El Valle del Mezquital, en la zona centro del estado de Hidalgo, se convirtió en el laboratorio ideal para la aplicación de la realidad aumentada en el proceso educativo de los niveles básicos, un ejercicio novedoso en la entidad, sobre todo al tratarse de temas tan latentes como la violencia de género. Pero, ¿cómo lo hicieron?
La investigadora Liliana García Montesinos, titular del Laboratorio de Cultura, Educación e Innovación Digital de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y responsable del proyecto que verá la luz el próximo mes, explicó en entrevista con MILENIO los pormenores.
Este ejercicio no es el primero en el país ni el primero en el que ella ha estado involucrada. En el pasado lo realizó en Oaxaca, en idioma zapoteco. “Mis primeras palabras” fue el resultado de un trabajo similar desarrollado en aquella entidad, donde fue conocido como “el libro que habla”.
Para Hidalgo se trata de un texto que utiliza la realidad aumentada (RA) para sensibilizar a los menores sobre este complejo tema. Aunque originalmente no iba a ser así: en un principio se había planteado abordar el maguey con algunas maestras de la Escuela Normal del Valle del Mezquital.
Pero el destino hizo su parte. La especialista de la UNAM y las normalistas coincidieron en un congreso en Colombia. Ahí surgió el tema de la violencia de género, una problemática arraigada y penosamente normalizada en las comunidades rurales —aunque también presente en zonas urbanas y conurbadas—, que representa uno de los grandes desafíos que enfrenta el país por cuestiones culturales y hasta tradicionales.
Entonces cambiaron el rumbo y nació el libro Ya Noya, que será presentado oficialmente a finales de octubre.
Nueva estrategia
Primero se conformó un grupo piloto de 14 o 15 alumnas para conocer sus historias, los problemas y los conflictos que enfrentan día a día. Para facilitar el ejercicio, las invitaron a bordar, a plasmar con hilos y telas las historias de violencia que habían vivido. El resultado fue, por decir lo menos, desgarrador.
La participación fue abierta: en la segunda sesión ya eran 20, en la tercera 25, y para la conclusión del ejercicio sumaban 70 mujeres involucradas.
Crearon sus historias, hablaron de ellas, contaron sus experiencias entre lágrimas… muchas lágrimas.
Liliana recuerda que no fue una experiencia sencilla y que, como mujer, le impactó y resultó difícil. En particular, por la reacción de un estudiante que recién había regresado de Estados Unidos y se involucró en el taller; sin embargo, tras las primeras interacciones dejó ver la crudeza de la realidad que viven muchas mujeres en esa región hidalguense al decirle a la investigadora: “Lo único que vas a provocar es que les den en la madre a mis compañeras”.
Con más de 30 años de edad, el joven no se inmutó al replicar una de las aseveraciones de la especialista, cuando ella compartía su experiencia en Oaxaca y explicaba que en aquella entidad el 76 por ciento de la tenencia de la tierra es de los hombres y el 24 por ciento de las mujeres. Él le respondió: “Acá no, acá es de 99.9 por ciento para los hombres y de 1 por ciento para ellas”.
Un buen inicio
Equidad y justicia son dos términos aún pendientes en la sociedad, y eso es precisamente lo que busca Ya Noya, que en hñähñu significa “Palabras”, un texto pensado para trabajarse en las escuelas del Valle del Mezquital. Por ello, es fundamental la participación de las estudiantes de la Escuela Normal.
Liliana está convencida de la necesidad de trabajar desde la niñez para evidenciar y erradicar la violencia de género, un fenómeno que no es exclusivo de las zonas rurales, pues está presente en todos los ámbitos del país.
En el deporte, ejemplifica, está el caso de las futbolistas: las niñas que quieren jugar futbol suelen ser calificadas de “machorras”, por decir lo menos, y deben esperar a salir de sus comunidades o alejarse de quienes las conocen para poder practicarlo.
El problema se agrava, dice la especialista, “porque la sociedad está desmembrada… porque creemos que la violencia está bien, porque todo el día la estamos consumiendo”.
