Desarrollar demencia —es decir, el proceso en el que se pierden funciones cognitivas como pensar, recordar y razonar—, está vinculado con 14 factores presentes a lo largo de la vida. Atenderlos implicaría la prevención del 45% de los casos que se registran en todo el mundo, según los hallazgos realizados por Lancet Commission en 2024.
A pesar de estar bien identificados, la posibilidad de reducir el números de casos nuevos parece lejana, especialmente considerando que la mayoría comparte una condición en común que pocas veces es tomada en cuenta, como alerta un grupo de científicos del Centro para el Envejecimiento Cerebral Saludable (CHeBA), Facultad de Medicina Clínica, Universidad de Nueva Gales.
Más allá de los factores de riesgo
Existen diversos estudios que han analizado el proceso de envejecimiento cerebral y la prevención de enfermedades neurodegenerativas. Gracias a ello se han identificado una serie de factores de riesgo.
La lista elaborada por Lancet Commission reveló el año pasado 14 asociados directamente con la demencia:
- Menor nivel educativo en la infancia
- Pérdida auditiva
- Traumatismo craneoencefálico
- Hipertensión
- Diabetes
- Colesterol alto
- Consumo excesivo de alcohol
- Inactividad física
- Depresión
- Tabaquismo
- Obesidad en la mediana edad
- Aislamiento social
- Contaminación atmosférica
- Pérdida de visión no tratada en la vejez
La labor científica en torno al deterioro cognitivo ha demostrado que la modificación de la mayor parte de ellos puede ser clave para prevenir un diagnóstico futuro.
En 2020, por ejemplo, un grupo de investigadores de la Facultad de Medicina de Harvard estudió a más 2 mil 800 personas de 65 años o más para examinar la relación entre el sueño y la pérdida de funciones cognitivas. Descubrieron que las personas que dormían menos de cinco horas por noche tenían el doble de probabilidades de desarrollar demencia y el doble de probabilidades de morir.
Un estudio publicado el pasado 3 de noviembre concluyó que “incluso un modesto aumento de la actividad física” puede asociarse con un menor riesgo de padecer Alzheimer (un tipo de demencia). Otras investigaciones han obtenido resultados similares respecto al tipo de alimentación y el cuidado de vínculos a lo largo de la vida.
Sin embargo, y como explican cinco miembros del Centro para el Envejecimiento Cerebral Saludable (CHeBA), para poder encaminar todas las acciones al cuidado de la salud cerebral se requiere tiempo, una determinante social “a menudo subestimada”.
“A medida que avanza la investigación sobre la salud cerebral, la pregunta ya no es si el estilo de vida importa, sino a quién le importa el tiempo y cómo se estructura. El tiempo no es un mero telón de fondo; es un determinante social activo”, señalan en su artículo publicado en la revista The Lancet Healthy Longevity.
El datoCuál es el panorama de la demencia en México
A nivel nacional se estima que actualmente viven 1.3 millones de personas con demencia. Esta cifra alcanzará los 3.5 millones en 2050, según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Cómo afecta el tiempo al cuidado del cerebro y qué pasa en México
Dormir
La Fundación del Sueño de Estados Unidos y la Academia Estadounidense de Medicina del Sueño recomiendan de 7 a 9 horas de sueño.
Como se mencionó anteriormente, la evidencia apunta a que el dormir poco puede aumentar el riesgo de demencia además de ser un problema asociado con un menor rendimiento cognitivo, incluyendo problemas de memoria y funciones ejecutivas. A pesar de su importancia, la cuota de horas necesarias no siempre se satisface.
Una revisión de 19 estudios de 11 países diferentes encontró que, entre el 22.1 y 53.3% del total de participantes dormía menos de 6 horas, pero un porcentaje relativamente pequeño (entre un 7.5 y un 9.6%) sabía o admitía que descansaba menos de lo necesario.
Datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) reportaban que, hasta 2014, México dormía un promedio de 8 horas. Ocho años después, el estudio de la UNAM: Prevalencia de síntomas de sueño y riesgo de apnea obstructiva del sueño en México reveló que el 74% de la población dormía menos de 7 horas. Un 14% incluso señaló descansar entre 4 y 6 horas.
“La inequidad temporal tiene implicaciones concretas para la duración y la calidad del sueño. Por ejemplo, las personas con bajos ingresos experimentan altas tasas de sueño insuficiente. El empleo desproporcionado en turnos rotativos, las largas e irregulares jornadas laborales y los escasos recursos para el servicio doméstico remunerado comprimen el tiempo para dormir”, se lee en el reporte de los investigadores de CHeBA.
Ejercitarse
El problema se replica en otros factores, como la actividad física. Se cree que entre 45 y 60 minutos diarios de movimiento de intensidad moderada a vigorosa durante períodos prolongados pueden mejorar considerablemente el rendimiento cognitivo, no obstante, cada vez más países se suman a la tendencia del sedentarismo.
