Lo advirtió el legendario Kalimán: “No hay fuerza más poderosa que la mente humana y quien domina la mente lo domina todo” pero en cuestión de mentes hay un sinfín de variedades. Están las mentes escépticas, las mentes amargas, las temerosas, las malvadas, las ingenuas, las ridículas, las frívolas, las chifladas, las creativas, las pueriles, las aviesas, las corruptas, las cínicas, las huecas.
Hay mentes de todo tipo aunque no dominen todo pero sí, todo está en la mente y con ella hay que irse con cuidado, recordemos al infausto Don Quijote y el mundo excepcional que inventó su mente o al iluminado Iván Karamazov que hasta debatió con Lucifer.
La mente es indomable, explicó el mítico Simón Bacamarte de El alienista, de Machado de Assis, ese médico que se empeñó en hurgar las mentes de los moradores de Itaguaí para curar sus almas y no solo terminó metiendo al pueblo entero en la Casa Verde, su clínica de orates, sino que lo cerró por dentro.
¿Qué tipo de bestias psíquicas pastaban en las mentes del remoto Itaguaí? Las reses del desacuerdo, de la insatisfacción: Bacamarte detectó primero un naipe de neurosis en todos sus pacientes y luego descubrió un brote colectivo de iracunda oposición a la violencia y la corrupción del Ayuntamiento, lacras que atentaban contra los intereses del pueblo y los de la corona portuguesa, por lo que tamaño pensamiento sedicioso confirmó lo que Bacamarte conjeturaba desde el inicio de su lunática aventura: “La locura, objeto de mis estudios, era hasta ahora una isla perdida en el océano de la razón; comienzo a sospechar que es un continente”, dice el médico en un rincón de su irónica y desopilante historia, aunque uno de sus colegas del mundo real, Oliver Sacks, le enmendaría la plana advirtiéndole que el mentado continente psíquico tiene una precaria dimensión: “El ser humano no carece de mente, no es mentalmente deficiente, porque no disponga de lenguaje, pero se halla muy gravemente limitado en el ámbito de su pensamiento, confinado en realidad a un mundo inmediato, pequeño” (Veo una voz).
Entonces, si como explica el antropólogo de Marte el mundo mental es pequeño e inmediato ¿por qué muchos mexicanos llevaremos, dijo Peña Nieto, la crisis en la mente? ¿Por qué vemos las cosas tan jodidas y nos hundimos en la bilis negra?
Hagamos un experimento siguiendo la teoría de Kalimán, a ver si ese titánico poder mental nos cambia todo y la crisis se trasmuta en equilibrio y bienestar: confiemos ciegamente en los que hoy gobiernan y en los que aspiran mañana a gobernar, aunque en el costal debamos incluir a las franquicias electorales y su hato de bandidos; soslayemos la amargura que nos invade al pensar en la ineficacia de las instituciones o en la agujerada impartición de justicia o en el desdoro de los integrantes de los Poderes de la Unión o, mejor aún, al cavilar en los atracos de los gobernadores y sus gatos de angora o los otros atracos, las abundantes gratificaciones para tipos de poca monta pero con mucho cargo público, o en los asesinatos, las desapariciones, la autoridad extralegal del narco en diversas latitudes del país, o en el desempleo, el hambre, la miseria, la violencia contra las mujeres. Y esta lista tan solo es un extremo del hilo caótico que nos asfixia.
Para ser honestos, dudo de la teoría de Kalimán. Peña Nieto debió intentar convencernos de otro modo. Tal vez a la manera del filósofo Pangloss del Cándido de Voltaire: “la crisis no está en la mente pero todo sucede para bien en el mejor de los mundos posibles”.
@IvanRiosGascon