El blindaje de colonias a través de la colocación de muros o barreras constituye una forma de segregación que, además, ha provocado una falsa percepción de seguridad.
Esto lo advirtieron especialistas e investigadores de la entidad, al señalar que estas medidas de aislamiento, implementadas en diferentes zonas de los municipios metropolitanos tras la ola de violencia, en realidad no garantizan un ambiente de paz.
TE RECOMENDAMOS: Barreras tienen esencia elitista y clasista
MILENIO Monterrey realizó un recorrido por fraccionamientos de la metrópoli, donde se pudo constatar que las barreras temporales, instaladas para evitar el paso de los delincuentes, se mantienen a pesar de la supuesta vigilancia coordinada entre los tres niveles de Gobierno.
Ante el alza del crimen, los ciudadanos presionaron para que se colocaran divisiones de diferentes tipos en múltiples fraccionamientos, como en Residencial Anáhuac, en San Nicolás de los Garza; Linda Vista o Mirador de la Silla, en Guadalupe; entre muchos otros.
En entrevistas por separado, el urbanista Juan Ignacio Barragán Villarreal y la socióloga María del Socorro Arzaluz Solano resaltaron que no está comprobada la efectividad de la estrategia de aislamiento.
TE RECOMENDAMOS: "Ya no hay tanto asaltante, ni mucho robo, bueno... poco"
El primero explicó que la protección que genera un cerco es relativa, pues cuando un delincuente logra penetrar el sitio, la barrera ahora también lo protege a él.
“La experiencia internacional ha demostrado que muchas veces esas colonias cerradas acaban siendo más inseguras, porque al cerrarse, la gente cree que está segura y se baja la guardia.
“Es una sensación de seguridad, pero en la práctica no lo es”, señaló.
En ello coincidió ArzaluzSolano al afirmar que más bien se trata de un efecto psicológico entre la población; además, la violencia tiene orígenes más complejos.
“Es un efecto psicológico en la gente, que aparentemente se siente segura, pero no está demostrado”, aseveró la investigadora del Colegio de la Frontera Norte (Colef).
De hecho, las cifras de la Procuraduría General de Justicia de Nuevo León (PGJNL) confirman la postura de los especialistas.
En comparaciones anuales –al menos desde 2015–, el delito de robo ha mantenido una tendencia al alza en todos los municipios del área metropolitana.
Por ejemplo, en Monterrey se registraron 981 casos de robo simple durante 2015; mientras que en 2016, la cifra ascendió a mil 239. Y tan solo en los primeros dos meses del presente año suman 193 denuncias.
Mientras tanto, en San Nicolás de los Garza hubo 197 reportes por el citado delito en 2015; posteriormente, aumentaron a 283 el año pasado. Ahora, entre enero y febrero de 2017, la incidencia asciende a 44.
Ante este escenario, la socióloga del Colef sugirió que los gobiernos municipales y el Estatal impulsen la creación de espacios públicos para fomentar la convivencia.
Asimismo, exhortó a que estos proyectos sean realizados de forma multidisciplinaria, es decir, que en la planeación se contemple la intervención de urbanistas, sociólogos, antropólogos, demógrafos, entre otros.
Por su parte, Barragán Villarreal aconsejó fortalecer las juntas vecinales para que los habitantes colaboren en la vigilancia.