En México el 60% de la población adulta es inactiva físicamente. Según el estudio Evidencia del aumento del sedentarismo en la Ciudad de México durante la última década: Prevalencia del tiempo sentado, tendencias y asociaciones con la obesidad y la diabetes , reportó que, hasta 2015, la población capitalina pasaba sentada 7 horas diarias en promedio.
Por su parte, la Encuesta Nacional Sobre Uso del Tiempo (ENUT) 2024 mostró que, aunque el ejercicio es más común entre hombres (37.1%) que entre mujeres (25.6%), el tiempo promedio dedicado por ambos grupos es de apenas 5 horas a la semana.
“(...) las largas jornadas laborales, el trabajo por turnos, los múltiples empleos y las responsabilidades de cuidado reducen el tiempo libre necesario para alcanzar los niveles recomendados de actividad física”, resalta el estudio.
Alimentación
Una investigación publicada en agosto de 2025 encontró que seguir una dieta estilo mediterráneo, puede ayudar a contrarrestar el riesgo genético de desarrollar Alzheimer. El estudio publicado en Nature Medicine, descubrió que este tipo de alimentación rica en verduras, frutas, frutos secos, cereales integrales y bajo en carne rojas y procesados mostró un deterioro cognitivo más lento.
Aunque puede parecer una medida obvia y hasta sencilla de cumplir, lo cierto es que los datos apuntan a que no siempre hay tiempo para comer bien.
Si bien la base de datos de 2024 sobre el uso del tiempo de la OCDE mostró que los adultos dedican 1.5 horas diarias a comer y beber, también se detectó que los grupos de bajos ingresos y con poco tiempo libre suelen declarar dedicar menos de 1 hora al día a comer y beber.
El territorio mexicano y según los últimos datos reportados por la OCDE (2014), estaba fuera del promedio global, con 77 minutos destinados para comer y beber.
“Entre las personas con poco tiempo libre, el tiempo acumulado que implica comprar, preparar las comidas y limpiar dificulta una alimentación saludable”, destacan los integrantes del Centro para el Envejecimiento Cerebral Saludable (CHeBA) en su estudio.
Amigos, familia y ocio
Aunque los resultados llegan a variar, algunos estudios han encontrado que el aislamiento social puede aumentar el riesgo de demencia en aproximadamente un 60%. De acuerdo con las propias investigaciones, una red de apoyo tiene múltiples beneficios para el cerebro ya que mejora la reserva cognitiva.
Además, actividades recreativas como tocar un instrumento, aprender algo nuevo o jugar son algunas de las actividades que ayudan a estimular al cerebro y reducir el riesgo de deterioro cognitivo.
Sin embargo, el tiempo de ocio es demasiado corto, especialmente en países como México, en donde, según datos de la Encuesta Nacional Sobre Uso del Tiempo (ENUT), la población de 12 años y más dedicó 59.6 horas en promedio a la semana al total de actividades de trabajo en 2024.
Aunque más del 70% de los encuestados dijo dedicar un espacio para convivir con su familia o amigos, el porcentaje de quienes participaban en diferentes actividades recreativas es menor. Apenas un 14.9% de las mujeres consultadas dijeron jugar o tener algún tipo de afición (en el caso de los hombres el porcentaje fue mayor con 22.5%).
En general, a la semana, la población dedica 7.4 horas a pasar tiempo con su círculo cercano y apenas 5.1 horas a hobbies o aficiones.
“Para quienes experimentan escasez de tiempo, el problema no es solo tener menos horas de ocio en total, sino también mayores barreras para usar esas horas de manera beneficiosa para la salud cerebral”, concluyen los autores del artículo Making time for brain health: recognising temporal inequity in dementia risk reduction.
¿Cuánto tiempo se necesita para cuidar el cerebro?
Para garantizar que los aspectos esenciales de un estilo de vida saludable se cumplan se requieren como mínimo 10 horas al día divididas de la siguiente manera: 7 para dormir, entre 45 y 60 minutos para la actividad física, de 20 a 30 minutos por comida y al menos una hora de interacción social.
Sin embargo, y como alertan los especialistas, este lapso de tiempo resulta insuficiente para lograr una salud cerebral óptima. Además, en muchos casos la cuota mínima ni siquiera se alcanza debido al tiempo que demanda el trabajo, los desplazamientos, las labores de cuidado y otras tareas esenciales, como el aseo personal y las rutinas domésticas.
“La desigualdad temporal afecta a todos estos ámbitos: las personas con poco tiempo pueden verse obligadas a sacrificar horas de sueño, saltarse la actividad física, acortar las comidas o renunciar al contacto social. Estas concesiones afectan a la salud cerebral con el tiempo”, dicen los investigadores.
En este sentido, el equipo insiste en que promover hábitos saludables resulta insuficiente para reducir el riesgo de demencia si no se garantizan las condiciones para sostenerlos. Una vía podría ser a través de “políticas para restaurar la autonomía a lo largo del tiempo y proteger el tiempo para el cuidado cerebral, respetando las diversas temporalidades en diferentes culturas y contextos”.
LHM