El circo ha sido durante más de un siglo un reflejo dinámico y contradictorio de nuestra modernidad: un espectáculo que a primera vista invita a la risa y la fascinación, pero que también muestra las sombras de la condición humana.
Así lo describió el curador David Calix al ofrecer el recorrido por la exposición Circo. Fascinación popular que se inauguró este 13 de noviembre en el Museo Nacional de Arte (Munal): “El circo tiene un carácter bivalente, es un espacio donde conviven la maravilla y también la tragedia latente. En esa doble faceta, los artistas y fenómenos circenses han sido tanto el centro del entretenimiento como objetos marginados y sometidos a crueles estigmas sociales”.
Durante 25 años, el payaso Ricardo Bell perdió el miedo para hacer chistes incluso sobre el presidente Porfirio Díaz, algo inimaginable para otros, explicó la curadora Zynaya Ortega.
“A Porfirio Díaz le gustaba que Ricardo Bell se burlara, era el único que podía criticar sus políticas estando frente a él. Bell encarna el poder único del personaje para enfrentar la tragedia con humor: el payaso toma esa tristeza y la convierte en un chiste para que por unos segundos las personas se olviden y rían de su propia tragedia. Incluso Díaz llegó a decir que el único que le podía ganar en las elecciones era Bell porque era reconocido y aplaudido por la gente”.
Este gesto, destacó Ortega, fue no solo valiente sino cargado de un profundo significado social y político.
Sin embargo, no todo en el circo fue alegría. Calix dijo: “El circo transfiere también los límites morales, sociales y físicos, y con ello la cultura visual que registra y cuestiona estas transformaciones de la modernidad”.
Deshumanización y racismo
Las obras de artistas mexicanos modernos como María Izquierdo o José Clemente Orozco exploran esa figura contradictoria: acróbatas que desafían el riesgo y la muerte, pero también personas marginadas, exhibidas y deshumanizadas. En palabras de Calix, “el circo es también una metáfora visual de la vida cotidiana. La función de vida se encuentra unida a la pulsión de muerte en estos espectáculos”.
Zynaya Ortega resaltó la carga social que implican los fenómenos circenses, vistos históricamente como “los marginales, aquellos que la sociedad no acepta”. El caso de Julia Pastrana, indígena sinaloense exhibida como una rareza durante el siglo XIX aun después de su muerte, ejemplifica la brutal deshumanización con la que se trataba a estas personas.
“Ella era una persona inteligente y sensible, pero vivía rodeada de personas que no la veían como tal sino como una muestra de la ‘evolución humana’ a exhibir para la sociedad. Esta mirada colonial y racista permeó la imagen del circo como espacio donde lo humano se trastoca en espectáculo de rarezas y curiosidades. Era presentada como “La mujer de tierras salvajes de México”, era la época de las teorías científicas en donde los humanos provienen justamente de los primates. Incluso, Charles Darwin se interesó en su caso y mandó tomarle fotografías”.
Julia Pastrana murió por complicaciones posparto y junto con su bebé fue embalsamada. En la década de los 40 del siglo XX, sus cuerpos fueron vendidos para satisfacer el morbo de la gente. “Fue recientemente, en 2013, cuando fue traída a México y sepultada”.
El circo emerge así como una contradicción profunda: un espacio de fascinación y diversión para el público, pero también un escenario donde se eternizan desigualdades sociales, raciales y estéticas. Este espectro complejo es lo que buscan rescatar las recientes investigaciones y exposiciones museográficas que combinan documentos históricos, pintura, fotografía y cine para mostrar al público esas “experiencias límite” que dieron forma a esta forma de arte popular y marginal.
David Calix lo sintetizó así: “No todo es risas en el circo, hay una pérdida de humanidad y también una crítica tragicómica a la modernidad. El circo nos invita a reflexionar sobre cómo representamos el cuerpo, la muerte y la dignidad desde un espacio que es festivo pero también profundo y complejo".
Este diálogo multidisciplinario entre curadores y artistas nos revela que el circo no es solo un espectáculo para el entretenimiento sino un espejo artístico y social que refleja las luces y sombras de nuestra historia colectiva.
En la exposición se muestra cómo los artistas modernos reflexionaron sobre la representación visual del circo: “Nos parece importante utilizar diferentes técnicas en este sentido para tener diferentes disciplinas, fotografía, grabado, pintura y cine, aunque interesa mucho recuperar el carácter imaginativo de los documentos por parte de otros investigadores. Consideramos también importante incluir los carteles como una forma de expresión porque a partir de imágenes podemos entender la transformación del circo, pero también la importancia de su representación y de su análisis”.
Calix dijo que la diferencia entre el payaso mexicano, el clown y el pierrot francés radica en sus tradiciones, estilos de maquillaje, vestuario, y en el contexto cultural y escénico donde se desarrollan.
La exposición Circo. Fascinación popular estará abierta hasta el 22 de febrero de 2026 en el Museo Nacional de Arte, en Tacuba 8, en el Centro Histórico.
BSMM