La coreógrafa, profesora y directora de escena Svetlana Ballester se formó en la escuela cubana de ballet, pero su trayectoria internacional, incluso en México, le ha permitido proponer un Giselle actual.
“Es muy cierto que vengo de Cuba, de una compañía que guarda con mucho respeto el ballet Giselle, porque Alicia Alonso fue considera una de las mejores intérpretes mundiales durante mucho tiempo y tenemos una versión muy bonita (en el Ballet Nacional de Cuba), que cuando he viajado y he visto otras versiones realmente respeto mucho la versión cubana por su coherencia, por su belleza, por todo.
“También es cierto que con el paso del tiempo hay cosas que uno tiene que desempolvar e ir más con esta época, con maneras de decir, de expresar, de bailar; la técnica va evolucionando, los tiempos de bailar, se tiene más velocidad, porque la vida también va así”, dice en entrevista Ballester, invitada por la Compañía Nacional de Danza (CND) a montar Giselle en el Palacio de Bellas Artes.
La temporada empezó el pasado 4 de noviembre y cierra con tres funciones este martes 18, jueves 20 y domingo 23 del mes, 20:00 horas, con Ana Elisa Mena, Mayuko Nihei, Yoalli Sousa y Valeria Mariaud alternándose el rol epónimo; a Albrecht lo interpretan Alejandro Hidalgo, Argenis Montalvo, Alejandro Mendoza y Roberto Rodríguez; a Myrtha, Elisa Ramos, Greta Elizondo, Corinne Jarvis y Ana Paula Montero, y a Hilarión, Alexander Mitiaiev, Anton Joroshmanov, Fauso Serrano y Yubal Morales.
Svetlana Ballester está debutando como coreógrafa con la CND en esta puesta en escena de Giselle, ahora bajo dirección artística de la compañía de su compatriota Érick Rodríguez y, también algo inédito en Bellas Artes, otro artista cubano, Yhovani Duarte, al frente de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes.
No obstante, la coreógrafa y profesora conoce bien a la CND y a sus bailarines, a quienes en diferentes ocasiones ha impartido clases durante las direcciones de Darius Blájer, Sylvie Reynaud, Cuauhtémoc Nájera y Elisa Carrillo, quien se mantiene como directora artística adjunta con Érick Rodríguez.
“Estoy súper contenta con el resultado que estamos teniendo. De inicio pensaba que realmente iba a requerir un poquito más de tiempo, estábamos un poquito presionados porque había otros ballets que cumplir, los bailarines estaban haciendo El lago de los cisnes. El trabajo en una compañía es así, no siempre se está todo el tiempo para un solo ballet. Todos nos concentramos y trabajamos muy duro”.
Ballester trabajó con base en la versión original de Jean Corally y Jules Perrot, con libreto de Théphile Gautier y Vernoy de Saint-Georges, sobre la joven campesina Giselle que muere al descubrir el engaño del noble Albrecht y termina en un inframundo de espíritus vengativos, las Willis, donde reina Mytha.
“Érick me planteó en marzo la idea de rescatar una Giselle más auténtica, más movida, más bonita de ver. Y acepté enseguida. Estuvimos hablando de conceptos. Y, por supuesto, una cosa es lo que piensa uno al principio y otra cosa es cuando uno viene y se encuentra con la compañía y ves qué material tienes, cosas que no funcionan y otras que sí, eso se ve cuando uno trabaja con el bailarín”, añade.
La artista señala que, aunque se respeta una versión, una música y una historia que viene de dos siglos atrás, en la que se mantiene la esencia del ballet, la dramaturgia, la atmósfera y el estilo, ella quiso variar los diálogos y hacerlos más evidentes y asequibles para cualquier público, no sólo para aquellos espectadores asiduos al ballet clásico, sino para que alguien que lo ve por primera vez, lo entienda.
También quería darle un protagonismo marcado al cuerpo de baile, que sus integrantes no se sintieran como que sólo están atrás llenando un espacio en la escena, sino que son partícipes, darles una importancia mayor que la que ellos ya tenían una importancia y hacerlos aún más protagónicos también, sobre todo el segundo acto con las Willis, que llevan la voz cantante, las que mueven todo.
“Cuando las Willis salen de las tumbas es una rutina diaria, (las bailarinas) deben salir de verdad como un ejército que está para matar a los hombres. Sobre todo, les dije, las Willis son mujeres hermosas. Así que empezamos incluso por el vestuario, que tenía que ser impecable, vaporoso, y el maquillaje también porque las Willis son hermosas. Eran muchas cosas que ellas tomaron y entendieron muy bien.
“También me pareció muy importante trabajar buscando la individualidad de los bailarines y las bailarinas; o sea, hay una coreografía y un tiempo exacto para todos de decir algo, pero todos somos distintos y la manera de decir de cada uno no es igual a la de los otros”, agregó la coreógrafa cubana.
Según Ballester, las bailarinas de la CND se sienten muy satisfechas del papel que les toca en Giselle.
“Son 24 chicas del cuerpo de baile y hay una unidad y unas ganas de hacerlo bien. Fue un trabajo tan bonito desde el día cero que comenzamos, porque les expliqué; cambiamos muchas cosas coreográficas, muchas entradas, formaciones, port de bras, que a mí me inspiraron”, expone la artista.
“Que entrenamos y que los tiempos van adelante y que cada vez se suben más las piernas, se salta más, se gira más, OK. Pero que sea un complemento para yo expresar, no que se me vaya por encima y que me vuelva un atleta. Imagínate que en este ballet, que es el súper ballet de lo que es la actuación, no hay un personaje que pase inadvertido, todo tiene sentido. Todo mundo tiene un papel. Entonces, en este ballet de hay que empezar a trabajarlos desde ese punto de vista, no al revés”, sostiene Ballester.
También habló del acento que decidió imprimir a la mímica que emplean los bailarines en este Giselle.
“Yo no quería ni que imitaran mi movimiento. Particularmente, le doy mucha importancia al sentido de lo que bailas; aunque salgas a bailar un pas de deux en una gala, todo tiene una historia, un por qué, tú estás siendo un personaje y, a partir de ahí, tú te mueves o haces esto o lo otro, pero artísticamente. Soy muy defensora del arte en el ballet. Y cuando digo arte, de la expresión, porque todos somos artistas.
Aunque trabaja en este Giselle en México con sus compatriotas cubanos, el director artísico de la CND, Érick Rodríguez, el primer bailarín Argenis Montalvo y el director de orquesta Yhovani Duarte, plantea que no debe verse su trabajo por un tema de nacionalidad, de si son cubanos, sino de criterio artístico.
Y celebra también trabajar con orquesta y música en vivo, algo cada vez más raro en el ballet.
“Trabajar con una orquesta en vivo, música en vivo, yo lo llamo como la cereza del pastel. El primer día que llegamos, estábamos con grabación. Y eso fue lo primero que dije: No. Y desde el primer día hubo orquesta, que nada más la orquesta sonó y dije: ¡Guau! No hay como un espectáculo en vivo.
“La sensación que tú tienes de asistir a ver ballet y encima de eso con la música en vivo. Eso es para mí muy importante y complementa un espectáculo. Y, además, en este teatro de Palacio de Bellas Artes. Yo valoro mucho y estoy tan consciente y tan agradecida del momento que estoy viviendo, por hacer esta apuesta de un ballet que amo tanto y haber tenido la libertad de crear y de cambiar y de probar con una orquesta en vivo y en el Palacio de Bellas Artes. ¿Qué más puedo pedir”, concluye Svetlana Ballester.
PCL