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  • "Le quitaron la vida a mi niño, no se vale": madre despide a su hijo Lalito, el menor que fue víctima de la dramática violencia del futbol

Familiares y amigos de Lalito lo despidieron y clamaron justicia por su muerte (Foto: Josefina Ruiz)

A Lalito, el tercero de sus cuatro hijos, le arrebataron la vida. Se dirigía con otros amigos al hotel donde se hospedaban los jugadores previo al Clásico Tapatío

El cielo estaba despejado y el sol caía fuerte sobre la Parroquia y Santuario de Nuestra Señora de Santa Anita, en San Pedro Tlaquepaque, Jalisco. Las campanas repicaban con fuerza mientras afuera se formaban grupos de jóvenes con camisetas rojiblancas y banderas de las Chivas de Guadalajara. Algunos llevaban coronas de flores, otros, lonas del equipo de futbol o banderas rojas.

La misa de cuerpo presente de Lalito, el joven de 16 años asesinado el 24 de octubre, había comenzado al mediodía, y la tristeza se respiraba en cada rincón de la plaza principal.

Vestida de negro, con lentes oscuros que no lograban ocultar el dolor, la madre de José Eduardo Ramírez Ávalos permanecía junto al féretro blanco cubierto con una manta del club deportivo del que el adolescente era aficionado. Apenas podía sostenerse. A su alrededor, el silencio pesaba tanto como el sol.

“Que no se quede impune”, clamó entre lágrimas. “Que me hagan el favor, que se llevaron a mi niño, no se vale. Esto es cuando Dios decida, no la gente puede acabar con la vida de alguien. Justicia, por favor, que me apoyen y que agarren al que hizo las cosas”, suplicó con la voz quebrada.

A Lalito, el tercero de sus cuatro hijos, le arrebataron la vida. Esa noche se dirigía con otros amigos al hotel donde se hospedaban los jugadores previo al Clásico Tapatío en Zapopan, pero en el camino se toparon con presuntos aficionados del eterno rival, el Atlas, y fueron agredidos a golpes. Él murió; dos acompañantes resultaron heridos.

Un adiós entre porras, dolor y el clamor de justicia

Un joven alegre, bromista, fanático del Rebaño Sagrado, pero sobre todo, un muchacho querido por su barrio. Dentro del templo, las bancas estaban llenas. Desde la entrada se mezclaban los aromas de las flores blancas y el incienso. Las luces del mediodía iluminaban el féretro que descansaba frente al altar, cubierto por una bandera rojiblanca. El murmullo de las oraciones se confundía con los sollozos. Afuera, los amigos se abrazaban en silencio, con la mirada perdida y los ojos hinchados de tanto llorar.

Cuando el féretro salió de la iglesia, el silencio se rompió. Los jóvenes comenzaron a brincar mientras ondeaban las banderas del Guadalajara y coreaban entre lágrimas: “¡No se va, Lalito no se va!”. Era un adiós convertido en porra y un reclamo colectivo contra la injusticia.

El cuerpo fue recibido y despedido con aplausos, llantos y un canto que estremeció a todos. Había dolor, pero también orgullo. “Lalito se fue alentando, como vivió”, dijo uno de los muchachos, que no pudo ocultar su tristeza por la pérdida de su amigo.

Se llevó a cabo la misa de cuerpo presente de Lalito, el joven de 16 años asesinado el 24 de octubre, luego de una serenata a Chivas
Aficionados del pueblo de Santa Anita se hicieron presentes para despedir a Lalito (Foto: Josefina Ruiz)

"Quiero justicia, nunca voy a olvidar a mi hermano"

Alexander, uno de sus amigos más cercanos, sostenía un trofeo entre las manos. Lo apretaba con fuerza mientras miraba el féretro avanzar. Su voz temblaba: “No es justo que haya ido a apoyar a las Chivas y que le haya pasado eso. Quiero justicia, y esto no se va a quedar así. Nunca lo voy a olvidar, a mi hermano”, dijo con los ojos llenos de lágrimas.

El trofeo que cargaba y que nunca soltó tenía una historia. Lalito jugaba con ellos futbol. “Este trofeo lo ganamos con un equipo que hicimos entre puros amigos, y él en ese equipo jugaba de portero. La verdad, si no hubiera sido por él, no lo hubiéramos ganado.”

Ese día, Alexander estuvo con él, sin imaginar que sería la última vez que compartirían tiempo juntos. “Todos los días salíamos a jugar futbol, y no voy a soportar ya no volver a verlo”, expresó con la voz apagada. Mientras su madre lo abrazaba por la espalda para intentar calmar su dolor, compartió:

“Él estaba feliz ese día. Ya en varias ocasiones habíamos ido con los amigos al estadio, y siempre él estaba muy feliz, siempre alentaba, gritaba, se desvivía por las Chivas. Estaba enamorado del Deportivo Guadalajara, y no se vale la verdad que le hayan hecho eso.”

Con rabia contenida, Alexander no pudo callar su sentir: “Es que una cosa es alentar y otra es el vandalismo, y lo que hicieron los asesinos es delincuencia. Una cosa es alentar, pero lo que hicieron ellos no se vale y no es justo.

