Algunos opositores venezolanos han pedido que las próximas elecciones parlamentarias en su país sean supervisadas por observadores de la ONU, la OEA o alguna de esas instituciones internacionales que, mal que bien, gozan del suficiente prestigio como para que sus veredictos sean atendidos (que se personen pues los expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para cacarear, bien alto y bien fuerte, que la alevosa recomposición de distritos electorales, la desaforada intervención del Gobierno en la campaña electoral, la repartición de dádivas y prebendas para asegurar votos, la intimidación de los opositores, la servil subordinación de los Poderes a la voluntad del Ejecutivo y la total inequidad en la asignación de espacios propagandísticos a los partidos de oposición son, todas ellas, prácticas inaceptablemente antidemocráticas y, justamente, violatorias de los derechos de los ciudadanos).
Y, ¿qué respondió el presidente Maduro? Pues que no, que Venezuela no "será monitoreada por nadie" en un proceso que solamente los venezolanos (entiéndase, los individuos que que trabajan para el avasallador aparato del Estado) están facultados para llevar a cabo. Ya quisiera yo ver cual sería la reacción de los que tanto denuestan a Enrique Peña si fuera siquiera la décima parte de impresentable, insolente y bravucón que el dictadorzuelo suramericano. Pero, no se juzga a los hombres políticos con el mismo rasero. En la Argentina, el jefe de Gabinete de la señora Kirchner rompió ante las cámaras un ejemplar del diario El Clarín. Y ahí sigue el tipo, tan pancho, gobernando ahora la provincia del Chaco. Aquí, el antiguo Fiscal de la nación no pudo siquiera explicar que estaba cansado, luego de tres días sin dormir, porque le cayó encima una andanada de burlas, inculpaciones e injurias.
Luego entonces, va a ocurrir un gigantesco fraude electoral en Venezuela. Y, Latinoamérica seguirá mirando hacia otro lado; traicionando, de paso, a todos esos venezolanos cuya única esperanza es que las naciones democráticas de nuestro subcontinente le pidan cuentas al nefasto gorila. Se preguntarán: ¿Por qué no le dicen nada, por qué se quedan callados? ¿No les importa la democracia? No sé qué les podremos responder...
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