Además de las barreras instaladas en colonias metropolitanas por cuestiones de seguridad, existen muros –muchos de ellos muy antiguos– que funcionan como límites entre grupos de diferentes clases sociales.
Uno de ellos se ubica en el cerro de la Loma Larga, dividiendo al sector de la colonia Independencia. Otro se localiza en la colonia Fomerrey 45, antes de llegar a la zona de Lagos del Bosque, en el sur de Monterrey.
La socióloga María del Socorro Arzaluz Solano criticó que Nuevo León se distinga por ser un estado discriminante, lo cual se refleja hasta en el desarrollo urbano.
“Hay muros que ya existían desde hace muchísimo tiempo, cuya función era separar pobreza de riqueza o un aparente peligro.
“Vivimos en una ciudad dividida, fragmentada, elitista, clasista, que culturalmente ha tolerado todas esas formas de segregación”, afirmó.
Condenar el hecho de que Estados Unidos busque construir un muro en la frontera es un doble discurso, opinó, ya que existen muchas divisiones, tanto tangibles como intangibles, en Monterrey y a lo largo de la República Mexicana.
Con esto coincidió el filósofo Félix Enrique López Ruiz, quien insistió en que las barreras son excluyentes e hirientes, pues quien se encierra no solo busca proteger lo que hay adentro, sino ocultar a aquellos que están afuera y no le agradan.
“Los muros de concreto que aparecen cada día en los caminos de nuestra ciudad no solo son reflejo del enorme clima de inseguridad que vivimos, sino –de hecho– evidencian nuestra enorme ignorancia y desvela nuestro más profundo miedo: ser excluidos de la manada.
“Algunos de nuestros vecinos estadunidenses quieren no solo aislarse de nosotros, sino que, con su muro, nos envían un claro mensaje: nos desprecian”, declaró.
Arzaluz Solano planteó que esta clase de conductas y medidas discriminatorias sean erradicadas a través de la educación.
“Se trata de un trabajo a largo plazo, que empiece con la cultura, en la educación elemental, para ir cambiando este esquema de que son como varias ciudades diferentes”.