Entre agujas, hilos negros y pequeños destellos de lentejuelas, José Ángel Ramírez borda no solo imágenes, sino emociones. Su cuarto, que también es su taller, se ha transformado en un espacio íntimo de creación donde cada puntada narra una parte de su historia personal.
Para este artista plástico, especializado en el arte textil, el bordado no es sólo técnica, es una forma de vida, un diario emocional cosido con paciencia, ya que cada bordado que hace refleja cómo se siente en su día a día.
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“La gente se da cuenta de cómo estoy por lo que bordo. Si el bordado es colorido, saben que estoy feliz. Si tiene frases tristes, saben que estoy roto. Es un diario vivo, porque he visto todo mi avance desde que he empezado hasta lo que soy ahora, vamos cambiando con el tiempo”, explicó en entrevista para Milenio Puebla.
José Ángel recordó que su conexión con las telas comenzó desde la infancia, gracias a su madre y su abuelita, sin embargo, fue durante la pandemia cuando retomó el bordado como forma de expresión.
Dijo que con apenas un pedazo de tela y un carrete de hilo negro, cuando nació su primer diseño y desde entonces, no ha dejado de crear.
Comentó que no hay patrones fijos ni moldes repetidos; su trabajo es intuitivo, emocional y profundamente personal.
“Mucho fue a raíz de ver a mi familia, en la universidad me reunía con una amiga, como estaba en una academia de arte, al bordado lo ven como un arte, y a cualquier cosa yo le agregaba algún bordado ya sea en una acuarela, oleo, le ponía mi toque”, compartió.
Mencionó que detrás de cada obra hay horas de dedicación. Tan solo un bordado puede tomarle hasta 16 horas de trabajo, repartidas en cuatro días. Pese al esfuerzo, lamenta la falta de valoración del arte textil en México.
“Cuando una pieza está en un museo, se le da importancia. Pero a la artesana en su comunidad se le regatea, cuando ella también está dibujando con hilo, creando esculturas con puntadas”, dijo.
Realizó bordado para artista
Con el tiempo, José Ángel ha empezado a compartir sus creaciones en redes sociales, donde ha encontrado una comunidad que no solo admira su técnica, sino la honestidad con la que aborda su arte.
Lo que empezó como una forma de canalizar emociones se ha convertido también en una puerta hacia nuevas oportunidades. Gracias a la autenticidad de su trabajo, ha podido colaborar con algunos artistas.
“He tenido la suerte de que mi trabajo se haga viral, le he bordado cosas a Carla Morrison fue un corazón atómico que tiene varias tijeras y decía: Eres tú, el Ximena Sariñana fue una foto intervenida de ella con hilos y el de Siddhartha era una canción de él y esto fue a través de que mi trabajo lo compartí, las etiqueté y me contactaron”, dijo. .
Uno de sus últimos trabajos fue bordar una bolsa de Kemonito, lo que empezó como un detalle para su familia, rápidamente captó la atención de la gente, incluso de los propios luchadores, quienes ya comenzaron a encargarle piezas personalizadas. “Fue increíble. De la noche a la mañana, mi trabajo empezó a valorarse más (...) ahora varios luchadores quieren su minibolsita”, contó emocionado.
“A la sociedad, que valoren mucho el trabajo de los artistas y artesanos y de cualquier especialidad del arte, ya sea una escultura, pintura o bordado, que siempre se tome en cuenta el esfuerzo que se hace para crear”, manifestó.
Hoy, su cuarto sigue siendo su refugio y su estudio. Ahí, sigue bordando sentimientos, ya que su arte no solo decora: conmueve y transforma, porque en cada hilo hay una historia, y en cada puntada, un pedazo de alma.
CHM
