“Jane Austen vino al mundo el 16 de diciembre de 1775 en un pueblo llamado Steventon en plena campiña inglesa, cuando Jorge III aún reinaba y la Revolución Francesa estaba a la vuelta de la esquina”, dice Yesenia Delgadillo, egresada de Creación literaria de la UACM y coordinadora editorial en El Gato Lector, librería que lleva a cabo actividades alrededor de la escritora.
A 250 años de su nacimiento, Jane Austen es una de las autoras más leídas y admiradas del mundo gracias a una literatura que “nos entretiene y nos hace reflexionar, pero, sobre todo, nos involucra emocionalmente. Desarrollamos afectos, incluso pasiones, hacia ciertas obras y, también, hacia las personas detrás de ellas”, sostiene Rocío Saucedo, doctora y maestra en Letras inglesas por la UNAM.
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La especialista dice que sus primeros escritos, realizados entre 1787 y 1793; “es decir, cuando tenía entre 12 y 18 de edad, se conocen como Juvenilia y son muy numerosos, pero poco conocidos. Alrededor de los 20 años, Austen comienza a escribir la primera de las novelas por las que es realmente recordada el día de hoy, Sensatez y sentimientos, las otras cinco son Orgullo y prejuicio, Mansfield Park, Emma, La abadía de Northanger y Persuasión”.
En estos mismos años da inicio un periodo histórico en Inglaterra conocido como la Regencia, llamado así debido a la predominancia social y cultural que tuvo Jorge, príncipe de Gales, quien fue regente de 1811 a 1820 y rey, como Jorge IV, de 1820 a 1830.
Este fue el contexto histórico y social que vivió Jane Austen, y Saucedo dice que, entre otras cosas, se caracteriza por la elegancia desplegada en los encuentros sociales (como los famosos bailes) de las clases medias y altas, y cierto refinamiento en las modas y los comportamientos.
“Estos rasgos son muy reconocibles en su narrativa. No obstante, en términos políticos se trata de un periodo sumamente convulso posterior a la Revolución Francesa, en el que se suscitaron las Guerras Napoleónicas y había un fuerte desempleo, mucha pobreza y desigualdad. Estas condiciones no están presentes de manera tan explícita en sus novelas, pero sin duda están ahí como telón de fondo, al igual que la empresa colonial del cada vez mayor imperio británico”.
Delgadillo relata que la escritora pertenecía a lo que entonces se conocía como la gentry, “la pequeña nobleza rural: no eran aristócratas con título, pero sí estaban varios escalones por encima de comerciantes o granjeros. Su padre era el reverendo George Austen, un clérigo culto, de buena familia, con unos ingresos anuales que rondaban las 600-700 libras: cómodos, pero lejos de la riqueza”.
En esa época se le llamaba “gente decente” a este sector de la población pero eran “tremendamente vulnerables. Si el cabeza de familia moría, las hijas podían quedarse literalmente en la calle, porque en la ley del mayorazgo que regía, la propiedad pasaba directamente al varón más cercano. Ese miedo constante a la ruina está implícito en casi todas las novelas de Jane, aunque en su caso la propiedad pertenecía a la Iglesia”.
Con un posgrado en estudios de género, Saucedo comenta que buena parte de las tramas de la narrativa de Austen derivan de estas diferencias entre la posición social de, por ejemplo, la heroína y el héroe.
“No hay que olvidar que ella comienza a escribir a finales del siglo XVIII, el gran siglo de la sátira, y que sus novelas tienen un fuerte componente paródico y satírico, es decir, de crítica social. Así pues, el retrato de esta landed gentry o grupo de terratenientes, así como de las interacciones sociales al interior de esta clase social y de esta con otras (como con la aristocracia o las clases medias) son frecuentemente presentadas de manera burlesca, aunque con una sutileza brillante”.
El destino de la mujer
Para la doctora Saucedo, el tema central de las novelas de Austen es “el doble significado o función del matrimonio: como transacción social y económica y, también, como unión amorosa. Las heroínas de Austen luchan por su libertad emocional, por afirmar sus sentimientos y no someterlos a las obligaciones sociales de la institución matrimonial”.
Delgadillo ahonda en el tema. Dice que las mujeres de la clase social de la escritora tenían un único futuro respetable: casarse bien. “No podían estudiar en la universidad, ejercer casi ninguna profesión decente, firmar contratos ni tener dinero propio. Lo único que se esperaba de ellas era tocar un poco el piano, bordar, hablar un francés aceptable y sonreír con dulzura. Leer novelas, precisamente el género que ella cultivaba, se consideraba una actividad frívola y hasta peligrosa para la moral femenina”.
