Internet y, sobre todo, la consolidación de las formas de sentir del mundo del espectáculo han transformado a la literatura.
Las generaciones lectoras que se formaron antes de MTV y de la Reality–TV quizá no han terminado de aceptar que las siguientes ya no procesaron la literatura mediante los sospechosos habituales (libros de Baudelaire, Rimbaud, Neruda, etcétera). Para muchos Millenials, la literatura ya fue otra rama del hype en una pantalla a mitad del desempleo.
En el Mundo Warhol 2.0, Dostoievski primero fue reemplazado por Phil Donahue y luego P. D. se volvió un inconfesable dinosaurio y sufrió Desert Storm vía Big Brother y, finalmente, Lady Gaga, aún Madame Mainstream de lo Weird–Normal.
El desplazamiento del texto y del libro a la periferia y el centramiento de la figura del autor (sobre todo su fotogenia) indica que el núcleo de la experiencia literaria (tanto de productor como de consumidor) pronto será la del “escritor” como Celebridad Cultural. El selfie será el bisabuelo polaroid del 3D Biopic.
Frida y Warhol, Picasso y Dalí fueron adelantos. Pero su glamour y appeal, sin embargo, eran acompañados de genialidad; hoy, ya sin genios técnicos en las artes, las próximas Celebridades Culturales serán del tipo Kardashian. No habrá textos; todo será gestos, poses y gossip.
No habrá rupturas, solo escándalos. Nadie tendrá influencias; se ocuparán puestos, crestas y nichos.
En el futuro l@s autor@s serán elegidos por su look. Sus productos (textos, cuentas, webs, impresos, apariciones) serán diseñados por programadores, equipos o instituciones. Todos serán neoliberales sin escrúpulos morfológicos.
Los críticos serán sustituidos por contratistas; los periodistas culturales por publirrelacionistas; los editores por curadores y los académicos por multi–tasking faculty.
Una vez que la trayectoria reemplace a la obra, lo único relevante de los autores será su presencia mediática.
La radicalidad que desearon los modernos será reemplazada por la popularidad conseguida por los post–post–modernos; la técnica, por el rating.
¿Las vanguardias? Fósiles. Todo se reduce a seguir tendencias. El creativo, el comentarista o el consumidor idolatran el falo de la tendencia, aunque sea un bot.
¿La “Historia de la Literatura”? Los post–modernos la creyeron rota, los post–post–modernos la desenterrarán para chupar hasta su último episodio.
Las obras maestras o simbólicas del pasado serán “apropiadas” (desde el remix hasta la “engorda”) y, preferentemente, serán subsuelo de fracking.
Debido a la falta de talento, los lit–artistas frackearán todos los textos del pasado, los explotarán al tope. Y todo retro–grooming será re–animación Gang–Bang.
Los propios cuerpos–autores del pasado serán objeto de cosplay.
En este nuevo orden de la post–lit global, Goldsmith y Katchadjian fueron solo tímidas precuelas. Los Justin Bieber y Kardashian alto–culturales reinarán.