De ahí la importancia de sensibilizar a los niños. Este es un ejercicio que puede replicarse en otras entidades y comunidades indígenas, pero dependerá de un compromiso en el que participen todos los sectores de la sociedad para erradicar la violencia de género: gobiernos, asociaciones civiles, iniciativa privada, instituciones educativas y familias.
“Todos estamos obligados a poner nuestro granito de arena”, subraya.
Reconoce que el efecto no será inmediato ni palpable a corto plazo: “pasarán al menos dos generaciones para ver resultados, pero es un buen inicio”, afirma.
El libro
Ya Noya es una infografía formada por imágenes con realidad aumentada y narraciones en lengua hñähñu y español. A través del bordado, las mujeres del Valle del Mezquital cuentan sus historias y plasman sus dolores y experiencias a manera de catarsis, aunque no todas pudieron incluirse en el texto.
El libro, editado por la UNAM, originalmente sería presentado durante el Congreso Nacional de Escuelas e Instituciones Normalistas Indígenas, celebrado en Chihuahua a partir del 17 de septiembre; sin embargo, un contratiempo retrasó su lanzamiento y estará en circulación a mediados de octubre.
Como es costumbre en la UNAM, con este tipo de proyectos, será donado a las escuelas participantes, en este caso las del Valle del Mezquital.
En marzo pasado se presentó un programa piloto en algunos planteles de la zona y el 87 por ciento del cuerpo docente involucrado consideró que las dinámicas con realidad aumentada mejoran la retención de conocimientos sobre igualdad.
Ya Noya destaca por su proceso de concientización mediante un enfoque preventivo y culturalmente empático; por su innovación pedagógica gracias a la RA, que provoca interactividad educativa, promueve la tradición y preserva la lengua otomí.
Además, ofrece material de apoyo para abordar el tema sin estereotipos, y muchas de sus actividades están diseñadas para involucrar a los padres de familia.
El libro estará a la venta a un costo aún no determinado. Aunque cuenta con imágenes a color y uso de RA, buscarán mantener un precio accesible. Liliana agregó que hay interés en conseguir patrocinadores para, después de donar los libros a las escuelas, poder adquirir dispositivos electrónicos y conformar bibliotecas digitales en los planteles.
“Lo ideal es que haya personas o instituciones altruistas que nos apoyen y permitan llevar este libro a todos los planteles de la región, el estado y el país, por una razón muy sencilla: las niñas y los niños son quienes van a dar el giro a la actual situación, no los adultos. Por eso deben irse sensibilizando, y con la tecnología en estos espacios y temas se puede lograr”.
Finalmente, destacó: “Con el uso de estas tecnologías convergentes es posible cambiar en los menores la forma de ver y percibir los problemas sociales y hacerles entender que se puede… que hay una verdadera posibilidad de solucionarlos”.
Concordancias
En Hidalgo, Itzia María Cázares Palacios, profesora investigadora del área académica de Psicología del Instituto de Ciencias de la Salud (ICSa) de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), considera que es posible disminuir la violencia de género desde los primeros niveles de educación básica.
“La violencia es una conducta humana aprendida que se inserta en un contexto desigual; en ese sentido, si hablamos de que es una conducta humana aprendida, por supuesto que es posible transformarla, por supuesto que es posible prevenirla”, afirma Cázares Palacios.
Explica que la violencia de género es una serie de manifestaciones derivadas de un desequilibrio de poder en los procesos de socialización basados en el sexo: “Si bien no es exclusiva hacia las mujeres, de acuerdo con cifras estadísticas internacionales y nacionales principalmente se presenta o se dirige hacia ellas y hacia las niñas por el solo hecho de ser mujeres, aunque también hay hombres que son agredidos”.
La especialista considera que a través de los cuentos y juegos se puede llevar a las infancias a reflexionar: “Me parece que una clave fundamental en la transformación de todas estas actitudes, conductas y creencias tiene que ver con cuestionar lo que está naturalmente como dado”.
Añade que para garantizar la correcta percepción del mensaje en los menores sobre la violencia de género debe haber articulación entre sectores: “Es un problema de salud pública, es un problema de derechos humanos. Cuando pensamos en un problema público, son diversos los actores que tendríamos que estar interviniendo; me parece que el trabajo tiene que ser desde un modelo más integral”.

KT