La última vez que Dolores Uribe Sandoval vio a su hijo fue la mañana del 24 de agosto, cuando el ruido del cancel de la casa la despertó. Eran las 6:19 de la mañana. En la cámara de seguridad alcanzó a ver a Alan de Jesús Ojeda Uribe, de 35 años, salir con una mochila al hombro en la colonia Villas del Centinela, en Zapopan. Creyó que iba con su novia. Nunca regresó.
“Vi que llevaba la mochila que se pensaba llevar el día anterior, por eso supuse que iba con ella”, recuerda Dolores. Una hora después, los mensajes que le envió no llegaron. “Le puse: ‘Alan, ¿te fuiste con los niños?’ (que son hijos de su pareja). Le volví a escribir, le pregunté si estaba allá, y tampoco”.
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La novia negó haberlo visto. A partir de ese momento comenzó la angustia. La madre pensó que su hijo podría estar rodando con sus amigos motociclistas, pero las horas pasaron y no hubo señales de él.
“Ya en la noche me preocupé porque no llegó ni conmigo ni con ella”, dice a MILENIO.
Al día siguiente, Alan tampoco se comunicó como acostumbraba. Era operador de maquinaria pesada y, pese a tener trabajos eventuales, siempre mandaba mensajes para avisar en qué obra estaba.
“Siempre me mandaba fotos de la máquina o del lugar donde le tocaba trabajar, pero ese lunes no me mandó nada”, relata su madre.
Su otro hijo revisó la cuenta de su iPhone que compartían para localizarlo. Lo que encontraron aumentó la preocupación: la ubicación del teléfono había sido desactivada desde el 11 de agosto, dos semanas antes de su desaparición.
“Estamos seguros que no fue mi hijo, él no le sabía a esa tecnología”, afirma.
De acuerdo con Dolores, el último registro que aparece en su celular fue una búsqueda en Google: ‘Los Pilares’, una zona cercana a la colonia Villas del Centinela, en Zapopan, “es lo último que se ve en su teléfono, a las 2:25 del domingo; a partir de ahí ya no volvió a tener señal”.
Alan tenía planes. Estaba emocionado por un nuevo trabajo que le permitiría tener más tiempo libre, “le gustaba mucho su trabajo, estaba muy contento porque le habían ofrecido otro empleo donde iba a trabajar menos horas”.
Amante de las motocicletas, el gimnasio y la fotografía, Alan también era conocido entre los bikers como Drone Biker, por grabar con su dron las rodadas que compartía en su canal de YouTube, Alan Discovery.
“En las rodadas todos lo querían, me dijo un amigo que no tenía ni un solo enemigo, que era muy amiguero”, recuerda su madre con orgullo.
El jueves 28 de agosto, su familia presentó la denuncia por desaparición ante la Fiscalía del Estado. Sin embargo, más de un mes después, Dolores asegura que no hay avances en la investigación, solamente fue notificada que ya se solicitó la sábana de llamadas. Hace unos días, recibió una llamada de extorsión.
“Me hablaron diciendo que lo tenían en Reynosa y pedían 50 mil pesos”, cuenta, “pero lo más raro es que llamaron desde el número de mi hijo”.
La denuncia fue turnada al área de Secuestros, que intervino la llamada y determinó que se trataba de un intento de extorsión. Aun así, el hecho dejó a la familia desconcertada.
Alan no tenía enemigos. Tampoco problemas recientes. Solo sueños: un nuevo trabajo, una vida junto a su novia, y seguir grabando desde su dron los paisajes de las rodadas. “Yo lo único que quiero es que las autoridades me digan algo, cualquier cosa…”, pide Dolores, “porque no puede ser que un muchacho desaparezca así, sin dejar rastro, y no haya nadie que haga nada”.
MC
