James Raven (Colchester, Inglaterra, 1959) es uno de los más notables especialistas en la historia del libro. Fellow del Magdalene College, en la Universidad de Cambridge, y de la British Academy, fue profesor de historia moderna en la Universidad de Essex y professorial fellow del Mansfield College, en la Universidad de Oxford. También es miembro de la Royal Historical Society, la Society of Antiquaries y la American Antiquarian Society. Es autor de numerosos libros, entre otros: El negocio de la edición en el siglo XVIII, en Inglaterra; La historia ilustrada del libro de Oxford y ¿Qué es la historia del libro? (Grano de Sal, 2025), traducido del inglés por Mónica Torres González, con revisión técnica de Marina Garone Gravier.
¿Qué es para usted un libro?
La idea dominante es que, independientemente de que el foco de la investigación sean las minucias de la edición textual o el contexto cultural o político de las formas materiales antiguas y desconocidas de los “libros”, la preocupación central es la comunicación, la creación y difusión del significado que se origina a partir de una forma que consta de cinco características: que un libro sea gráfico y legible, además de portátil y en una forma replicable y duradera. Ya sean hechos de arcilla, piel o fibra natural, o habilitados por una pantalla digital, una unidad central de procesamiento, una memoria de acceso aleatorio o una tarjeta gráfica, los libros funcionan como objetos portátiles y sirven en diversos grados como transmisores resilientes de conocimiento, información y entretenimiento. Esta idea dominante se presenta también, desde el principio, como un desafío a nuestra reflexión sobre qué podrían constituir los libros como vehículos de conocimiento, instrucción y entretenimiento.

¿Considera que el material con el cual está hecho define lo que es un libro?
A lo largo de muchos siglos y a nivel mundial, los libros han presentado su contenido en formas físicas culturalmente específicas. Si bien podríamos creer que los libros son objetos con palabras, una cubierta y un lomo, y que pueden contener imágenes, se trata, con todo, de una definición muy limitada y específica de cierta ubicación, tanto en el tiempo como en el espacio. Siempre ha habido otros desafíos a las suposiciones sobre qué constituye un libro. Tomado del latín caudex, que significa “tronco de un árbol” o “bloque de madera”, el códice se define generalmente como un libro construido con varias hojas de papel, vitela, papiro o materiales similares. Si bien el códice se asocia a menudo con los libros manuscritos, también se ha vinculado universalmente con los libros impresos en el mundo occidental.
¿En qué periodo de la historia considera que se hayan producido los libros más bellos como objeto?
La producción de libros es culturalmente específica y la definición de un “libro” es tan amplia, que hace imposible determinar comparaciones en cuanto a su valor para quienes los leían y coleccionaban. Tomemos, por ejemplo, el invaluable uso de la piel de búfalo por parte del pueblo dakota para el registro calendárico, sin el cual las cacerías futuras podrían haber sido imprácticas, y compárese con el uso del Pequeño Libro Rojo de Mao o la reproducción a largo plazo de la Biblia y el Corán. Todos estos ejemplos trascienden fronteras geográficas y temporales, y el valor para el usuario es sumamente individual. No obstante, vale la pena plantear la pregunta en relación con periodos y lugares específicos, y ayudaría a determinar la influencia y la conservación de publicaciones particulares.
¿Cuándo termina el ciclo de vida de un libro?
Un ambicioso objetivo es ubicar la historia del libro en su contexto completo dentro del desarrollo histórico global, ofreciendo contribuciones decisivas a los intereses en la historia sobre la etnicidad, el género, las emociones y, de hecho, revisiones a la historia de las ideas, la revolución, la política local y nacional, la fe y las creencias, y la diplomacia (entre otros campos). Esto implica que exista un ciclo literario que abarque el origen intelectual, la escritura, la producción material —de cualquier tipo—, la distribución, la recepción y la conservación, pero también la replicación en ediciones posteriores y el movimiento a través de diferentes colecciones y bibliotecas, de una manera que, en sí misma, puede ser extremadamente diversa. Desde los aspectos legales y comerciales hasta los rituales de la producción, circulación e influencia del libro, la historia del libro se entrelaza —y avanza— con las historias de la revolución, las ideas, las creencias y prácticas religiosas, la historia social del conocimiento, la historia de la sociabilidad y el comportamiento íntimo, personal y privado. En esa medida, el ciclo es infinito.

¿De qué manera cree que el intercambio de conocimientos, a través de los libros en el siglo XVIII, ha cambiado la historia y propiciado las revoluciones?
