El pianista suizo Adrian Oetiker regresa a México, al Festival Internacional Cervantino, para rendir homenaje al compositor francés Maurice Ravel (1875-1937), en el 150 aniversario de su natalicio.
“Cuando empecé a estudiar música, mi maestro era un gran intérprete de Ravel y él me hizo conocer su obra. Además, su padre era suizo, como yo. Él no es el único compositor que admiro, por supuesto, pero estoy muy fascinado por la imaginación de color, por su combinación de precisión y libertad.
“Ravel venía de una familia de ingenieros y estaba fascinado por la relojería. Y lo puedes ver en sus partituras: es tan preciso, tan delicado, pero también tan increíblemente complicado, todas las cosas tienen que coincidir, pero, al mismo tiempo, tiene total libertad”, expone el maestro suizo a MILENIO.
Oetiker tendrá un recital único el sábado 11 de octubre, a las 13:30 horas, en el Templo del Señor Santiago Apóstol en Marfil, Guanajuato, con un programa que incluye cuatro ciclos clave de la obra de Ravel: Sonatine, Le Tombeau de Couperin, Valses Nobles et Sentimentales y Miroirs.
Sobre la acústica en el recinto religioso para un recital de Ravel, el músico reconoce que podrá perderse algo del sonido del piano y las obras, pero quizás se gané en otros sentidos. “No hay lugar ideal”, dice.
Aunque no recuerda exactamente el año en que vino por primera vez a México, presume que fue en 2003, extiende en la entrevista un hilo musical en los programas que conecta ambas visitas de Oetiker.
Entonces vino al país bajo el patrocinio de una organización suiza que le propuso interpretar un programa suizo y él estrenó una pieza de un amigo suyo, Andreas Nick. Y también tocó Kreisleriana, de Robert Schumann, al que por su Cofradía de David, su sociedad espiritual y romántica personal creada con un grupo de amigos artistas que buscaban un ideal estético, conecta ahora con Ravel.
“Y es interesante cómo la pieza que toco de Ravel, Miroirs, es también para un grupo de artistas, escritores, músicos franceses, Los Apaches, muy diferentes entre sí, pero que se reunían para compartir un ideal artístico. Y Ravel dedica Miroirs, que son cinco piezas, a cada grupo de amigos. Es sólo coincidencia pero hace muy buena conexión entre el primer recital y este en Guanajuato”, dice Oetiker.
Subrayó que Ravel no compuso muchas piezas para piano solo, por lo que su programa casi las incluye todas, aunque faltarían Gaspard de la Nuit y la Pavana para una infanta difunta y Jeux d'eux, entre otras, pero que optó por interpretar las que menos se programan en los recitales alrededor del mundo.
“Gaspard de la nuit se toca mucho, por supuesto es una obra fantástica, me gustaría tocarla aquí en alguna otra ocasión. Pero Miroirs no se interpreta tan a menudo, por ejemplo. Tampoco Le Tombeau de Couperin se toca con mucha frecuencia, de hecho es muy raro, porque es muy, muy difícil”, agrega.
—Ravel compuso Le Tombeau de Couperin para los soldados caídos en la guerra. En nuestro contexto actual ¿por qué es importante para usted interpretarla como solista?
Es muy, muy importante para mí, porque en esto Ravel tiene el ciento por ciento de mi actitud frente a la guerra. Ravel era muy patriota. Tenía ideas políticas muy fuertes. Y quería ir a la guerra contra Alemania, pero no podía ser reclutado para pelear porque era demasiado pequeño. Aun así quería ir. Y le dieron un pequeño trabajo de oficina, al final. Pero él quería luchar por Francia, pero nunca contra el arte. Es por eso que también toco aquí en Guanajuato Valses Nobles et Sentimentales, una obra inspirada en Franz Schubert, también enemigo de Francia. Y Ravel dijo que no le importaba que (Arnold) Schönberg fuera austríaco, porque él era un gran compositor.
“Yo no entiendo por qué no podemos tocar música rusa. ¿Por qué no podemos tocar a Tchaikovsky? ¿A Rachmaninov? No es su culpa. Y no estoy contra nadie si toco a Tchaikovsky; de hecho, el último movimiento del Concierto para piano de Tchaikovsy fue una canción de la gente de Ucrania, así que es la mejor pieza para tocar. Y si yo toco a Tchaikovsky y la gente me dice que no debería tocar música rusa, respondería: 'No tienes ni idea de la vida, ni del arte. Porque el arte está en un nivel diferente de eso'. Y Maurice Ravel pensó exactamente así. El problema de Ravel no era Rusia, sino Alemania y el imperio austro-húngaro; no obstante no tomó decisiones artísticas contra esos países. El arte está más allá de todo eso. No podemos continuar la guerra en el programa de un concierto. Es ridículo. Tenemos que detener la guerra, no continuarla al rehusarnos a tocar piezas, eso es continuar la guerra ”.
PCL