Todo este bagaje es el que vemos en las novelas, por supuesto, y en las adaptaciones en series y películas, que son los medios que han reforzado la vigencia de Jane Austen en el imaginario popular.
Las heroínas
Apasionada y estudiosa de la literatura, en especial de Austen, Delgadillo comenta que la inglesa hizo algo que muy pocos escritores han logrado: “Escribió sobre lo único que nunca pasa de moda, la condición humana en su versión más pura. No habla de batallas ni de reyes ni de máquinas de vapor, habla de lo que de verdad nos quita el sueño a todos, hoy igual que en 1815”.
En seguida están sus heroínas, reflejo evidente de ese bagaje social en el que la escritora creció y de su propia vida. “Elizabeth Bennet (Orgullo y prejuicio) rechaza a dos millonarios porque no le llegan ni a la suela del zapato en inteligencia y carácter. Anne Elliot (Persuasión) tiene 27 años y la dan por ‘caducada’ y resulta ser la persona más sabia de todo el libro. Fanny Price (Mansfield Park) dice ‘no’ a un hombre rico y encantador aunque todo Portsmouth y Mansfield Park la presionen”.
Delgadillo sostiene que estas posturas eran ciencia ficción en esa época, sin embargo “hoy es el discurso de cualquier chica que decide no casarse a los 25 porque ‘aún no ha encontrado a alguien que valga la pena’. Estamos diciendo exactamente lo mismo que dijo Austen hace dos siglos”.
Para la doctora Saucedo todas las novelas tienen en común la presencia de una heroína “que navega las aguas turbulentas de una vida social fuertemente regulada por el patriarcado y otro tipo de estructuras de poder y logra, al final, afirmar sus deseos y, hasta donde las condiciones lo permiten, su autonomía”.
La especialista considera que Jane Austen forcejeó con las estructuras de la sociedad que le tocó vivir y logró inscribir su obra en un canon predominantemente masculino: “Para muchas personas, la mayor heroína de Austen es ella misma”.
Derechos femeninos
Hablar de feminismo en la obra de la escritora es arriesgado por algo muy simple, esa palabra “ni siquiera existía en inglés cuando ella vivía; aparece por primera vez hacia 1895. Y si alguien le hubiera dicho que era una ‘reformadora’ o una escritora con ‘mensaje político’, se habría echado a reír o se habría horrorizado. Ella siempre insistió en que solo quería entretener y ganar un poco de dinero, pero eso no la convierte en una conservadora ingenua ni en una damita sumisa”, dice Delgadillo.
“Lo más preciso sería llamarla protofeminista porque el feminismo como tal aún estaba gestándose y el término en sí tardaría algunas décadas en comenzar a ser empleado, en la segunda mitad del siglo XIX en el contexto europeo”, asegura la doctora Saucedo.
“No obstante, al exhibir la manera en que el matrimonio y otras estructuras patriarcales limitaban la vida de las mujeres, las novelas de Jane Austen sin duda realizan una crítica que ahora reconocemos como feminista. Sus heroínas no rechazan el matrimonio, pero sí negocian tanto como pueden con la institución matrimonial para poder gozar de los privilegios sociales que esta conlleva sin sacrificar su integridad emocional y moral. Lo que estas novelas en conjunto dicen es que las emociones de las mujeres importan y no deberían someterse a dinámicas normativas”, cuenta Saucedo, también licenciada en Lengua y Literatura Modernas (Inglesas).
La especialista comenta que tan solo tres años antes de que Austen comenzara a escribir Sensatez y sentimientos (1811), la escritora y filósofa inglesa Mary Wollstonecraft había publicado Vindicación de los derechos de la mujer, “uno de los libros ahora considerados fundacionales del feminismo. Y Wollstonecraft no era la única. Había muchas otras mujeres e incluso hombres expresándose a favor de la educación femenina y una mayor igualdad entre ‘los sexos’”.
Saucedo ejemplifica: “Podemos mencionar la sociedad de las Blue Stockings, un grupo de intelectuales y artistas activas en la segunda mitad del siglo XVIII. Es decir que esas ideas estaban ya en el aire, se publicaban y debatían”.
Su conexión con el presente es tan fuerte, que en muchos lugares en el mundo se celebran eventos sobre ella y su obra, como en la librería El Gato Lector, que tiene un círculo de lectura enfocado en escritoras clásicas y que empezó este 2025 recordando a Jane Austen con motivo de los 250 años. Un lugar donde “se toma el té, hay bocadillos y se organizan juegos propios de la Regencia”, concluye Delgadillo.
Jane Austen se volvió una imprescindible de la literatura con solo seis novelas:
Sensatez y sentimientos (1811)
Orgullo y prejuicio (1813)
Mansfield Park (1814)
Emma (1815)
La abadía de Northanger (1817)
Persuasión (1817)