Una de las grandes preguntas que ha ocupado a los historiadores, y en especial a los franceses, ha sido el origen de la Revolución Francesa. Cualquier explicación basada en consideraciones culturales e intelectuales inevitablemente implica la historia del libro. En particular, se ha prestado gran atención a la circulación de pequeños libros o pliegos a mediados del siglo XVIII y al intercambio de material impreso pornográfico, en particular el que alude a María Antonieta y a la corte durante los años que desencadenaron la revolución. De igual manera, las explicaciones ideológicas de las revueltas en la Norteamérica del siglo XVIII que condujeron a la Guerra de Independencia de los Estados Unidos se basan en la publicación de periódicos y el intercambio de pequeños panfletos que transmitían opiniones no solo entre las colonias y entre grupos de personas afines, sino también a través del océano. Sin el papel del libro, y especialmente de las publicaciones periódicas y de pequeño formato, es imposible imaginar el curso de tales revoluciones.
¿Cuál considera que es el principal papel de una biblioteca en esta era digital?
El libro digital ha “vuelto a la tableta” en su transformación de la apariencia y la lectura de textos en nuevas formas. Lo digital no ha suprimido los materiales antiguos ni los modos de organización, reproducción y conservación de libros, sino que, de hecho, ha incrementado la impresión y el uso del papel. Las bibliotecas están floreciendo en todo el mundo, y muchas también se han transformado en espacios de nueva sociabilidad; con todo, no siempre forman parte de este renacimiento, ni siquiera si se las rebautiza como “centros de información”. Al menos en Gran Bretaña, las razones son políticas y económicas: estas bibliotecas no son comerciales, sino públicas. Por lo tanto, el recurso a una “biblioteca digital” individual o financiada por una organización existe por separado, si bien es accesible, por supuesto, en algunas instituciones públicas, como los clubes de lectura que a menudo dependen de libros en papel. Los libros electrónicos generan nuevas experiencias de lectura y conocimiento, que cuestionan no solo nuestra comprensión de las formas materiales, sino también la definición, el diseño y la interconexión del conocimiento.
¿Cree que pueda hablarse de una biografía del libro o sería mejor referirse a una biología del libro?
Como escribe Jim Secord en los Vestigios de la historia natural de la creación (s. XIX), “La obra no es una entidad estable, sino la suma total de un conjunto de representaciones en expansión”. ¿Sería, entonces, mejor intentar otro tipo de analogía que también comprenda que el libro tiene vida? Una biología del libro, quizá, en lugar de una biografía, por la cual, en tal estudio de una “vida”, un libro sea concebido por su creador intelectual con intenciones muy específicas y luego sea transmutado por otros actores y agencias en esas diferentes formas materiales, visuales y lingüísticas —a veces en numerosos textos inestables, organizados y reorganizados de diversas maneras y con tasas de supervivencia inciertas y evidencia de uso relativamente pobre; y a veces ediciones más estables en diferentes idiomas, pero todas también materialmente diferentes y cada copia reproducida en operaciones separadas de impresión y cotejo. Cada ejemplar persigue así su propia vida —sin reproducción, por lo tanto, sin genealogía bibliográfica—; vidas enormemente diversas y de distinta influencia: algunas terminadas en una infancia relativa, otras circulando por el mundo y pasando por muchas manos, algunas mutiladas, otras preservadas in situ y representadas totémicamente en aniversarios o con fines políticos y culturales. La biosfera se convierte en la bibliosfera, donde existen otros modelos de biología bibliográfica: donde un libro puede ser revivido tras una muerte inminente y traducido de diferentes maneras muchos años después de su nacimiento, por ejemplo, o donde una mayor hibridez bibliográfica o intercultural puede generar diferentes formas, funciones y ecologías.
¿Qué destino espera para ¿Qué es la historia del libro?, publicado en español por Grano de Sal?
Uno de los propósitos de mi libro ha sido tender puentes entre las diferentes tradiciones de la bibliografía y la historia del libro, y es fundamental contar con traducciones de este tipo de libros para conectar el mundo anglosajón con el hispánico. Se podrán generar nuevas conversaciones y comparaciones que nos permitirán aprender unos de otros. También espero que nos impulse a repensar qué es un libro: su forma material e intelectual, enormemente variable a lo largo del tiempo y el espacio, durante 32 mil años y en todo el mundo. Por lo tanto, el destino que deseo para este libro es que académicos y lectores con intereses generales puedan debatir entre sí sobre los distintos enfoques en diversas partes del mundo respecto a textos y materiales que, a su vez, provienen de diferentes tradiciones y lugares.
AQ