El pasado 28 de abril se realizó en el Centro Cultural del Bosque el Segundo Coloquio de Danza, Infancia y Juventud, previo al festejo del Día Internacional de la Danza, la fiesta en la que el mundo reconoce el instinto primario de usar el cuerpo como herramienta de comunicación para transmitir emociones, pensamientos e ideas. Para el día de la danza los bailarines, como pocas veces sucede, salen a los espacios públicos para apropiarse no solo de sus propios discursos corporales, sino también de los espacios que convencionalmente no suelen ser los que habitan o desde los que arrojan sus manifiestos danzados. En este contexto, la danza sale y comunica, los bailarines rompen las convenciones y los espacios escénicos reciben la visita de públicos poco habituados a reconocerse a través del lenguaje corporal que ofrece la comunicación danzada.
Es relevante poner en el centro de la reflexión a la infancia y a la juventud pues, como he sostenido en entregas anteriores, es fundamental pensar en políticas educativas y de discusión que contemplen a uno de los públicos menos valorados, pero en cuya existencia deberíamos enfocar la mirada, tanto como públicos potenciales como en la posibilidad de convertirse en profesionales del arte que den continuidad a una tradición de creadores y ejecutantes de danza con perfiles que posibiliten al país definirse y crecer respecto a la formación de bailarines y bailarinas profesionales que engrosen las filas de las compañías nacionales e internacionales, e incluso funden proyectos que puedan romper la centralización que vicia las iniciativas artísticas y limita en más de un aspecto la discusión y la creación de la danza en el país.
El coloquio abordó temas relevantes que deben continuar pensándose para incidir en políticas culturales y educativas: buscar la participación de niños y jóvenes no solo como público, sino como intérpretes, y pensar la danza como una herramienta de aprendizaje e interpretación desde la que se puede conocer y comunicar.
Vaya pues el mensaje a educadores, intérpretes y creadores para valorar a la infancia y la juventud en su justa potencialidad epistemológica y estética, no como meros pretextos que justifiquen temas bobos y obras vacías. La danza para niños representa un profundo y serio reto creativo.