono y deja asomar al creyente: "Sí, lo siento mucho. De repente pasa tiempo sin sentirlo, pero luego lo percibo muy cerca, tan presente que ya no lo noto. He tenido sueños donde él me pone guías. No sé si son señales o personas que él me manda para tomar decisiones, pero sé que me ayuda y me guía", confiesa, entre fe y desvelo.
Estar en Reynosa —la tierra donde todo germinó— lo devolvió a esa infancia donde no había títulos ni cargos, sólo juegos y risas. "Desde que llegué ha sido un túnel del tiempo. Recordar a mis papás, mis hermanos, cuando todo era fácil, sin responsabilidades… y de pronto estás aquí, viendo lo que se ha hecho para esta función, para esta celebración de Tamaulipas, y me siento profundamente emocionado".
El niño que jugaba a ser boxeador
La memoria lo atrapa y sonríe: "Yo de niño jugaba a ser boxeador. Me pegaba, me sacaba sangre, hacía el ruido del público y le pedía a mi papá nombres de peleadores. Me acuerdo que uno fue Rubaldino. Ese nombre se me quedó desde los cuatro años. Y mira, acabo de saludar a un campeón con ese mismo nombre. Son cosas muy bonitas".
Corazón caliente, espíritu agradecido
La visita del CMB a Reynosa no fue sólo nostalgia: también hubo acción. El programa WBC Cares llevó juguetes, esperanza y abrazos al Hospital Materno Infantil. "Siempre es muy emotivo. Ver a los padres, a los niños… uno no valora la salud hasta que ve esas historias. Les llevamos un poco de alegría, pero los verdaderos héroes son ellos", dice Mauricio con la voz entrecortada.
Luego vino la exposición, la conferencia contra el bullying, el boxeo fitness, las charlas con jóvenes, y la antesala de una gran función de boxeo en el auditorio de la Universidad La Salle. Una semana que se vivió más como homenaje que como agenda.
“Todo lo que sucede en mi vida es por y para mi papá”, resume Sulaimán. Y en esa frase cabe todo: la herencia y la fe, la gratitud y el peso de un apellido que no se lleva en los hombros, sino en el alma.
RGS