El pianista mexicano Rachid Bernal sostiene que un artista madura y se enriquece musicalmente al estar siempre frente al público en los conciertos y enfrentarse con distintas culturas, lugares y naciones; y que a ese público busca transmitirle la música con una calidad de sonido como si fuera una película.
“Siempre me he mantenido activo, que es lo que se recomienda a cualquier músico que se dedica al concertismo: el estar siempre frente al público es lo que te enriquece y te hace madurar musicalmente”, expresa a MILENIO en vísperas de regresar al Festival Internacional de Piano En Blanco y Negro, para una segunda edición ahí, el domingo 14 de septiembre en el Centro Nacional de las Artes.
“La experiencia de estarte enfrentando con distintas culturas, lugares y países te enriquece como músico”, agrega Bernal, que llegó por primera vez a En Blanco y Negro en 2019, meses después de ganar en mayo de ese año el primer lugar del IX Concurso Nacional de Piano Angélica Morales-Yamaha, en el que había obtenido el tercer lugar en la edición previa, un momento clave en su carrera.
En la entrevista, Bernal da las primicias de que este año se convirtió en miembro del grupo de solistas de Bellas Artes, por lo que estará ya en los programas de conciertos en el Palacio de Bellas Artes y otros espacios del Inbal, y que en 2026 grabará un álbum con las obras de piano de Manuel M. Ponce.

Anuncia su debut en España, en Madrid, el año próximo, que se suma al recital que dio en Viena hace ocho años cuando fue a estudiar un diplomado. Y en noviembre próximo será el solista de la Orquesta Juvenil Eduardo Mata, con el “Concierto para piano número 3”, de Beethoven, en la sala Nezahualcóyotl.
Rachid Bernal (Ciudad de México, 1995) se siente “en casa” al volver al festival en el auditorio Blas Galindo porque esa sala de conciertos la construyó Teodoro González de León, arquitecto también del auditorio de la Universidad Metodista del Sur donde estudió con el vasco Joaquín Achúcarro en Dallas.
De hecho, tras su primer concierto en En Blanco y Negro, en que tocó Cuadros de una exposición, de Modest Mussorgsky, y Sonata en sí menor, de Franz Liszt, se mudó a la ciudad texana por cinco años.
En su segundo festival, enfocado en la música del periodo romántico, Rachid escogió un programa que presenta obras pianísticas poco interpretadas o desconocidas en México con una clásica, un highlight.
Arranca con Extase, obra temprana de Carlos Chávez, se enciende con la Sonata número 2, de Sergei Rachmaninoff; continúa con Variaciones sobre un tema de Chopin, de Federico Mompou, y cierra con Sonata número 1, del argentino Alberto Ginastera, muy poco valorado en México, a juicio del pianista.
“Es un honor tener la invitación al festival por segunda vez, que me contemplen dentro de este importante evento con pianistas de distintos países y de otro nivel; también es un compromiso, un reto y una responsabilidad muy grande, que es estar siempre aprendiendo de ello”, comparte Rachid Bernal.

El pianista subraya la variedad musical en el nuevo programa que tocará en el auditorio Blas Galindo.
“Es un repertorio variado de música mexicana, latinoamericana y de algo muy emblemático del piano. Comienzo con Extase, una de las primeras composiciones de Chávez, que la escribió a los 12 o 15 años para voz y piano y él mismo hizo el arreglo para piano sólo, que es la que voy a interpretar.
“Continúo con la Sonata número 2 de Rachmaninoff, una obra que es muy tocada dentro del ambiente pianístico, que disfruto muchísimo; se trata de uno de mis compositores favoritos; siempre el ambiente y el estilo ruso son lo más apreciable para el público”, detalla Rachid Bernal, que debutó a los 16 años.
La segunda parte del programa de su concierto regresa a piezas muy novedosas a juicio del especialista.
“Variaciones sobre un tema de Chopin es una obra poco tocada, también muy pocos músicos dentro del área de los pianistas la conocen; es de Federico Mompou, un compositor español que dedicó su vida al estilo francés, más puramente llamado minimalista; está basada en dos obras importantes de Chopin: el Preludio en la mayor y la Fantasía Impromptu, cuyos temas muy conocidos en el piano ahí resuenan.
“Y decidí concluir con una de las sonatas del compositor argentino Alberto Ginastera, su Sonata número 1, pieza corta pero muy llamativa porque mete distintos ritmos, es casi como una especie de juego pirotécnico con diferentes choques armónicos que a veces no es muy agradable al oído, pero sí muy divertida. Siempre es un gusto interpretar ese tipo de obras para todo tipo de músico”, añade.

