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A propósito del próximo aniversario de la Revolución mexicana, valdría la pena reflexionar sobre el significado de la palabra “revolución” y traspolarlo al universo de la danza y su historia, pues en lo que a este arte se refiere existen múltiples momentos de ruptura estilísticos, temáticos, ideológicos o coreográficos siempre en una relación directa con su entorno.

La danza, como todo arte, supone una dialéctica entre el presente, desde el que damos continuidad o hacemos ruptura, el pasado, que va dejando tradición y paradigmas, y el futuro, que proponemos diferente. Es a partir de este cruce temporal que pueden plantearse puntos de quiebre y se proponen cambios, revoluciones.

Noverre fue para la danza el fundador de la tradición: sistematizó y nombró la mayoría de los conceptos que hoy en día se usan de modo general. A partir de este canon ha surgido una serie de rupturas a los paradigmas como el de María Grisi, que usó por primera vez las zapatillas de punta para imprimir un carácter más etéreo a los personajes fantásticos de los ballets románticos.

La figura del músico Igor Stravinsky representó un reto para los coreógrafos de su época y propició la búsqueda de estructuras coreográficas más allá de la condición narrativa de los grandes ballets. Nijinsky y más tarde George Balanchine aceptaron el desafío y llevaron el potencial de la danza a un nivel absolutamente expresivo sin la condición de contar una historia y poder llevarnos a un plano más abstracto.

Isadora Duncan y Martha Graham, por su parte, descalzaron sus pies para experimentar una danza más orgánica y telúrica; se propusieron regresar a la esencia primigenia del movimiento del cuerpo en el espacio.

Nureyev y Baryshnikov desarrollaron el rol masculino a un nivel superior al de mero sostén y acompañante de las bailarinas del repertorio clásico. Promovieron y crearon roles en los cuales los varones explotan su potencial físico pero sobre todo el interpretativo, a niveles sublimes que han dejado marca en la historia.

Sirva este recuento para pensar la danza siempre en constante reinvención y reinterpretación de sí misma.

Ver y hacer danza nos refiere al movimiento físico; pero también a una inquietud emocional e intelectual; exige de nosotros pensar nuestra historia e imaginar el futuro. Vale la pena recordar su vocación profundamente revolucionaria.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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