Negro perfecto

Bichos y parientes


Los novelistas son gente ilustrada y racional. Es difícil que crean en algo más que el azar. Por eso llama la atención Negro perfecto, de Valentin Retz (Agálmata Ediciones/ Editorial Me cayó el veinte, 2017). No es un creyente como Bernanos o Huysmans. Es un escritor tocado por el fenómeno de la religio, no por las religiones. Lo mismo se le revela Apolo que la superstición tramposa de los gitanos. Aunque dure solo un instante y suceda en un solo sujeto, cada manifestación lo dispara a un universo que rescata aspectos, hoy olvidados, de la revelación de lo sagrado.

Trabaja con esa forma de certeza —intuición, el noûs griego— que se presenta en la mente como verdad indudable que, casi siempre, se destruye cuando la atraviesa la lógica. Verdades inmediatas que no se construyeron ni fabricaron y que se comportan como axiomas: verdades evidentes que no es posible demostrar. Suena patológico, pero Aristóteles dice que el noûs debe ser tratado como si fuera infalible. Y eso hace el narrador (que lleva el mismo nombre del autor): acepta la intuición y sabe, por ejemplo, que si toca a ese paralítico, su mal desaparecerá. Pero irrumpe la lógica y lo lleva a otros destinos. Retz no logra sustraerse del noûs, pero su relación con el fenómeno de lo sagrado es diferente a la de la inmensa mayoría de los narradores contemporáneos. Lucha contra la presencia de lo numinoso, pero en ello le va una enfermedad que no halla diagnóstico ni cura, hasta que decide afrontar esa dimensión que lo asalta con verdades que halla en sí mismo y de las que no puede dar cuenta. Y es que no camina con la lógica: flota en un ámbito de analogías y acontecimientos inexplicables, como su enfermedad. Su trayecto carece de valor argumental, pero se revela como un orden del mundo, de lo real, no de modo discursivo sino como revelación de un noûs. Como la música, la poesía, el enamoramiento…

En las cabezas que funcionan según causas y efectos, antecedentes y consecuentes, se da la ciencia. Es frecuente hallar ahí una idea cómica de lo sagrado: imaginan religiones como pantomimas, donde un sujeto gobierna olas o fabrica vientos. Pero en el ámbito de lo numínico no hay un dios agente y un fenómeno producido. El viento y el oleaje son, al mismo tiempo, la divinidad y su revelación: milagroso es que algo sea.

Retz entendió y la novela desarrolla la Obra Magna de la tradición alquímica: del plomo al oro, pasando por el mercurio. Negro perfecto es una novela de redención: la de un autor que se atrevió a registrar en sí mismo la intervención de lo sagrado.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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