Ciudad de México /
No tuve casa o quedó borrada en hierba, arena u
hojarasca del camino. Para sobrevivirme llevé
las pisadas con sigilo y seguí en Finisterre
el vuelo de la golondrina azul
Es sábado de septiembre del ‘18 del milenio.
Es la hora del ahogo en que me acuerdo. Vaya lluvia.
Vaya diluvio en el verano a solas de Ciudad de México
Aquí hubo una laguna color de jade. Hace siglos la ciudad
se hunde. Y más:
por los desfiladeros se precipita el país,
un gran país, pero ajeno al bien y a la ternura.
¿Yo? Yo comprendí que la desdicha es menos azar
que una tarea. Y a veces me dio por escribir canciones.