Mar de dedos
Hay muchos dedos.
Muchos dedos agresivos.
Los índices se levantan.
Los índices que señalan al prójimo
que acusan
que envidian.
Una cortina de dedos
Una marea de dedos
Una muralla
me señala.
Las lenguas se levantan, se despiertan
se afilan
se liman en los dientes
se envenenan en la saliva del colmillo.
Lenguas rasposas.
Lenguas que han lamido culos.
Lenguas que duermen solas
en sus cuevas de cavidades putrefactas.
Las lenguas que no vemos
en medio de las risas.
Lenguas sin ventilar.
Lenguas que pican.
No muerdan a su nombre tan hermoso.
México, 1956
***
A mi sustituta en el tiempo
Cuando ya solo quede de mi pie
el eco en las aceras
cuando de mis ojos solo la torre
que miraron
y de mi lengua ni una palabra girando
en un oído
cuando solo los signos escritos en el aire
por mis manos
cuando en el mar solo el perdido golpe
de las olas
y de esta lágrima no quede rastro
en la memoria
todavía tú, amiga, que me esperas
más allá de este tiempo
encontrarás mi enojo,
mi enojo porque han vuelto
tan inútil este mundo.
París, 1947
***
Hoy ármese mi mano (versión 2)
Hoy ármese mi mano,
enciéndase la luz verdosa con el odio.
Hace tiempo que tengo un enemigo.
Estamos frente a frente.
La puerta se ha cerrado.
Algo trama.
Nada va a producirse.
Los dos cerramos la boca.
La puerta se abre, se cierra.
Puerta maldita al infinito olvido de la calle.
Mi odio
el fantasma de mi odio sigue sus pasos.
El odio de una daga en la garganta.
El furor de la hoguera con las ramas.
La frialdad repetida de la hacha.
El ojo del reptil pegado a un pájaro.
El buitre y su apetito de carroña.
La muerte gusanera en una boca.
Mi odio
son esos odios juntos.
Su cuerpo sigue al tuyo
Se te aparece en las bocacalles.
Te nubla los ojos para mirar los rostros
Te amarga el paladar para probar los frutos
Ronda tu cabecera
y puebla tus sueños de imágenes sombrías.
Entra reptil en tu pecho.
La sonrisa te la vuelve mueca.
Petrifica el amor en tu mano.
Te deja desnuda.
Te mata poco a poco.
El odio tiene pies de gato.
París, 1949
***
O.
Todo el año es invierno junto a ti,
Rey Midas de la nieve.
Huyó la golondrina escondida
en el pelo.
La lengua no produjo más ríos
atravesando catedrales ni eucaliptos
en las torres.
Huyó por la rendija la ola azul
en cuyo centro se mecía la paloma.
El cielo blanco bajó para ahogar
a los árboles.
El lecho es el glaciar que devora
los sueños.
Surgió el puñal de hielo
para cercenar minuciosamente
la pequeña belleza que defiendo.
El sol se aleja cada día más
de mi órbita.
Solo hay invierno junto a ti,
amigo.
18 de enero de 1955
***
Ensueño
Roto el ensueño, quebrada la ilusión, el soñador
del campo que con los ojos abiertos oyó una noche
el canto de la oscuridad, ahora vela una fétida esperanza.
Olvida sus campos alguna vez inundados de ensueño,
la tierra que siempre reverbera porque nació sin saberlo
enamorado de ella.
Olvida hasta el tiempo cuando amó mujer, cuando ebrio
ahuyentaba los espantos.
Olvida en fin de todo lo que es ensueño y despierta un día
infinitamente lejos de la infancia y de cuanto soñó.
Como si en un mismo día se hubiera hecho viejo.
Él, que despertó de golpe abandonado por los astros,
perseguido por el hombre, la tierra inundada de sangre,
el día que ya no oyó ladrar los perros y que en silencio
los montes y las nubes y hasta el mismo azul del cielo
se le vinieron encima,
en ese día en que ocurrió todo,
perdió el ensueño.
Y si tuvo algún pensamiento después, ya no fue bueno…
Había sido tocado ciertamente por el mal…
Para acabar con la rabia hay que matar a muchos
Perros.
México, 1964