El compositor mexicano Jorge Sosa estrena este viernes 18 de julio en Nueva York su ópera en español Generación perdida, sobre las desapariciones en América Latina, a partir de poemas de Javier Moro Hernández, que llegará a México en noviembre próximo, en puesta en escena en Mérida, Yucatán.
“Cuando empecé a escribir esta obra no me interesaba mostrar violencia, no es una pieza sórdida, no se ven armas o gente sufriendo. No se trata de esto; se trata de hablar, de expresar nuestros sentimientos y sensaciones con el lenguaje y el lenguaje musical. Generación perdida se centra en la emoción”, dice a MILENIO Sosa, desde los ensayos en el teatro experimental La MaMa, donde se estrenará la pieza para orquesta de cámara y mezzosoprano, producida por el Teatro Grattacielo.

Después del éxito de su estreno el 9 de mayo pasado, en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, de su ópera en inglés I’m a Dreamer Who No Longer Dreams (2019), Sosa lleva a Estados Unidos un drama que explora la crisis humanitaria que afecta a México y América Latina, donde el secuestro y la desaparición forzada han impactado profundamente a innumerables comunidades en la última década.
“Es una pieza hermosa, porque la poesía de Javier Moro Hernández es hermosa, al mismo tiempo que es dura y nos invita a reflexionar; se genera un contrapunto emocional que es lo que hace esta pieza especial, porque estamos hablando de una violencia muy real, pero con un lenguaje muy poético. El hacerlo de esta manera invita a la reflexión, al duelo y a la introspección. Ojalá ofrezca al público un momento de catarsis y que al hablar de violencia y trauma nos sea más fácil procesarlos y entenderlos”.
Sosa pensó Generación perdida como pieza de cámara, para mezzosoprano y cuarteto de cuerdas y piano. Los músicos estarán dirigidos por Tianhui NG y la protagonizará la cantante puertorriqueña Victoria Vargas (con su compatriota Linda Collazo en cover), y Elena Araoz en la dirección escénica. A ellos se suma Daniel Landez como proyeccionista, que presentará los videos en vivo durante la obra.
Sosa destaca que, aunque la obra es modesta en tamaño, decenas de personas participaron en su producción, en un mosaico multiétnico y multicultural de artistas migrantes, empezando por el director del Teatro Grattacielo, Stefanos Koroneos, de origen griego, quien desde el principio apoyó la pieza.
La obra, de una hora de duración, está dividida en 11 viñetas o cuadros en los que la mezzosoprano Victoria Vargas va guíando al espectador a través de una historia que no está concebida linealmente.

“La idea de las proyecciones y la dirección de escena es que nos transportan a distintos lugares, a veces somos pasajeros en un autobús que va camino a la frontera, otras estamos viendo la luna y las estrellas en nuestro pueblo, o imágenes históricas de las Madres de la Plaza de Mayo (en Buenos Aires), o de las madres buscadoras (en México). Las imágenes ayudan a contar la historia y brindan el soporte dramático”, dice Sosa, nacido en Ciudad de México en 1976 y residente en Estados Unidos desde 2002.
“El primer movimiento, el primer cuadro, que se llama 'La noche cae', está basado en eventos reales: la tragedia de 72 los migrantes que fueron secuestrados y asesinados en Tamaulipas, en el rancho San Fernando”, refirió el compositor sobre la matanza de agosto de 2010, en el sexenio de Felipe Calderón.
“En otro cuadro, 'Dolor que quema', hablamos del secuestro como arma de guerra, durante las dictadura en Argentina, en Uruguay, y durante los últimos 18 o 20 años de gobiernos democráticamente electos en México”, añadió Sosa, al aclarar que Generación perdida no abarca sólo un país, sino el continente.

Otro movimiento se llama “El río de acero” que aborda el constante flujo de armas de alto poder, que cruza libremente de Estados Unidos a México y América Latina, con el que se arman grupos delictivos.
El resto de las viñetas hablan de migrantes desaparecidos en su ruta a la frontera o por qué deben abandonar sus comunidades, o en cómo las ciudades se convierten en campos de batalla, o los fantasmas que quedan en esos pueblos que han sucumbido a la violencia, el desplazamiento de pueblos enteros en Colombia, e incluso de la tragedia de acudir al Ministerio Público en México, entre otros.
“La unidad de la pieza es en parte por el lenguaje de Javier Moro Hernández, que es esta mezcla de poesía y realismo, casi periodístico, porque Javier es periodista además de poeta, y eso le da unidad a la pieza en cuanto a temática. Y en términos de música, cada uno lo que trata de hacer es capturar la emoción del texto de Javier. Por ejemplo, 'La noche cae' es casi como una canción de cuna, porque habla del trayecto hacia la frontera de noche, el estar cansado, viajando, se enfoca en esas sensaciones”.
“En 'Urbe brutal' trato de dar la sensación de peligro, de ansiedad; tiene ritmos muy ágiles, muy repetitivos, una música muy violenta, porque está tratando de ilustrar esta sensación de estar en un campo de batalla. Hay motivos que cruzan distintos movimientos, a uno le llamo 'del duelo'; es melódico y aparece en distintas partes donde Javier expresa la sensación de duelo, de pérdida, que aparece en varios poemas”, expone el compositor mexicano, que considera la pieza “impresionista”.
Con escenografía minimalista, con proyecciones, juegos de luz para crear atmósferas fantasmales, la pieza está concebida por el compositor como salvaguarda de la memoria histórica sobre la violencia.
“Sí, definitivamente es como un réquiem secular, digamos. Es muy importante en el texto de Javier la memoria, que no se olviden estas personas, que no se vuelvan sólo datos, sino que quede algo, no nada más en la memoria de sus familiares, sino en nuestra memoria colectiva. Y ese es un tema recurrente en el texto de Javier. Y también para mí es importante dejar un trabajo que sirva como memoria de esta violencia que vivimos desde hace mucho tiempo en nuestros países en América Latina”, agrega Sosa.
Agrega que el duelo es otro elemento en la poesía y parte importante de la pieza y la puesta en escena.
“Es la sensación inconclusa que nos deja perder a alguien, de nunca tener la oportunidad de cerrar ese capítulo al estar alguien desaparecido, al no saber qué fue lo que sucedió con nuestros seres queridos. Y todas estas son emociones están en la poesía, y tanto la dirección escénica como la dirección musical, como la intérprete, tratamos de amplificar estas emociones o de darles un cauce hacia el público.
“Va a ser una experiencia única. Y lo que me gustaría que la gente se llevara es una sensación de comunidad, de que no estamos solos, sino que colectivamente podemos sentir empatía y colectivamente podemos acompañarnos y hacer algo en conjunto”, comenta el compositor mexicano.

Prevé que habrá una lectura diferente en las presentaciones en Estados Unidos a las que se ven en otros países, la segunda será un parque público junto a la zona de migrantes de Chinatown, en Nueva York.
“Es importante presentar acá esta pieza porque en EU no se habla de estos temas; se habla de migración, pero no de las razones, de las condiciones que obligan a la gente a migrar. Y eso la pieza lo aborda. Hablamos del tráfico de armas, de los adictos, de cómo la adicción en EU es la que aviva el fuego de la guerra. O de las armas que se trafican ilegalmente a América Latina, que generan las condiciones para que el crimen organizado ocupe partes importantes del continente a base de fuerza. Se habla del estigma del migrante, pero hay que entender que es responsabilidad compartida”, sostiene.
PCL