Despiden a Lalito como vivió, con pasión futbolera

Los amigos de Lalito cuentan que su pasión por el futbol empezó desde pequeño. “Desde niño le iba a las Chivas, era su anhelo, pues, el equipo. Y no era barrista; iba a apoyar, a pasar el rato”, recuerda otro de sus compañeros, que prefirió no revelar su nombre.

El joven no pertenecía a ninguna barra, aclararon sus amigos, mientras permanecían recargados en una pared afuera de la iglesia. “Solo había ido a apoyar al equipo que tanto amaba, a gritar por los colores rojiblancos como lo hacía desde pequeño.”

Pero esa noche el futbol dejó de ser alegría. El domingo, mientras velaban su cuerpo, sus amigos decidieron que, mientras no haya seguridad, dejarán de asistir a los eventos deportivos. “Ya no nos íbamos a dejar ir, porque nos da miedo.”

Con reproche, recordaron el momento en el que les dieron la noticia del asesinato de Lalito: “Nos marcaron: ‘está valiendo verga…’. Y marcamos a conocidos. Se pasaron de lanza, no sabemos qué hacer”, dijo con la voz entrecortada y el consuelo de dos amigos que intentaban aliviar el dolor que se reflejaba en su rostro.

El homicidio de Lalito ocurrió tras una riña entre presuntos aficionados del Atlas y las Chivas en Zapopan, un episodio más en una larga lista de enfrentamientos entre grupos radicales conocidos como barras.

Se llevó a cabo la misa de cuerpo presente de Lalito, el joven de 16 años asesinado el 24 de octubre, luego de una serenata a Chivas
Despidieron con coronas del escudo de Chivas al joven aficionado (Foto: Josefina Ruiz)

El fútbol, cada vez más violento para los aficionados

En Jalisco, la rivalidad entre los equipos más importantes del estado se ha convertido en terreno para la violencia. Las autoridades han intentado durante años frenar los ataques entre barras, sobre todo en los Clásicos Tapatíos, pero los resultados han sido insuficientes.

El estado aún recuerda lo ocurrido en marzo de 2022, cuando la violencia estalló en el estadio Corregidora de Querétaro durante un partido entre Querétaro y Atlas. Decenas de personas fueron golpeadas, desnudadas y perseguidas por las gradas. Las imágenes dieron la vuelta al mundo. Aquel día, el futbol mexicano volvió a mancharse de sangre.

Las sanciones impuestas por la Federación Mexicana de Futbol, como la prohibición de barras visitantes y el registro obligatorio de aficionados, fueron medidas temporales, pues los enfrentamientos regresaron.

Lalito no pertenecía a ninguna barra. Era solo un aficionado más. Un adolescente que soñaba con ser portero profesional y que jugaba con sus amigos en la cancha del barrio.

El deporte no debería vestirse de tragedia

Liliana Rojas, vecina del barrio y madre de un compañero de escuela de Lalito, también acudió al funeral. “Conocí al niño porque mi hijo estaba en su salón, en la secundaria; era su compañero de clase”, contó.

Ella se enteró del asesinato por las noticias y por los amigos de su hijo. Hoy lamenta que un deporte como el futbol, que debe unir y ser recreativo, se haya convertido en el móvil de un crimen.

“Se supone que es un deporte y no debe llegar a ese límite. Ya no estamos seguras las personas, nuestros hijos, de ir a ver un deporte que les gusta a ellos.”

Liliana es empática ante la tragedia: “Siento mucho dolor, me pongo en el lugar de la mamá de él, porque yo tengo un hijo de 16 años, y no nos gustaría que eso les pase a nuestros jóvenes, que son el futuro de este país.”

Y es que Lalito era querido en el barrio. “Mucha gente de aquí de este pueblo es muy social, le gusta ayudar. Vienen a despedirse de él, porque el niño era muy querido y lo querían mucho en todo el pueblo. Vienen a decirle el último adiós”, expresó entre lágrimas.

En el templo de Santa Anita, en Tlaquepaque, ‘Lalito’ de 16 años fue despedido por familiares y amigos tras un crimen que aún no tiene claridad
Despiden a 'Lalito' en Tlaquepaque y exigen justicia (Josefina Ruiz)

Todos exigen justicia para Lalito y su familia

Las campanas del templo volvieron a sonar. Afuera, los jóvenes levantaron el trofeo que Lalito les ayudó a ganar. Su nombre resonó entre las calles: “Exigimos justicia por Lalito, porque la verdad está mal lo que hicieron”, gritaron.

El féretro fue llevado al panteón entre porras, aplausos y cantos. Nadie quería soltarlo. Nadie quería aceptar que la violencia del futbol les había arrebatado a uno de los suyos.

El sol seguía fuerte, pero en el pueblo todo era sombra. La madre de Lalito, sostenida por familiares, apenas podía dar un paso. A su lado, el barrio entero la acompañaba.

En medio del dolor, una promesa se repetía una y otra vez: que no quede impune.

Porque Lalito no se va. Permanece en la memoria de quienes lo amaron, en el eco de las porras que lo despidieron y en el corazón de un pueblo que exige justicia y sueña con volver a ver el futbol como lo que debería ser: una fiesta, no una tragedia.

OV

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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