Festival Internacional de Piano En Blanco y Negro
La 28 edición del Festival Internacional de Piano En Blanco y Negro se lleva a cabo, sábados y domingos, del 6 al 28 de septiembre, en el auditorio Blas Galindo; esta ocasión participan los mexicanos Argentina Durán, Alexander Vivero, Rachid Bernal, la inglesa Sofia Sacco, el suizo-rumano Teo Gheorghiu, el cubano Adonis González, el italiano Federico Nicoletta y el chino Haiou Zhang.
Después de su primera participación en En Blanco y Negro en 2019, Bernal se fue a estudiar a Dallas cinco años Joaquín Achúcarro, “una leyenda viva”, de cuya fundación es miembro desde ese año.
“He crecido bastante en enfocarme la música de distinta manera, encontrar distintas formas de resolver pasajes o problemas técnicos. Tuve posibilidades de presentarme con orquestas y recitales en el extranjero, y lo que me abrió las puertas fue precisamente el haberme ido al extranjero, conocer distintas técnicas, culturas, en el ámbito musical. Ya después regreso a la carrera que ya había hecho en México, donde tuve oportunidad de seguir tocando con las orquestas y en recitales como solista”, dice.
Igual habría querido un programa mexicano a su regreso, de cara al festejo de la independencia el 16 de septiembre, pero al final propuso dos obras latinoamericanas que rara vez tocan pianistas en México.
Explica que abre con Extase para hacer difusión de la música mexicana porque entre los pianistas del mismo México pocas veces la difunden, por lo que quiso meter este repertorio para que la gente esté un poco involucrada. Y también con la segunda obra, de Rachmaninoff, que es lo más tocado.
“Traté de combinar todo tipo de géneros y estilos para que sea más llamativo el concierto. Habrá un ambiente latinoamericano, con Chávez y Ginastera, que no es bien recibido críticamente en México, y otro con Rachmaninoff como cereza del pastel para que llame la atención en el programa.
“En el caso de la obra de Mompou, es más una remembranza o evocación de cuando estuve estudiando en Dallas, fue una de las obras que me recomendó mi maestro y que le tengo mucho cariño; hago un homenaje a Achúcarro, a quien quise involucrar en el repertorio y compartirlo con el público”, añade.
A sus 30 años, se congratula de poder tocar ante un auditorio de una escuela de artes como el Cenart, donde ya se ha presentado fuera de En Blanco y Negro, ante una audiencia mayoritariamente joven.
“Lamentablemente, en la cultura no hay mucha difusión, es en otro tipo de ámbitos culturales donde el público joven se acerca. En diciembre di un recital en el Blas Galindo y hubo una audiencia grande de público joven. Eso me motiva y me enriquece que las nuevas generaciones tengan esa proyección o esa iniciativa de dedicarse a ese bonito arte, que nos enriquece y nos da tranquilidad a veces emocional.
“El tener la experiencia en vivo de esta música, el estar estudiando y sentirla en carne propia, es una experiencia irrepetible y no se puede comparar con otra cosa. Disfruto mucho, y me motiva el ver público joven en este tipo de conciertos”, agrega el pianista.
Bernal cuenta que se hizo acreedor de la beca del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales en el área de Creadores Escénicos 2024, al que metió un programa de Manuel M. Ponce.
“Trato de recopilar de este compositor que ya se ha hecho, pero que ya están quizás olvidadas o que existen pocas grabaciones. Es un proyecto para 2026 rescatarlas y grabarlas”, adelanta el pianista.
A pesar de sus logros en poco más de 15 años de carrera, por la que ya es reconocido como uno de los más brillantes pianistas mexicanos de hoy, Bernal dice tratar de “siempre tener los pies en la tierra”.
“Todos somos humanos, no máquinas. Aprendemos de todos y hasta de nosotros mismos. Trato de proyectar mi experiencia de vida a través de la música, que compartan el escenario. Mucha gente me comenta que transmito mucha sensibilidad al tocar. Eso busco: calidad de sonido al transmitir cada obra, como si fueran una película y el público pueda vivir la misma sensación que estoy transmitiendo.
“Todo tiene que ver con el humanismo, el arte y poder percibir distintas emociones a través de lo que estoy compartiendo con el público. Y siempre digo que no es saberlo todo; somos estudiantes eternos, estás aprendiendo constantemente hasta que nos dé la vida para poder aprender lo más que se pueda”.
jk